Donde la literatura y la maldad se toman un té

martes, 10 de diciembre de 2013

3, 2, 1... Aquí Cicuta al habla.

Cicuta.

Que este jardín de locas no os lleve a engaño: Cicuta es una persona seria. Y, por supuesto, perfectamente racional.

Cicuta, como supongo que habréis deducido, juega en el equipo sofista (dorsal 7, delantero derecho) que, como todo el mundo sabe, es el equipo de los chicos malos de la filosofía. Avisados quedáis.
Misántropa profesional, Cicuta odia a la gente pero, sobre todo, a la gente que dice no leer cómics sino "novelas gráficas". Brrr.

Tiene el súperpoder de hacerse invisible. Por lo demás, emplea la mayor parte de su tiempo lamentándose del poco que tiene y leyendo libros extremadamente profundos y serios (de ésos que sólo las mentes privilegiadas entienden), tales como “Hermenéutica, anagnórisis, metaética cuántica y otras esdrújulas intimidantes” o “El concepto de mímesis en la fábula hipolumínica en el contexto socio-político-ciberespacial del fin del mundo”. Claro que, desde los seis años, Cicuta ha sido una experta en esconder las tiras de Mafalda en sus libros de texto para que los adultos le dieran una palmadita en la espalda por ser una chica tan estudiosa. Las apariencias engañan, nunca juzgues un libro por su portada y esas cosas. Alguien podría haber intercambiado las solapas de la Crítica de la Razón Pura y El señor de los anillos.
Sssshhhhh.

Ehmm… Como decía, Cicuta es una persona seria.

Visto queda que “no saber nada”
es una estrategia peligrosa.
Si algo habéis de saber, que sea esto:
soy venenosa.
CICUTA.


Hobbes.

Hobbes es un lindo gatito al que, en general, le gusta mucho la gente aunque, como es obvio, su inclinación está sujeta a diversos factores: los condimentos, para empezar, aunque la edad y la robustez de la carne son otras variables importantes. El sexo también, no por ningún afán discriminatorio en concreto, sino por la molesta costumbre femenina de embadurnarse en potingues venenosos que le dan ardor de estómago (por no hablar de los pendientes gigantes que se le clavan en la garganta), circunstancias que le han llevado a especializarse en el mercado de niños y hombres barrigudos (y a evitar nichos punks y góticos).
Hay quien opinaría que la antropofagia no es un comportamiento civilizado aceptable. Pero Hobbes se siente muy orgulloso de su papel en la cadena trófica y lo desempeña con orgullo, sabiendo que está haciendo una gran contribución a la selección natural. Y, qué diantres, ningún planeta necesita siete mil millones de seres humanos. Está claro que sobran muchos. ¿O es que nadie ha intentado ir a un centro comercial en Navidad?
Un dato útil: le gusta que le rasquen detrás de las orejas. Si utilizas tu mano para rascarle detrás de las orejas, quizá puedas recuperarla sana y salva. Todo es negociable: Hobbes es un negociador nato.
También le gustan mucho los monstruos marinos, el Réquiem de Verdi y videar animes (pero lleva su doble-identidad de otaku muy en secreto).
Miau.

1 comentario :

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