Donde la literatura y la maldad se toman un té

martes, 12 de septiembre de 2017

Alas de fuego, de Laura Gallego (Innombrables 18)


Queridas malas hierbas,

Esta está a punto de convertirse en mi carta de suicidio. Sigo sin quereros, pero me apetecía haceros sentir culpables. De nada.

Dejad que os explique. El otro día tuve un deseo de muerte y decidí leer un libro de Laura Gallego. ¿Habría sido más rápido con Moccia? Puede, pero sospecho que más doloroso. Aun así me mata tanto que esta autora sea premio nacional de literatura. Me da ganas de bajarme en marcha de la vida.

La cuestión es que me leí Alas de fuego, una versión vieja que me dio Ortiga hace siglos y que me he dedicado a llenar de dibujos y comentarios (¿alguien la quiere?). Y dioses, me ha devuelto la vida. Hacía tanto que no me reía a carcajada limpia con un libro. Más o menos desde que tenía trece años y leí Memorias de Idhún. Recuerdo que mi padre solía entrar en la habitación para ver si había perdido la cabeza. Pero no, es que Memorias de Idhún era TAN divertido. Quizás debería releerme el primer libro.

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