En fin, la cuestión es que, como supongo que la mayoría ya sabéis, el día doce salió finalmente a la venta el nuevo libro de Laura Gallego (sí, Todas las hadas del reino [o… Tengo Ladillas Hasta Donde Recuerdo, como alguien sugirió hace tiempo en el Jardín]) y, como esta escritora es una de mis predilectas, he querido rendirle mi pequeño y particular homenaje.
Reconoceré que he sido una impaciente y me he leído el texto antes de ponerme a hacer esta corrección, así que ya sé que de entrada aún las pintan calvas. No obstante, quizá a alguno le alegre saber que (parecer ser) la autora ha superado por fin el trauma de los catorce capítulos, y se diría que ahora se ha aficionado al Ctrl+Enter [ah… por algo se empieza, supongo].
Es probable que intente conseguir este libro en un futuro próximo para poder hacer una crítica de la obra completa [ya os he dicho que Laura Gallego me encanta, es que me mondo con ella]. De hecho, Zarza y yo, como somos así de lanzadas y de sinvergüenzas [y algunas tenemos pelos en las hojas, pero sin duda no en la lengua], nos animamos a ponernos en contacto con la editorial Montena para pedirle un ejemplar de esta novela. No nos han dicho ni que sí ni que no [aunque ya nos imaginamos que va a ser un «que no»], pero nada nos impide adquirir el libro por nuestra cuenta y riesgo si nos apetece.
Bueno, pero me dejo ya de historias y de milongas. Queridos hierbajos y hierbajas, sin más dilación…
Todas las hadas del reino, de Laura Gallego
[Dioses, os sorprendería lo difícil que ha sido encontrar una sinopsis que no estuviese incluida en una maldita imagen, para poder copia-pegarla. Esta es de la página de la Fnac.]
«Camelia es un hada madrina que lleva trescientos años ayudando con gran eficacia a jóvenes doncellas y aspirantes a héroe para que alcancen sus propios finales felices [Ortiga: hola, comienzo de carta de motivación para una entrevista de trabajo]. Todo empieza a complicarse cuando le encomiendan al joven Simón, un mozo de cuadra que se ha enamorado de una bella princesa que ni siquiera sabe que él existe. Camelia ha solucionado casos más difíciles; pero, por algún motivo, con Simón las cosas comienzan a torcerse de forma inexplicable... [Ortiga: silencio misterioso y tope dramático.] Todas las hadas del reino es una novela ambientada en un mundo de fantasía, que evoca los relatos clásicos que todos conocemos y, al mismo tiempo, plantea una historia diferente, repleta de magia, aventuras, intriga y sentimientos. Un nuevo cuento de hadas protagonizado por un personaje tradicionalmente secundario en estas narraciones: el hada madrina. Todas las hadas del reino [Ortiga: adiós, coma] un cuento de hadas moderno repleto de magia, aventura y amor [Ortiga: hola, repetición de hace dos líneas].»
En fin, no voy a comentar nada más de la sinopsis. Sin haberme leído el libro, no puedo saber si nos la está intentando colar vilmente [las estadísticas juegan en nuestra contra, hierbajos].
Antes de ponerme con la corrección, sólo decir que esta entrada va dedicada a Marina Pérez, que muy amablemente me consiguió el pdf de las primeras páginas cuando yo ya empezaba a temer que la editorial (o la autora) hubiesen decidido retirarlas de internet [quizá se tratase de un fallo del servidor, esas cosas pasan. No he vuelto a mirar para comprobarlo, la verdad].
Lo dicho, ¡gracias, Marina! Va por ti [y por todos mis compañeros, pero por mí primero].
Totalmente injustificable
La reina observó con atención a la muchacha. Ella enrojeció y clavó la mirada en las puntas de sus [Ortiga: referente] gastados zapatos. El príncipe, a su lado [Ortiga: ¿al lado de cuál de las dos?], hacía heroicos esfuerzos [Ortiga: exagerado. Received text] por mostrarse sereno y seguro de sí mismo. [Ortiga: eso no es un punto. Es una coma. Usar punto antes de «pero» sirve para añadir énfasis/dramatismo a la frase. A esta frase en concreto da igual lo que le hagas: es absolutamente anodina y sin carga emocional.] Pero tragó saliva cuando su madre volvió sus ojos [Ortiga: aunque, bueno, que alguien te agarre de los ojos y te los gire suena sin duda amenazante]inquisitivos hacia él.
—¿Dónde dices que la has encontrado, Aldemar?
—«Conocido», madre —se atrevió a corregirla el joven—. La conocí el año pasado, en una aldea junto al bosque, río abajo. Sin duda recordarás el día en que me perdí durante una cacería, ¿verdad? Bien, pues… [Ortiga: uno.]
—¿Una aldea? —repitió la reina, enarcando una de sus bien perfiladas cejas.
El príncipe tragó saliva de nuevo.
—Una aldea —confirmó—. Los padres de Marcela son granjeros. Gente muy decente y trabajadora, si me permites la observación [Ortiga: esto a mí me suena: a) muy pasivo agresivo, o b) muy de conversación con monóculo. No sé muy bien por qué. ¿A vosotros no os pasa?].
—Marcela. Qué… [Ortiga: dos] rústico.
La reina volvió a centrar su atención en la chica, que se retorcía las manos sin saber muy bien qué hacer con ellas. Tras un incómodo silencio, que la reina parecía dispuesta a alargar indefinidamente, el príncipe carraspeó, alzó la cabeza y anunció:
—Voy a casarme con ella, madre.
El rey dio un leve respingo sobre su trono. La reina se limitó a alzar la otra ceja.
—¿De veras? En ese caso… [Ortiga: tres. Usa una coma, que no te han hecho nada] entiendo que has visto algo especial en ella. De lo contrario, no osarías plantear algo así en nuestra presencia [Ortiga: en nuestra ausencia sí, claro].
—Naturalmente, madre. —El príncipe asintió con ardor [Ortiga: esto me suena francamente mal, lo mire por donde lo mire. Se dice «con fervor», ¿no? Por otro parte, eso sería received text].
—¿Y bien?
El joven se mostró desconcertado; todo su aplomo pareció esfumarse en un instante [Ortiga: explicativo].
—¿Bien… [Ortiga: cuatro]? —repitió, sin saber qué responder [Ortiga: obvio gracias a la intervención de diálogo. Aclaración innecesaria].
—Será adoptada, supongo —lo ayudó la reina.
El príncipe respiró profundamente, comprendiendo por fin a dónde quería [Ortiga: referente] ir a parar.
—No, madre. La comadrona de la aldea puede confirmar que es hija de sus padres [Ortiga: a mí esto no me aclara gran cosa].
La reina frunció levemente el ceño.
—Con estas cosas nunca se sabe —comentó—. Seguro que tiene alguna marca de nacimiento que sugiere lo contrario [Ortiga: si es «seguro», entonces ¿por qué te preocupa tanto?].
—No, madre. Puedo garantizar que no tiene ninguna marca de nacimiento en ninguna parte de su cuerpo.
El rey carraspeó con suavidad. La reina arqueó de nuevo la ceja y el príncipe fue súbitamente consciente de lo que acababa de decir [Ortiga: explicativo y… wtf??]. Miró [Ortiga: referente] de reojo a su prometida, azorado; ella se había puesto completamente roja de vergüenza.
—Recuerdo la época en que este tipo de asuntos no salían del pajar [Ortiga: joder, también la reina, qué sitios escoge] —le comentó la reina al rey en voz baja.
Este se encogió de hombros.
—Los tiempos cambian, ya ves —replicó con el mismo tono [Ortiga: con «tono» ¿se refiere a «en voz baja», o a un «tono» indefinido que no sabemos cuál es, pero que es el mismo que el de la reina? Por otra parte, primera intervención del rey y no basta para saber siquiera de qué lado está. Este rey es como la reina de La bella durmiente, que si no dice menos es porque ya sería hasta sospechoso].
Marcela parecía muy dispuesta a escapar corriendo de allí, por lo que el príncipe se apresuró a interrumpir la conversación y a declarar por segunda vez:
—Quiero casarme con ella.
Los dos se volvieron para mirarlo, esa vez con cierta suspicacia.
—Quizá lo haya hechizado —le dijo la reina al rey.
—No estoy hechizado, madre —respondió el príncipe; [Ortiga: no tengo nada en contra del punto y coma, pero... ¡qué obsesión!] empezaba a mostrarse menos turbado y bastante más molesto.
La reina frunció el ceño [Ortiga: como podéis observar, la reina concentra toda su expresividad en las cejas: levanta una, luego la otra, luego las dos, luego las frunce, luego las vuelve a fruncir…].
—¿Estás totalmente seguro de que no has comido nada cocinado por ella? ¿No llevas puesta ninguna joya que te haya regalado, ninguna prenda que haya tejido con sus propias manos… [Ortiga: cinco]?
—No, madre.
—Hummm —dijo [Ortiga: ¿eso se considera «decir»?] la reina—. Bien; [Ortiga: da fuq? Con este sí tengo un problema. ¿Qué pinta este punto y coma ahí?] si no es adoptada ni tiene marcas de nacimiento, sin duda será la tercera de tres hermanas. [Ortiga: ¿y este punto?] —El joven negó con la cabeza—. ¿No? Pues la séptima hija de un séptimo hijo.
—Eso explicaría lo del hechizo —apuntó el rey [Ortiga: ¡anda, si habla otra vez!].
—No estoy hechizado —insistió el príncipe—. Y Marcela tiene una hermana mayor y dos hermanos menores.
—¿Solo dos? [Ortiga: tres, señora. ¿No sabe sumar?] —se extrañó su madre—. ¿Seguro que no son siete?
—No, madre. Seguro que no son siete. Ya os he dicho… [Ortiga: seis.]
Padre de familia, fuente inagotable de gifs. |
—Sí, sí, has dicho muchas cosas, pero ella todavía no ha dicho nada. ¿Acaso no sabe hablar? ¡No será una sirena! —aventuró, alarmada.
La aludida se aclaró la garganta.
—No, majestad, yo… [Ortiga: siete. Y anglicismo, de regalo.]
Pero la reina no la escuchaba. Seguía haciendo cábalas, cada vez más alterada [Ortiga: explicativo].
—¡O una de esas horribles chicas-foca! —Miró a su hijo con aprensión—. ¿Seguro que no guardas su piel bajo tu cama?
—¡Madre! —protestó el príncipe—. Marcela es una joven normal y corriente; nos hemos enamorado y vamos a casarnos. No hay más.
Pero la reina ya volvía a conferenciar [Ortiga: bueno, al menos aquí el uso está justificado] en voz baja con el rey.
—Esto es incomprensible y totalmente injustificable.
—Totalmente —coincidió el rey.
—Nos aseguramos de que la lista de invitadas al baile estuviera completa, ¿no es cierto?
—Cierto, querida. Y todas las jóvenes casaderas de sangre real acudieron al palacio aquella noche. Esta chica no estaba entre ellas [Ortiga: las recuerdo a todas y cada una. Eran tres. Esta no era ninguna de ellas].
Era esta. Fijo. No me negaréis que esto es bastante espectacular. |
—¿Estás seguro? Mírala bien. Imagínatela con un atuendo especialmente espectacular [Ortiga: si fuera «especialmente espectacular», entonces la habríais reconocido: os acordaríais al menos de la que más destacase en el baile, digo yo]. Un vestido de oro… [Ortiga: ocho], unos zapatos de cristal… [Ortiga: nueve.]
—No, no. Ella no vino al baile, estoy convencido [Ortiga: ya te he dicho que no era ninguna de las tres].
—¿Es posible que hubiese alguna muchacha de sangre real que no tuviésemos localizada? Ya sabes, un bebé cambiado al nacer, una niña perdida en el bosque… [Ortiga: Diez] Esas cosas suceden a veces.
—Estoy de acuerdo. Pero, si no tiene marca de nacimiento, ¿cómo vamos a saber… [Ortiga: once]?
—Ah, no es imposible que la tenga. Recuerdo el caso de una princesa a la que creyeron ilegítima porque no tenía el lunar con la forma del blasón familiar con el que nacían todos los niños de su linaje. Luego resultó que estaba en su cuero cabelludo. Tuvieron que raparla para descubrirlo.
Los reyes miraron a Marcela con cierto aire de aves de presa [Ortiga: received text]. Ella se llevó involuntariamente las manos a su [Ortiga: anglicismo, crea ambigüedad de referente] cabello castaño, alarmada [Ortiga: un gesto involuntario bastante prolongado, la verdad: hasta la cabeza hay un trecho largo como para que no se dé cuenta por el camino de que está moviendo las manos].
—No voy a permitir que le rasuréis la cabeza —les advirtió el príncipe, perdiendo la paciencia.
—No será necesario llegar a esos extremos —lo tranquilizó la reina—. Hay otros modos… [Ortiga: doce] y, naturalmente, mientras este asunto se resuelva, tu… [Ortiga: trece] Marcela… [Ortiga: catorce...] puede alojarse en palacio.
—No hace falta, madre. No vive lejos de aquí.
—Una sola noche. Insisto.
El príncipe se mantuvo firme.
Me fascinan las texturas de esta imagen º-º |
—En tal caso, madre, solo lo voy a decir una vez: nada de guisantes bajo el colchón [Ortiga: esto no es mantenerse firme. En mi casa a esto se le llama ceder].
—Oh, no pensaba poner un solo colchón.
—Podrías ponerle un guisante bajo cien colchones o cien nueces bajo un colchón, y no habría ninguna diferencia. Marcela no es una princesa perdida, y mucho menos una bruja o una sirena. Es una muchacha acostumbrada a trabajar mucho y a dormir en un lecho duro y humilde. Una joven del campo, sencilla y honesta, a la que adoro. Y voy a desposarla.
La reina lo taladró con la mirada.
—Ya conoces la costumbre: si no demuestra que es de sangre real, no puedes casarte con ella [Ortiga: las costumbres no tienen la cualidad de ser vinculantes. ¿No será una ley, por casualidad?]. Así que yo en tu lugar investigaría su árbol genealógico hasta encontrar raíces como mínimo nobles, porque de lo contrario… [Ortiga: quince.]
—No será necesario —intervino entonces una voz femenina.
Los cuatro miraron a su alrededor, sorprendidos [Ortiga: teniendo en cuenta quién resulta ser el intruso, no entiendo por qué Marcela no reconoce la voz]; pero los guardias de la puerta parecían tan desconcertados como ellos [Ortiga: no sabemos dónde está teniendo lugar esta escena, así que la mágica aparición de unos guardias a mí me sorprende tanto como la «voz femenina», aquí de pronto]. Y, justo cuando la reina iba a hablar de nuevo, alguien se materializó de pronto en el salón.
Más ventajas que inconvenientes
Se trataba de una joven que parecía [Ortiga: sólo lo parecía] derrochar [Ortiga: connotación negativa. No creo que signifique lo que crees que significa] eficiencia y seguridad en sí misma [Ortiga: en todo caso, no me lo digas: muéstramelo]. Lucía un vestido verde, sencillo y práctico [Ortiga:
[Ortiga: Mira que en el primer capítulo me estaba yo quedando bastante sorprendida de la importante mejora en cuanto a calidad de texto de la autora. Zarza y yo, de hecho, incluso habíamos contemplado la posibilidad de que Laura estuviese pagando a escritores en negro para que le escribiesen las obras… Pero, claro, ¿cuántos fallos puedes cometer realmente en diálogo? No hay espacio para mucho cuerpo de texto, al margen de acotaciones; y, en general, la mayor parte de los «errores» de los diálogos quedan encuadrados por el hecho de que la forma de expresión oral tiene características diferentes al discurso escrito y además los hablantes no tienen por qué ser correctos todo el tiempo.
Como podéis ver en este capítulo, en cuanto aparece un párrafo medianamente largo empieza a haber pifias.]
El rey pareció confundido; la reina fingió sentirse solo ligeramente molesta [Ortiga: la reina de pronto tiene a una perfecta desconocida en la sala, podría ser cualquiera, podría ser un hada malvada enviada para matarla. Pero su única reacción es «fingirse ligeramente molesta». Déjame adivinar: bajó una ceja]. No cabía duda, no obstante, de que el príncipe y su prometida habían reconocido a la recién llegada, porque el rostro de Marcela se iluminó al verla, y el joven se mostró visiblemente aliviado [Ortiga: ¿me lo dices o me lo cuentas?].
—¿Quién eres tú? —demandó la reina [Ortiga: ¡no diré nada si no es en presencia de mi abogado! Y... ¿por qué la tutea?].
La desconocida del vestido verde señaló a Marcela [Ortiga: Dios, sólo falta que fuera con el pulgar. ¡Qué choni de Vallecas! Niña, señalar con el dedo es de mala educación, ¿no te enseñaron eso tus padres? Para estar supuestamente acostumbrada a estar en presencia de reyes, esta hada tiene muy poco saber estar. Oye, que puede que el personaje sea así: una maleducada patológica a la que, además, se la suda. Yo sólo lo señalo, para futuras referencias].
—Soy su hada madrina —declaró; [Ortiga: este punto y coma realmente no tiene mucho sentido si de todas formas no piensa meter el «entonces» entre comas] y entonces desplegó tras ella lo que los reyes habían tomado por una capa, y que no eran sino unas alas diáfanas y centelleantes [Ortiga: qué
El rey dejó escapar un «oh» admirado; la reina, en cambio, recuperó la compostura al instante [Ortiga: puso las dos cejas en su sitio] y trató de retomar las riendas [Ortiga: received text] de la situación.
—¿Su hada… [Ortiga: dieciséis]?
—… [Ortiga: diecisiete] madrina, sí.
—Disculpa, creo que no te he entendido bien [Ortiga: esta reina es muy maleducada. Menudas confianzas]. ¿El hada madrina de… [Ortiga: dieciocho]?
—… [Ortiga: diecinueve] de Marcela, majestad.
La reina contempló a la amada de su hijo con un renovado interés.
—¡Tiene hada madrina! —exclamó, esperanzada—. ¿Seguro que no es de sangre real?
—Puedo garantizar que no lo es, majestad —respondió el hada—. De modo que no os molestéis en buscar marcas de nacimiento extraordinarias, porque no las encontraréis. Nació en una familia humilde, en la misma casa donde fue criada y en la que vive actualmente. Y ama sincera y profundamente al príncipe Aldemar. [Ortiga: este punto sobra] —Hizo una breve pausa y añadió, con un leve atisbo de sonrisa—: De [Ortiga: minúscula] lo contrario, yo no estaría aquí.
La reina entornó los ojos, rumiando [Ortiga: received text, además de nada decoroso para una reina] la nueva información.
—Pero ella no fue al baile [Ortiga: ¿alguien ha sugerido lo contrario? El hada acaba de decirte que no tiene sangre real por ningún lado. Al baile sólo invitasteis a las princesas. De verdad que no entiendo dónde te has perdido].
La escena adquiere una nueva profundidad cuando visualizas a Camelia así. |
El hada se encogió de hombros [Ortiga: muy decoroso, también].
—En su caso no fue necesario tratar de llamar la atención del príncipe de esa manera —explicó—. Él y Marcela ya se conocían. Y ya estaban enamorados.
El rey montó en cólera.
—¿Quieres decir que organizamos el baile para nada? [Ortiga: una cólera aterradora, como podéis comprobar. Y muy larga.]
—Intenté decíroslo, pero no me escuchasteis —se defendió el príncipe.
—Ni lo haremos ahora, con hada madrina o sin ella —declaró la reina con rotundidad—. Si esta chica no tiene sangre real… [Ortiga: veinte.]
—Madre, por favor —interrumpió el príncipe—. Escuchadla [Ortiga: ¿a la chica o al hada?].
Los reyes accedieron de mala gana a prestar atención al hada [Ortiga: explicativo], que se había calado unos anteojos sobre la nariz [Ortiga: salidos del bolsillo mágico de detrás de su espalda que tienen todos los dibujos animados], había sacado un cuaderno de notas de su faltriquera [Ortiga: anda, tiene una faltriquera. Qué práctico] y pasaba las páginas con expresión reconcentrada. Pareció encontrar lo que buscaba, porque asintió, satisfecha, y alzó la cabeza para mirar a la reina por encima de sus anteojos.
—No, Marcela no es de sangre real —confirmó—; [Ortiga: ¿qué te han hecho las comas, a ver, dime?] pero este hecho aporta más ventajas que inconvenientes a su futura unión [Ortiga: pausa dramática, para hacerse la interesante y que alguien le pregunte por qué].
La reina arqueó una ceja [Ortiga: ¡sorprendente giro argumental!].
—¿Cómo has dicho? [Ortiga: told you. Por otra parte… En serio, ¿soy la única a la que esto le parece una absoluta falta de respeto? Y más teniendo en cuenta que es un hada, y podría, no sé, enfadarse contigo y hechizarte, por puta.]
—Consideradlo así —el [Ortiga: mayúscula] hada repasó con el dedo índice varios puntos de la lista que tenía anotada en su cuaderno [Ortiga: ¿se ha hecho una lista para irle leyendo? Uff, esto queda… raro. Habría que ver qué pretendía la autora con ello]—: al ser de origen humilde, nunca ha sido importante para nadie poderoso, lo cual significa que está libre de todo tipo de hechicería, maldición o mal de ojo. No ha llamado la atención de ninguna bruja, dragón o demonio. No ha acordado con ningún ser sobrenatural la entrega de su hijo primogénito. No posee ninguna reliquia mágica que pueda ser codiciada por otras personas. No se le concedieron dones especiales cuando nació, por lo que nadie va a tratar de secuestrarla ni de utilizarla para fines siniestros. Tampoco ha despertado la envidia de ninguna madrastra malvada. Y, ya que hablamos de la familia… [Ortiga: veintiuno] —Pasó una página de su libreta y continuó—: Como [Ortiga: minúscula] ya saben, no tiene siete hermanos. Ni humanos ni hechizados. Así que no se verá obligada a realizar ninguna tarea para levantar el encantamiento. Sus padres viven y gozan de buena salud y, en lo que respecta a su genealogía… [Ortiga: veintidós], veamos… [Ortiga: veintitrés], no he hallado antepasados sobrenaturales en su linaje. Ni hadas, ni elfos, ni sirenas. Nada que pueda hacer aflorar características indeseadas en el momento más inoportuno.
»En resumen —concluyó, cerrando la libreta con un chasquido—: lo que vengo a certificar aquí es que Marcela es normal. Completa y absolutamente normal. ¿Y qué se supone que significa eso? Pues es muy simple: nada de problemas. Una boda, una vida larga y feliz, hijos sanos. Sin hechizos de por medio, ni maldiciones, ni ningún ser sobrenatural… [Ortiga: veinticuatro], salvo el hada madrina, claro está. —Y les mostró de nuevo aquel amago de sonrisa [Ortiga: el otro «amago de sonrisa» me gustó, porque parecía tener una intencionalidad. Pero ahora ya lo miro de reojo].
Hubo un breve silencio. Entonces el rey dijo:
—Hummm… [Ortiga: veinticinco] Visto así… [Ortiga: veintiséis. Qué expresivo. Quita esos puntos suspensivos o tendré que matarte.]
Pero no sería tan sencillo convencer a la reina [Ortiga: explicativo. Innecesario].
¡¿Cómo osas?! :D |
—¿Insinúas, hada madrina, que debo permitir que mi hijo se case con una plebeya?
—Están enamorados —respondió el hada—. Pero, si os cuesta imaginarlo, quizá esto os ayude un poco.
Alzó la mano, en la que se materializó de repente una varita mágica [Ortiga: el cuaderno, sin embargo, lo lleva en la faltriquera]. Hizo una breve floritura con ella y Marcela se vio de pronto envuelta en un manto de luz que obligó a los reyes y a su [Ortiga: referente] prometido a cubrirse los ojos. Cuando pudieron volver a mirar, descubrieron con asombro que la muchacha había cambiado su sencillo traje de aldeana por un magnífico vestido dorado, cuajado de refulgentes piedras preciosas. Marcela contempló con cierta incredulidad los zapatos de cristal que aprisionaban [Ortiga: connotación negativa] sus pies.
—Sí, en efecto; también sé hacer estas cosas —confirmó el hada ante el estupor de la reina [Ortiga: ¿no se supone que están acostumbrados a «estas cosas»?], con un cierto tono divertido en su [Ortiga: anglicismo, crea ambigüedad de referente] voz—. Como podéis comprobar, a menudo la diferencia entre una princesa y una plebeya no es tan fácil de apreciar.
—¡Por supuesto que lo es! —estalló la reina—. ¿Y qué hay de su porte? ¿Y de sus modales? ¿Y de su acento? [Ortiga: she has a point.]
El hada madrina restó importancia a todo ello con un gesto displicente [Ortiga: ya, ¿qué gesto?].
¿A quién no le gusta un poco de sabor plebeyo? |
—Tendrá tiempo de aprenderlo antes de la boda. Y, en cualquier caso, al pueblo le gustará que conserve cierto… [Ortiga: veintisiete] sabor plebeyo, si entendéis lo que quiero decir. La adorarán por ser de origen humilde. Se sentirán más cercanos a la familia real. Apreciarán al príncipe, su futuro rey, como a alguien capaz de escuchar a su gente y de ver más allá de las apariencias. Alguien capaz de casarse por amor [Ortiga: no me parece que esta hada se lo esté vendiendo demasiado bien. Esta reina no tiene pinta de que eso le importe un pimiento].
La reina entornó los ojos y abrió la boca para hacer algún comentario [Ortiga: ya, normalmente es lo que la gente tiene en mente cuando abre la boca, hablar (es eso o comer. Zarza: O MORDER. Ortiga: O.O)]. Pero, justo en aquel momento, el hada dijo, como si se le acabara de ocurrir:
—Aunque [Ortiga: ¿aunque?], naturalmente, la boda debería celebrarse cuanto antes. Después de todo, hay que pensar en el bebé.
—¡¿Bebé?! —chilló la reina, ofuscada [Ortiga: no creo que esta palabra signifique lo que crees que significa].
—Por supuesto —asintió el hada, haciendo caso omiso de la agitación de los reyes [Ortiga: al rey nadie le ha mencionado]—. No querréis que vuestro hijo tenga un bastardo por ahí perdido, ¿verdad? —Movió la cabeza en señal de desaprobación—. Los bastardos solo dan problemas. Puedes intentar hacerlos desaparecer discretamente, pero siempre se las arreglan para salir adelante, nadie sabe cómo. Y luego regresan cuando menos lo esperas, se levantan en armas, organizan una revolución y se quedan con el trono por la fuerza, así que… [Ortiga: veintiocho] ¿por qué no hacer las cosas bien desde el principio?
Mujer, si ya te habían dicho lo del pajar. |
—¡¿Bebé?! —repitió la reina.
Tan alterada estaba que no se molestó en observar a la pareja con atención; de haberlo hecho, probablemente habría descubierto que estaban tan perplejos como ella [Ortiga: esta mujer es una mierda de reina, no es por nada].
Os toca a vosotros ser felices
No hubo mucho más que decir después de aquello. La reina trató de recomponer su dignidad perdida [Ortiga: moviendo ágilmente las cejas] asegurando que organizarían la boda más fastuosa que se hubiese visto jamás. De modo que se puso a correr de un lado a otro gritando órdenes para iniciar los preparativos, mientras el rey y su hijo discutían sobre la fecha apropiada y el hada madrina quedaba en un segundo plano [Ortiga: y Marcela ni te digo en qué plano queda, que ni se la menta].
Esta [Ortiga: mala división de párrafo, teniendo en cuenta el pronombre y su referente] sonrió para sus adentros y retrocedió unos pasos. Cuando se aseguró de que nadie le prestaba ya atención, dio media vuelta y salió al balcón.
Desplegó sus alas y se dispuso a marcharse. Había sido un largo día y estaba demasiado cansada para utilizar su magia de nuevo.
Estaba ya en el aire cuando la voz de Marcela la detuvo [Ortiga: para llegar, se aparece; para marcharse, volando].
—¿Te marchas, madrina?
Ella [Ortiga: uh... referente peliagudo. No me gusta] se dio la vuelta y la vio allí, apoyada en la balaustrada. Se la veía feliz [Ortiga: referente], pero de un modo poco convincente [Ortiga: a lo mejor es que no quería tener que casarse tan rápido y en esas circunstancias. Como nadie le ha preguntado…], como si creyese en el fondo que la capitulación de la reina solo había sido otro bonito truco de magia [Ortiga: explicativo]. Y era obvio que se sentía incómoda con su traje dorado; [Ortiga: y esto ¿por qué no es una coma corriente y moliente? Creo que hay gente que realmente piensa que el punto y coma tiene glamour propio o algo] pero el hada no la había vestido así por casualidad. [Ortiga: esto sí podría ser un punto y coma (aunque en este caso en concreto, yo pondría dos puntos)] Cuanto antes se acostumbrase la gente a verla como una princesa, antes comenzarían a tratarla como tal [Ortiga: pensaba que el problema era que la niña se sentía incómoda en el vestido, no que la gente la mirase mal]. Y también ella debía habituarse a su nueva vida [Ortiga: ah… el orden de prioridades sigue siendo inconsistente]. Porque ya nada volvería a ser como antes.
Hay un mozo de cuadra que me necesita mas. [Personalmente, yo sólo espero de que eso de que «las cosas empiezan a torcerse» no signifique que el mozo y el hada acaban liados >.<] |
—Sí, lo siento —respondió el hada—. Tú ya no me necesitas, y yo tengo cosas que hacer [Ortiga: esto suena con mucho retintín].
—Pero ¿por qué le dijiste que esperábamos un bebé? Sabes que eso no es verdad.
—Entonces ya podéis daros prisa, porque [Ortiga: coma] si vuestro primer hijo se retrasa, tu futura suegra podría sospechar [Ortiga: odio a la gente metomentodo que se dedica a complicarles la vida a los demás. Tú imagínate qué alegría si luego resulta que la niña es estéril. Porque además ya nos han dicho que virgen no es, así que si aún no se ha quedado embarazada es una opción no descartable].
Y le guiñó un ojo; [Ortiga: ¿tienes algo en contra de los puntos simples?] Marcela sonrió.
—Dime, madrina, ¿volveremos a verte?
—Es posible.
Iba a añadir algo más [Ortiga: necesito asegurarme: ¿el hada?], pero en aquel momento el príncipe salió también al balcón.
—No sé cómo agradecerte lo que has hecho por nosotros —empezó, mientras enlazaba con el brazo la cintura de su flamante prometida [Ortiga: received text]; ella [Ortiga: ¿ella, quién?] asintió, con una amplia sonrisa—. Si hay algo que podamos hacer por ti… [Ortiga: veintinueve] Oh. [Ortiga: este punto sobra] —Se interrumpió de pronto, y una arruga de preocupación apareció en su frente—. Te hemos invitado a nuestra boda, ¿verdad? Y al bautizo de nuestro primogénito… [Ortiga: treinta] ¡y de todos los hijos que tengamos en el futuro! —añadió con cierta precipitación [Ortiga: el pobre suena asustado. Claro que, después de Maléfica, como para no estarlo].
—No os preocupéis —los tranquilizó ella—. A las hadas siempre se nos invita, de una manera o de otra. Y os lo agradezco, pero no voy a poder asistir.
—Oh. [Ortiga: fuera ese punto] —Extrañamente, Aldemar pareció decepcionado y aliviado al mismo tiempo [Ortiga: explicativo]—. Es una… [Ortiga: treinta y uno] ejem… [Ortiga: treinta y dos] lástima [Ortiga: no me gusta el recurso, pero la intención se nota. Nice job].
—Yo ya he hecho lo que tenía que hacer. Ahora os toca a vosotros ser felices.
—Muchísimas gracias por todo, madrina —dijo Marcela con calor [Ortiga: que alguien ponga el aire acondicionado]—. Nunca te olvidaré.
De nuevo, ella les mostró aquella breve media sonrisa [Ortiga: sí, la que yo ya odio].
—Pero hay algo que me gustaría saber —prosiguió Marcela—. Después de todo este tiempo… [Ortiga: treinta y tres, cuarenta y cuatro, cincuenta y cinco...] aún no me has dicho tu nombre.
Por primera vez, el hada se mostró confundida. Los dos enamorados lo notaron.
—¿He dicho… [Ortiga: treinta y cuatro] he dicho algo malo? —titubeó Marcela.
—Tal vez las hadas no tengan nombre —aventuró el príncipe en voz baja.
—Tengo nombre —atajó ella—. Lo que ocurre es que… [Ortiga: treinta y cinco] —vaciló [Ortiga: mayúscula inicial] un instante; pareció que iba a añadir algo más, pero debió de cambiar de idea, porque por fin alzó la cabeza y concluyó—: Camelia. Me llamo Camelia.
—Camelia —repitió Marcela—. Es muy bonito, madrina. Lo recordaré siempre.
Ella no respondió. Los obsequió con otra sonrisa fugaz y, por fin, emprendió el vuelo.
Se elevó hacia las alturas, dejando atrás a los dos enamorados en el balcón, despidiéndola [Ortiga: mal empleo del referente, crea una ambigüedad innecesaria. El complemento lo arregla un poco, pero sigue sin gustarme. Y la coma tampoco ayuda] con la mano.
No se volvió para mirarlos. Normalmente, su cabeza estaría ya ocupada pensando en los otros ahijados que tenía repartidos por diversos reinos, y a los que debía atender. Pero había sido realmente un día muy largo, y se permitió reflexionar sobre la última conversación que había mantenido con Marcela y su príncipe [Ortiga: explicativo].
Por si las moscas... |
No la había sorprendido que la invitaran a la boda. Muchos olvidaban hacerlo explícitamente, aunque el protocolo de todas las cortes incluía siempre una invitación abierta a todas las criaturas sobrenaturales, para no correr el riesgo de que alguna se ofendiera: [Ortiga: no entiendo la presencia de estos dos puntos] otros sí se acordaban de convidarla, pero solo porque eran conscientes de la importancia de la tradición. Y finalmente había algunos que, cuando decían que querían que su hada madrina asistiese a su boda, al bautizo de su hijo o al resto de su vida en general… [Ortiga: AAAAGH. Treinta y seis] lo decían de corazón.
Camelia no dudaba de que Marcela y su prometido pertenecían a ese último grupo [Ortiga: ah, ¿sí? Pues yo al prometido no le he visto llorar de pena precisamente cuando has dicho que no irías]. Pero no tenía tiempo de asistir a las celebraciones; tampoco le gustaba demasiado ser el centro de atención, y estaba convencida de que la reina trataría de utilizar su asistencia en beneficio propio. Después de todo, un hada madrina no la tenía cualquiera [Ortiga: pero, vamos a ver, aclárate: ¿Marcela es perfectamente normal o no?].
Camelia [Ortiga: explicitación del referente no necesaria. Para eso sirve el salto de párrafo] suspiró. Conocía a otras hadas que estaban encantadas de figurar; Orquídea, sin ir más lejos, era toda una especialista en la materia. Se preguntó si podría enviarla en su lugar, pero descartó la idea. Probablemente la reina no notaría la diferencia. Pero Marcela sí.
[Ortiga: mala división de párrafo, genera un conflicto de referente] Al fin y al cabo, había sido la primera en trescientos años que le había preguntado su nombre.
[Ortiga: a todo esto, tres capítulos mal divididos para presentarnos a un set de personajes que, si he de hacer caso a la sinopsis, no piensan volver a aparecer, salvo el hada. Pues... qué bien.]
jajjajaajaja
ResponderEliminarQue bien me lo he pasado leyendo el capítulo xDDD
Lo de las cejas...(37) mortal jajajaja
Bueno, igual sí ha mejorado de verdad. Eso de dejar a un lado los 14 capítulos es algo en lo que no me había fijado. Es más, ni siquiera me había fijado en que los libros que he leído suyos los tuvieran, básicamente porque el número de capítulos me da un poco igual.
ResponderEliminarSolo por la primera frase parece que la reina es una borde estirada. Además, me la imagino poniendo cara de estar oliendo estiércol del bueno, del oloroso, torciendo la boca hacia un lado y arrugando la nariz, y a la pobre Marcela ( menos mal que no le ha puesto Pascuala o Marciana O___o) con cara de susto, nerviosa, y cogiéndose las manos con fuerza, tensa y sentada en una silla (esto último es cosa mía).
A Aldemar creo que le cambiaré el nombre y le llamaré Eldelmar porque es lo que entendía cuando leía su nombre :D Con lo del ardor de Eldelmar he pensado que tenía ardor estomacal, así que me lo he imaginado llevándose las manos al estómago y con cara de estar pasándolo mal.
Cuando hablaban de las marcas de nacimiento creí por un momento que iban a dejar a Marcela así http://www.tendencias-moda.com/wp-content/uploads/el-rapado-de-lado-de-las-celebridades-2.jpg Cambiad el color del pelo a castaño y creo que visualizaréis perfectamente a Marcela de haber encontrado una marca nada más empezar a raparla.
"—No, madre. Puedo garantizar que no tiene ninguna marca de nacimiento en ninguna parte de su cuerpo." ¿Tengo la mente sucia o Eldelmar insinúa lo que creo que insinúa?
Al príncipe se le curó el ardor de estómago al ver a Camelia. Para mí que le dio sal de frutas. Parece un hada práctica, con experiencia y recursos, como dejar caer la posibilidad de que haya un bebé de camino. También pienso que tiene una ocupación muy Mary Poppins.
La reina perdió la dignidad en esa escena. Jajaja. Pero seguro que sus aires de superioridad y su cara de estar oliendo estiércol no.
Para mí que ellos son conscientes de que les puede caer una maldición y conocen el caso de Maléfica así que no quieren que les pase lo mismo.
Atte, E.
Socorro, si no he podido leer más adelante porque me he cansado y todo. Ya le tenía yo pocas ganas al libro y bueno, en fin. Yo también veo que Simón y Camelia se van a juntar, no sé por qué.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada, y espero que critiquéis más el libro si acaba en vuestras manos.
¡Un besín!
Mira que yo uso mucho los ;, los puntos suspensivos y las cejas, además de tonos y referentes, pero 37 veces en 3 capítulos creo que es ya mucho xD
ResponderEliminarIgualmente, solo con leer la sinopsis ya veo que la literatura de Laura ha quedado muy atrás en mi vida....
Yo creía que abusaba de los puntos suspensivos en mi blog hasta que leí esto. Joder, colega, ¿qué coño hacen los editores de hoy en día?
ResponderEliminarAl lado de la imagen del "sireno" de padre de familia decís algo de un anglicismo. ¿A qué os referís? Es que no lo he entendido.
ResponderEliminar¿Y por qué pone dos puntos suspensivos en lugar de tres? ¿Para que no se noten los taitantos que ha puesto?
Me gustaría que explicarais un poco más lo de los referentes y los anglicismos. Hay varios casos en este texto y no lo pillo bien.
En general, es un texto soso, pero no lo veo tan mal como otros que habéis puesto. Me resulta extraño que critiquéis algunas cosas porque yo las hubiera escrito igual, jajajaja
En fin, lo cierto es que lo del punto y coma, los puntos suspensivos pareados y el enarcamiento de cejas se hace cansino.
DIOS. Tengo ladillas hasta donde recuerdo. Es brutal! No me había fijado, jajajaja. La verdad es que acabo de ver esa entrada y creo que yo habría escrito "Tenemos los hombres drogados, retrasados" o "Tantos lerdos han dormido rocas". Son raros y absurdos con ganas y sé que la entrada la pusisteis hace tiempo, pero da igual. Se me ocurrían cosas demasiado extrañas y surrealistas como para no ponerlas.
ResponderEliminarAtte, E.
Ana María, yo no veo que haya puesto dos puntos suspensivos o.o En todo caso, lo del anglicismo es el "yo...". De eso he hablado precisamente en la última entrada de Yo también quien ser escritor sobre los puntos suspensivos, por si te interesa.
ResponderEliminarAlex Xela, Beatriz L. M., yo también (ab)uso los puntos suspensivos en el blog. Pero, en fin, es un blog, y escribo mucho más casual, más "oralista". A la hora de ponerse a escribir una novela, me los cargo todos. Para mí los puntos suspensivos son algo así como los emoticonos, para que os hagáis una idea xD
La verdad es que al principio no asimilara que la autora fuese Laura. En los dos primeros capítulos no hay taaantos fallos como suele haber, y los que hay no son tan graves. Me ha gustadado mucho la entrada malas hierbas, en lo que a mi respecta extrañaba sangre, horror y vísceras (?).
ResponderEliminarLo del hada choni me ha matado MUCHO. Ay, qué pechá de reír... xD
ResponderEliminarEn cuanto a la correción, no puedo decir mucho salvo una duda que me carcome por dentro. Es referente a la puntuación. He visto que al terminar una oración en un diálogo, cuando se abre una acotación y esta empieza por mayúscula, a veces veis como válido que dicha oración termine con punto y otras no. Por ejemplo:
—Naturalmente, madre. —El príncipe asintió con ardor. (CON PUNTO)
—[...]Y ama sincera y profundamente al príncipe Aldemar. [Ortiga: este punto sobra] —Hizo una breve pausa y añadió, con un leve atisbo de sonrisa—: De lo contrario, yo no estaría aquí. (SIN PUNTO)
¿Ahí sobra y en la anterior no? ¿Por qué? ¿Cuándo entonces se debe poner punto delante de una acotación que empieza por mayúscula? Yo tenía asumido que siempre que la acotación no fuera un verbo relacionado con la acción de comunicar (dijo, soltó, susurró, masculló...) se debía poner punto tras la oración y luego empezar la acotación con mayúscula. Lo que no sé es lo que pasa cuando la oración no acaba ahí y sigue tras la acotación. ¿Por eso no tiene punto en el segundo caso, porque la oración debería continuar con "coma" y, por tanto, no está acabada?
(Reflexionar mientras comentas y otras formas de haceros leer pequeños tochitos de amor hacia vuestras personas).
Amaranto, eso está explicado en la entrada que hice sobre diálogos para Yo también quiero ser escritor (por si te interesa verlo con calma). Lo de poner punto antes de la raya de diálogo es una excepción, sólo es válido cuando la intervención de diálogo termina con la acotación (y sólo en el caso de la mayúscula), y no cuando la intervención continúa tras la acotación.
ResponderEliminarOs recomiendo que no leáis el libro: es una tortura y un coñazo. Como bien habéis adivinado los personajes de esos tres primeros capítulos no vuelven a aparecer, pero es que son muuuuchos los personajes que están de relleno. A mí me gusta Laura Gallego, pero este libro me ha parecido infumable, de lo peor que he leído de ella.
ResponderEliminarPensaba que ibais a reseñar el libro entero, pero no. Solo fue el primer capítulo :( Después de leer El libro de los portales, no vuelvo a comprar nada más de Laura Gallego y me alegro. Los primeros capítulos no me llaman mucho la atención y lo de los puntos suspensivos... (xD) Es que, madre mía, los pone en todas partes.
ResponderEliminarA ver si reseñáis el libro entero. Me sorprende que te puedas reír tanto con los últimos libros de Laura Gallego, Ortiga. Son la cosa más sosa del mundo.
Ortiga, juro que cuando lo he leído esta tarde en el PC, me salían dos puntos en vez de tres. Ahora en la tablet, me están saliendo tres!! Esto está embrujao!!! Jajaja
ResponderEliminarHe flipado con la corrección. Aunque soy incapaz de reconocerlo sobre el texto, cuando lo resaltabas, sí recordaba las lecciones de Quiero ser escritor. MUCHAS GRACIAS.
ResponderEliminarSolo una cosa. Tienes razón, la reina es híper maleducada llamando de tú a todo el mundo, pero parece que es una costumbre, el "tu" Borbónico es muy célebre. Serán cosas de no mezclar su sangre.
Un saludo
Queridas hierbajas...
ResponderEliminarPaso por aquí para decir que si me dejais un email puedo enviaros el libro de "Todas las hadas del reino". No he leído la crítica todavía porque quiero leer primero el capítulo por mi cuenta (a ver que encuentro yo solita por esas lindes). Ah, también tengo "grandezas de la literatura" como After, u Obsidian a vuestra disposición ( sé que leísteis After en inglés, pero creo que en español las ganas de vomitar aumentan más). ¿Cómo han venido a parar a mis manos? Ni siquiera yo lo sé.
Saludines.
El email del blog está arriba del todo a la derecha (en el sidebar), junto con el resto de redes sociales.
ResponderEliminar¡Hola hierbajas!
ResponderEliminarNo sé si os acordáis, pero soy esa anónima que hace poco empezó a pulular por aquí y os dijo que la habíais motivado para abrir su propio blog. Bueno, pues ese blog ya existe y, como inspiradoras, os invito a que os paséis. En plan como con las hadas madrinas (para ir acorde con la entrada), que está feo no invitarlas.
Todavía es un sitio humilde que a penas despega, pero es mío y lo quiero, como se suele decir. Así que sois libres de pasaros por él si os apetece, aunque sea a despotricar: https://lasangrealrio.wordpress.com
Saludos.
Conste que odio profundamente y con alevosía a las hadas madrinas O.O pero voy a pasarme ^^
ResponderEliminarEnhorabuena por el nuevo proyecto. Te deseo suerte.
O.
Pues no sé por qué te caen mal las hadas, a mí me parece que se lo han montado muy bien:
ResponderEliminar-Se dedican a ir de gorra a bodas y nacimientos reales porque, si no las invitas, te lanzan maldiciones chungas de Chungolandia, como decís vosotras.
-Regalan a sus supuestas protegidas dones inútiles que, normalmente, sólo les crean problemas.
-Se pasan el tiempo rascándose la nariz y disfrutando del sufrimiento de sus supuestas protegidas.
-Cuando por fin aparecen sólo lo hacen una vez, no terminan de resolver el problema y, encima, esperan que estés súper agradecida con ellas por dignarse a mover un dedo por ti después de verte sufrir años.
-Normalmente esa única aparición estelar basta para que los malos terminen muertos de forma sangrienta, porque ellas no son partidarias del arrepentimiento ni las segundas oportunidades, no señor.
Y, pese a que todo lo anterior demuestra que son seres vagos, gorrones y sanguinarios que gozan con el sufrimiento ajeno, han conseguido convencer a todo el mundo de que son maravillosas y las buenas de la película y que todo el mundo las adore y quiera poner un hada madrina en su vida.
Son genuinos ejemplos de manipulación y maldad camufladas tras trajes brillantes y alas de purpurina.
Hombre, si me lo pintas así... e.e Sin duda califican para buenas malas hierbas.
ResponderEliminarNo obstante, hasta la fecha siempre he creído firmemente en eso de "no atribuyas a la maldad lo que puedes atribuir a la ignorancia/estupidez", y lo cierto es que, viendo a las hadas de la Bella Durmiente, no me da precisamemente la sensación de que deba revisar mis (pre)juicios... xD
A mi me hubiera gustado más el nombre de "Todas las cejas del reino", visto el protagonismo de éstas.
ResponderEliminarhttp://38.media.tumblr.com/d8682a86dc3c3eedbd2c7338df0a02fa/tumblr_nfnsh83Hsh1u1cia5o3_250.gif
XDDDDD
ResponderEliminarParty Thranduil!!
Ortiga, por lo menos las hadas de La bella durmiente cuidaron de ella. La fastidiaron bastante (por no decir otra cosa) el último día, el día crítico, pero por lo menos cuidaron de ella. Aunque las dos primeras le dieron dones un poco inútiles, especialmente tratándose de una sociedad medieval (decidme dónde iba alguien en esa época con la belleza y con buena voz), la última por lo menos ayuda algo diciendo que ella no moriría, sino que dormiría. Algo es algo, porque hay un película (no recuerdo cuál) en la cual el hada madrina le da a su protegida el don de la obediencia, que eso es más una maldición que un don. Sinceramente, me extraña que haya alguien con esa maldición haya podido superar no ya la adolescencia, sino la infancia.
ResponderEliminarAtte, E.
Hola, he vuelto (para no vender nada, tranqui@s).
ResponderEliminarSólamente queria decir que he conseguido el pdf del libro y me lo he leído en un tiempo record, y mira que tengo cosas que hacer de la Universidad, pero da igual...porque el libro me enganchó de principio a fin. Ha sido una experiencia digna de Odisea en el Espacio, pero la parte del viaje interdimensional todo el rato, en loop.
Tengo que destruir vuestras ilusiones sobre los capitulos: que si sobrepasa los 14, que la maldición se ha roto...tururú, bocata de atún. CLARO, SI HACES CUATRO HOJAS DE CAPITULO, YO ASÍ TAMBIÉN TE SACO 100 CAPITULOS.
El problema, en general, que le planteaba al libro hasta la mitad era, en mi opinión, que Laura no sabe o no quiere definir su audiencia; osea, le falta chicha al trasfondo sociopolitico del mundo (dice muchos reinos, algo de historia a grandes rasgos...sobre el país de las hadas y su reina, la verdad es que ná, practicamente, y mucho ya al final), peeero para un público infantil-juvenil de lectura ligera podría pasarse y perdonarse, si nos lobotizamos un poco y nos fumamos un porro.
En cambio, hay asuntos tratados que no los meteria tanto en infantil y sí más juvenil-adulto, son más desarrollados en teoría (porque luego te quedas así esperando y no viene nada); sí es así, no podemos perdonarla y hay que sacrificar.
Además, ya a partir de la segunda parte del libro es el plagio padre por parte de cierta película de Disney ( no contamos con que las referencias totalmente idénticas a cuentos populares, sin cambiarlas ni nada, eh?), y un final totalmente agonizante y 'lol so random XD' que saca del sombrero.
Preguntas sin resolver sobre el origen o destino de algunos personajes secundarios, que son recurrentes pero que no lleva a ninguna parte; a destacar personajes que se preguntan por qué ellos no han hecho cosas por la trama ( los personajes mismos se rebelan contra su autora!) y otros que aparecen y desaparecen para nunca más ser nombrados.
Por favor, leer el libro, no quiero ser la única traumatizada.
https://www.youtube.com/watch?v=BMDAGxtC7PY
Panda, nosotras también tenemos el documento, y no descarto todavía su lectura. Por desgracia, ando algo falta de tiempo últimamente, así que no creo que lo veáis por aquí en un futuro demasiado próximo.
ResponderEliminarEn todo caso, admiro tu valor xD
¡Buenas!
ResponderEliminarYo también me he leído el libro hace poco. Las alusiones a los cuentos de hadas me han gustado, ha sido un tema que siempre me ha encantado, pero la verdad es que la historia en sí... Como bien comentáis, aparecen demasiados secundarios, los cuales luego no tienen peso en la trama (y encima la autora no te cuenta qué es de ellos al final) y, en cuanto a la trama principal... Quizás lo único bueno que tiene es que hay muchísimos giros inesperados. Luego ya que esos giros te gusten, te parezcan verosímiles, tengan sentido... Eso ya es otro tema.
Lo que sí puedo decir es que, en cuanto a estilo, parece que a Laura se le haya quedado el dedo pegado al botón del punto y coma. ¡Por dios, cómo me sangraban los ojos! Frases que no tenían NADA que ver entre sí, unidas por un punto y coma, punto y coma cuando debería ir sola la coma... Horrible, HORRIBLE, ha sido horrible, de verdad. Más allá de la historia, me daban ganas de ponerme a corregir como una loca todos esos punto y coma sin sentido que abundan en cada página, porque es que de verdad que la mayoría eran como los secundarios del libro: no pintaban ahí nada de nada. En serio, si os fijáis mucho en los puntos suspensivos, en este caso os saltarán a la vista los innumerables punto y coma que aparecen en la novela. Si la leéis, claro.
Otro tema son los capítulos. Como han comentado por arriba, es muy fácil sacar cien o más capítulos si apenas dedicas una o media paginilla a word a cada uno de ellos. Esto podría ser un punto a favor si se trata de aportar agilidad al texto, pero es que me parece que Laura lo ha hecho de una manera tan cutre, tan "cogida con pinzas", que casi mejor que se hubiera quedado con su manía de los catorce capítulos por libro.
En cuanto a personajes, lo dicho: la mayoría están para hacer bulto, y los que no, para putear a los demás a base de bien. En especial dos de ellos, pero mejor no los menciono para no hacer spoiler (just in case).
En fin, sin duda sigo prefiriendo algunos de los libros de Laura que ya tienen sus años, porque las tres últimas novelas... vaya, vaya. Quizás el planteamiento es interesante, pero la forma en que lo desarrolla... Como que se queda en pañales. Quizás salvo El libro de los portales, pero sólo por la trama de misterio, y lo único que me ha gustado de Todas las hadas del reino ha sido, como he dicho, el encontrarme menciones a los cuentos que he leído desde pequeña. Porque en el fondo soy una sentimental. (Donde los árboles cantan ni lo menciono, porque es que le tengo taaaaanto asco...)
Well, queridas malas hierbas, ya contaréis si finalmente os decidís a leer este libro. Estaré atenta, sin duda me encantaría conocer vuestra opinión.
¡Nos leemos!
Oooooh, os habéis acordado de "Tengo Ladillas Hasta Donde Recuerdo", estaba tan inspirado aquel día... (como casi siempre que hay que ser malvado). Con eso y lo de "tope dramático" habéis conseguido tocarme la patata xD
ResponderEliminarEn cuanto a Laura Gallego, para bien o para mal, ya tiene un nombre hecho en este país. No creo que busque escribir un libro con mucha trama o sentido (por desgracia), creo que trata de satisfacer a la media de sus lectores y ya está. Y para eso no hace falta ni saber escribir.
Eres todo un referente en este Jardín, ya lo sabes, Monti =D
ResponderEliminarHola de nuevo, venía simplemente a dejaros mi humilde opinión acerca de esta novela, por si seguís con el interés de reseñarla al completo :) https://eljardindelinvierno.wordpress.com/2015/04/16/todas-las-hadas-del-reino-laura-gallego/
ResponderEliminar¡Saludos!
Hola malas hierbas. Tenía que comentar para deciros: sois unas grandes. Ortiga, es el primer trozo de cacho de pedazo de libro que leo de la Gallego y que en lugar de ganas de vomitar me da la risa floja. Porque hay libros malos que dan risa, pero los de esta señora dan ganas de matar los puntos y comas con puñaladas lapiceras, comerse el laísmo a bocados y borrar los puntos suspensivos y PUNTO.
ResponderEliminarCometí el error de intentar leer alguno que otro (soy débil), y me dio la sensación que se había quedado atrapada en la escritura de su niñez, que está muy bien para libros de niños de cinco años sin mucho criterio, pero ella lo intenta con más mayores y va a ser que no.
Los resúmenes de sus libros crean falsas expectativas, (porque no negaré que no me interesaría leerlo según la sinopsis), pero luego siempre descubro que las tramas no se sostienen, los personajes masculinos son del género bobo y las del género femenino unas bordes insufribles, altivas, altaneras y estreñidas (aquí lo representa la reina, el resto son del género bobo); la ausencia total de una correctora ortotipográfica y, en fin, que no es oro todo lo que reluce.
Así que aquí tenéis otra seguidora más, dispuesta a reirse de los libros malos con vosotras ;)
Holi, malas hierbas
ResponderEliminarMe aburría y he empezado a ver antiguas entradas. Estoy intentando ver la primera. No la eencuentro. Bueno, que me voy por las ramas.
A ver, yo tenía previsto coger el libro de la biblio para ver qué tal, pero ahora se me han quitado las ganas. Para reírme yo sola, me lo leeré. ¡Si no no sé para qué tengo el carné!
Bueno, lo siguiente es una noticia que os tengo que dar (aunque seguro que casi todos la sabréis. Bueno, no es una noticia exactamente, sólo una cosilla que os quiero decir) En la web de nuestra amiga Laura (Lauragallego.com) hay un montón de cosas, ¿no? Hay una página de contacto, una sección de curiosidades, otra de preguntas frecuentes, otra más que va de sus resúmenes que nos crean falsas expectativas´, etc (de las demás ni me acuerdo ni me inportan). Bueno, también puedes seguirla en las redes sociales.
Bueno, sólo para deciros que la tía es una borde que lo flipas. No os preocupéis, si leéis muy por encima os parecerá la persona más dulce del mundo, comprensiva con sus lectores, cariñosa y bla, bla, bla. Pero luego miras y ves que es una anticuada total y que cuando ves entrevistas suyas en YouTube es una pija de mucho cuidado.
Se hace líos ella sola incluso en su webb, sus twits dan pena y vergüenza ajena. Abajo os copio uno, no os preocupéis. Además, no tiene móvil y no sabe escribir correos electrónicos. Sólo puedes contactar con ella por carta convencional.
Me encanta Laura Gallego, no voy a negarlo. Es de mis escritoras preferidas. Pero no la entiendo. De niña me creía que tenerla de madre era de lo mejor qe podía pasarte, pero ahora...
Un saludo.
Twit: ¡Ánimo con el lunes, lectores. El lunes es igual de intenso en la Tierra, en Darusia y en Idhún. Las pilas siempre a tope y recordad leer.
Porfi, corregid mi parrafada anterior, quiero que me ayudéis a mejorar. Yo digo que Laura se hace líos ella sola, pero no hablo de mí.
ResponderEliminarSoy un desastre jajajajaja.
Un saludo.