Donde la literatura y la maldad se toman un té

jueves, 29 de marzo de 2018

Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling

Dicen que todo lo bueno se hace esperar...

Es mentira O.O



Título: Harry Potter y la piedra filosofal aka El maltrato es mu' malo, salvo si eres gordo (o mimado)
Autoría: J. K. Rowling
«Harry Potter se ha quedado huérfano y vive en casa de sus abominables tíos y del insoportable primo Dudley. Harry se siente muy triste y solo, hasta que un buen día recibe una carta que cambiará su vida para siempre. En ella le comunican que ha sido aceptado como alumno en el colegio interno Hogwarts de magia y hechicería. A partir de ese momento, la suerte de Harry da un vuelco espectacular. En esa escuela tan especial aprenderá encantamientos, trucos fabulosos y tácticas de defensa contra las malas artes. Se convertirá en el campeón escolar de Quidditch, especie de fútbol aéreo que se juega montado sobre escobas, y se hará un puñado de bueno amigos… aunque también algunos temibles enemigos. Pero sobre todo, conocerá los secretos que le permitirán cumplir con su destino. Pues, aunque no lo parezca a primera vista, Harry Potter no es un chico común y corriente. ¡Es un verdadero mago!».

¿Alguien ha dicho Jornadas Rowling? Let's do this!

Queridos hierbajos, yo también crecí con Harry Potter. Tuve la edad de sus protagonistas conforme fueron saliendo los libros (al menos, los primeros). Les tengo mucho cariño: fueron unos de los pocos elegidos [Zarza: I see what you did there] que me llevé conmigo cuando decidí sacar todo lo que pudiera de casa de mi madre para no regresar jamás [Zarza: Sabemos que suena dramático. Eso es porque fue dramático].

Este cariño nostálgico no ha sido jamás impedimento a la hora de despotricar largo y tendido sobre todas lagunas de sentido, mierda diversa y comportamientos tóxicos que corretean por los siete libros (y ocho películas) en cuestión. Ya en mis tiernos inicios de Mala Hierba preadolescente me pareció extremadamente hilarante que la pobre alma cándida a cargo de la traducción de Harry Potter y la piedra filosofal hubiese decidido que la mascota de Neville era una tortuga y no un sapo (toad), una tortuga ultrarápida y extremadamente esquiva a la que bien podrían haber llamado Houdini (este error fue subsanado en posteriores ediciones).

Puestos a traducir palabras basándonos en la coincidencia de las primeras letras podríamos haber tenido resultados más que interesantes:

SPOILER: Leer bajo vuestra responsabilidad, solo si estáis borrachos o tenéis sueño.
«Harry Potter y el estofado filosofal. Harry Potter se ha quedado orgulloso y vive en el horno de sus abominables tíos y del insoportable cojín Dudley. Harry se siente muy sádico y alegre, hasta que un gordo día recibe una letra que cambiará su libro para siempre. En ella le comunican que ha sido aceptado como estufa en el colegio interno Hogwarts de windsurf y windsurfistas. A partir de ese momento, el lupanar de Harry da un vuelco espectacular. En esa escuela tan especial aprenderá especialidades, trigonometría fabulosa y tácticas de defensa contra las artes darvinistas. Se convertirá en el champán escolar de Quidditch, kiwi de fútbol aéreo que se juega montado sobre brócolis, y se hará un puñado de buenas frituras… aunque también algunos felices enemigos. Pero sobre todo, conocerá los secretos que le permitirán cumplir con sus facturas. Pues, aunque no lo parezca a primera siembra, Harry Potter no es una boca común y corriente. ¡Es un verdadero windsurfista!».
[Zarza: Y ahora todos, por favor, un aplauso a Ortiga, que ha reimaginado el prólogo como una traducción de otro prólogo en inglés y nos ha regalado esta fumada mental tan maravillosa. Te queremos, Ortiga.
Ortiga: Es que tenía mucho sueño T.T y Zarza estaba borracha. Y había secuestrado mi móvil y no me podía ir a dormir.
Zarza: ¿Necesitas el móvil para dormir?
Ortiga: No me juzgues.]



En fin, tras una buena noche de sueño, creo que tal vez pueda afrontar esto con algo más de dignidad. Veamos.

Zarza ya os habló de los fallos generales que tiene la escritura de Jotacá. Siguen siendo aproximadamente los mismos durante toda la saga, así que no me voy a molestar en repetirlos. Pasemos pues a comentar cosas algo más quisquillosas. Este primer libro no se salva de tontadas de diversos calibres.

De hecho, me están chivando ahora mismo que, aparentemente, mucha peña considera estos libros muy pedagógicos. Mi cara de WTF no conoce límites ni fronteras. La cantidad de barrabasadas que esta saga le está colando a esas pobres criaturas… Si lo pensáis bien, es un milagro que yo haya salido tan equilibrado [:D].

Así pues, bien. Podemos dejar al margen cosas que ya ha comentado Zarza en anteriores entradas en el Jardín [furcia, deja de escribir antes que yo sobre libros que van después del mío], como lo sorprendente que resulta que Harry tenga recuerdos de cuando tenía un año. O el hecho de que toda una vida de maltrato no haya dejado secuelas psicológicas en nuestro intrépido protagonista. En serio.

Mi escena favorita de este libro es cuando los Dursley llevan a Harry a la estación el día uno de septiembre y le abandonan allí a su suerte a que busque el, en opinión de ellos inexistente, andén nueve y tres cuartos. Mientras, ellos se alejan riéndose malvadamente, como buenos malos que son. Me pregunto cómo se enteran de que Harry ha llegado bien al colegio y cómo hacen para enviarle un regalo de navidad.

Pero bueno.

Creo que también podemos ahorrarnos cosas sobre las que ya se ha hablado largo y tendido en multitud de sitios, como de serpientes que tienen párpados y guiñan ojos o la más que cuestionable economía del mundo mágico y los precios del oro y la plata. «—Diecisiete sickles de plata hacen un galeón y veintinueve knuts equivalen a un sickle, es muy fácil». Desde luego, cualquier equivalencia aleatoria debe de parecerle comparativamente muy sencilla a gente que sigue midiendo las cosas en pies.

O algunas de mis preguntas razonables, como cuánto se tarda en llegar a casa de los Dursley en moto voladora, que Hagrid se tira tal que 24h de viaje con Harry bebé a alturas intimidantes, previsiblemente con mucho frío y ¿sin comida ni agua? [Zarza: y… sin cambiarle el pañal o.O]. «La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol». Si lo pensáis bien, es de hecho otro milagro que Harry sobreviviera a esa noche.

Hablemos de cosas serias pues. De maltrato, por ejemplo. Hablemos de Dudley.

Asustar niños, muy divertido.
Rowling Todo el mundo odia a Dudley (salvo sus padres). Nadie se corta un pelo a la hora de expresarlo. Dudley es estúpido. Y GORDO. Y se mete con Harry porque es una persona horrible, malo, malísimo, malo hasta el tuétano de los estúpidos huesecillos de sus pies. Y GORDO. No porque sus padres sean unos maltratadores de los que ha aprendido comportamientos tóxicos y destructivos. No, qué va: Dudley es un monstruo GORDO y sin redención. Porque ya hemos visto que el ambiente en el que te crías no tiene ningún impacto sobre el desarrollo psicológico y personalidad de estas criaturas, Harry es prueba viviente de ello.
[Como muy bien lo expresa Zarza, en estos libros todo es responsabilidad de los más pequeños, para bien o para mal, y es privilegio adulto poder echarles la culpa de cosas que en modo alguno deberían depender de ellos. Esta debe de ser una de esas portentosas enseñanzas que, según cierta gente, nos brinda Rowling con sus encantadores libros. No sé el resto, pero yo el día que les dé a leer a mis críos estas historias nos sentaremos en familia a discutir muy a fondo ciertos temas.]

«[E]ran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y estúpido de todos, era el jefe». Porque eso tiene mucho sentido: siempre seguimos a personas que son más estúpidas que nosotras, porque, ya sabéis, sus ideas son lo más.

Cuando Hagrid llega a entregarle personalmente la carta de Hogwarts a Harry, irrumpiendo a golpes en la estancia donde Dudley y Harry duermen. Dudley despierta con un sobresalto: «—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente». Porque, ya sabéis, convertir ruidos reales en cosas que tienen sentido (o no) dentro de un sueño es algo que solo una persona increíblemente estúpida haría. Hablar en voz alta cuando estás saliendo de dicho sueño, también.

Desternillante.
Eso por no hablar de la actitud del propio Hagrid, ese encantador gigante bonachón, que irrumpe, como digo, a la fuerza en mitad de la noche en el lugar donde duermen Dudley y Harry. Un hombre adulto cuya cabeza roza el techo y que es capaz de levantar una puerta como si tal cosa y volver a ponerla en su sitio. Este hombre ve a un niño de once años acurrucado sobre un sillón y no se le ocurre otra cosa que decirle: «—Levántate, bola de grasa». Y luego: «—Ese gordo pastel que es su hijo no necesita engordar más, Dursley, no se preocupe». Encantador. Como si apellidar a Neville, el crío al que todo el mundo hace bullying y es un desastre, Longbottom no fuera suficiente alevosía y recochineo. ¿Alguien dijo gordofobia? ¿No? Pues ya lo decimos nosotras.

Tampoco podríamos cerrar este tema sin mencionar a Draco Malfoy. Draco es malo, malísimo, tan, pero TAN malo que se merece todo lo que le pase. Hasta la muerte en horripilantes circunstancias. Cuando envían a Harry, Hermione, Draco y Neville al Bosque Prohibido (hablaré más de esto luego), el narrador pegado a la conciencia de Harry no hace más que insistir sobre el miedo (injustificado) de Draco. Claro, no tiene ningún sentido que a un niño de once años le dé miedo entrar de noche y a las bravas en un lugar en que hay de hecho bichos dispuestos a matarte. Maldito Draco, será pusilánime, exagerado. Lo normal (y deseable) es ser como Harry: entrar tan pichi y «No me importará si le ha pasado algo a Malfoy, pero si le sucede algo a Neville…» porque, ya lo hemos dicho, Draco es MAAAAALO, lo menos que podemos desearle es que se lo cargue alguien en un bosque y sus restos nunca sean encontrados. Y que dé gracias.

Perfecto. Pasemos a otras cosas. Os ofrezco un entrante, la lógica de toda la saga resumida en una frase: «[N]o os olvidéis nunca del mago Baruffio, que dijo "ese" en lugar de "efe" y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho». Así funcionan las cosas. Un día harás algo y saldrás airoso, otro día tendrás un castigo desproporcionado. No hay ensayo y error, no hay método sistemático que poner en práctica para guiarte y hacer descubrimientos útiles. Solo caos y gente a cargo de tu seguridad que reaccionará de maneras inconsistentes y aleatorias ante tus actos. Visto así, se parece mucho a la situación que tenía yo en casa con la enfermedad mental de mi madre, ahora tiene mucho más sentido por qué todo me resultaba tan familiar.

Bueno, hierbajos, dividiré mis diversas quejas y carcajadas en varios apartados, a saber:

Pensándolo mejor…

En estos últimos años, he de admitir que una de las cosas que más me hacía rechinar los dientes de toda la saga fue ese apaño que se sacó Rowling, a última hora y con unas prisas, sobre cómo funciona el rollo de las varitas y sus dueños. Tanto vendernos que «la varita escoge al mago», que no son intercambiables, que una varita que no es la tuya nunca te va a dar tan buenos resultados… Y, la verdad, aunque de este tema hablaremos mucho más cuando lleguemos al libro de rigor, hasta el momento nunca había caído en un pequeño detalle que ya se nos ofrece en este primer volumen de la saga: Ron ha heredado la vieja varita de su hermano Charlie. Sí, tomad un instante para visualizar la situación. No es solo que a Ron le estén condenando a tener que esforzarse el doble de sus compas de primer año para aprender a hacer magia usando una varita que probablemente se niega a colaborar. Es que me estoy imaginando el momento en el que el señor y la señora Weasley le dieron a Ron su varita:
Sra. Weasly: Aquí tienes, Ron, cariño, para tu primer año en Hogwarts.
Sr. Weasly: Estamos orgulloso de ti, hijo.
Charley: Eh… ¿hola? ¿Papá? ¿Mamá? No me he muerto. Sigo aquí **comienza a agitar los brazos para intentar llamar su atención**. ¡¿Hola?! Soy una mago adulto y me voy a Rumanía a cuidar dragones, mi instinto me dice que tal vez necesite mi varita…
Sra. Weasly: Tan orgullosos… **se seca una lágrima**.
Sr. Weasly: Úsala bien.
Pero bueno, tampoco quiero meterme en exceso con estos padres. Bueno, solo un poquitito más: encantador que Rowling se dedique a relativizar y reírse de los episodios de maltrato físico de los que la madre hace alarde, ¿eh? El Sr. Weasley, por otra parte, es el único personaje que en algún momento se preocupa con sinceridad del bienestar emocional de Dudley (creo recordar que en el quinto libro), y eso para mí cuenta.

Pasemos a hablar brevemente del Barón Sanguinario. Este fantasma intimidante se pasea por Hogwarts con las ropas manchadas de sangre, arrastrando cadenas como penitencia por un crimen incógnita y nunca habla. Este es el fantasma que resulta ser la única criatura, viva o muerta, capaz de mantener a raya al poltergeist Peeves . Pero estos pequeños detalles de mutismo, o mudez, son algo que llegará después, cuando a Rowling ya se le haya olvidado que de hecho puso a Harry a fingir que era el Barón Sanguinario para asustar a Peeves en una ocasión en que llevaba la capa invisible. A Peeves le parece muy bien que un fantasma que nunca habla, hable, y se marcha muy asustado a otra parte.

De muggles.

Como creo que Zarza ya ha dejado bastante claro, los libros de Rowling hablan sobre magos y brujas que muestran una preocupante tendencia a olvidar que son, de hecho, magos y brujas. Aquí vengo yo con otros pocos ejemplos de este Alzheimer selectivo.

Sería de lo más sencillo controlar las idas y venidas nocturnas no autorizadas que puedan hacer los alumnos, por ejemplo preguntando a los retratos. Será por veces que la Dama Gorda ha preguntado a Harry y compañía qué hacía por ahí a altas horas de la noche. Pero… bah, ¿pa' qué? Mejor pongamos a los profesores a hacer rondas por el castillo toda la noche. Pero, ey, nos escondemos de los muggles porque entonces estarían todo el día pidiéndonos soluciones mágicas a sus problemas, ¿eh?

A Snape le muerde el perro de tres cabezas de Hagrid, pero en lugar de curarse con magia prefiere dejar que la herida duela y sangre unos cuantos días. Al final decide pedirle al profesor Flitwick que le ponga una venda en un momento conveniente para que Harry les pille infraganti. ¡Seguro que esto forma parte del sesudo plan de Dumbledore para darle a Harry una oportunidad! [este es un chiste interno para mí mismo que quedará explicado más adelante. Os jodéis O.o].

Muy convenientemente, el viaje fallido a Londres de Dumbledore al final del libro, justo cuando Harry y compañía ya se han decidido a apelar a los adultos, es muy largo. Le cuesta llegar a Londres. Será que hay cola para aparecerse.

Ya a puntito de caramelo de conseguir la piedra filosofal, Quirrel decide que, eh, en el fondo no es tan mal tipo y contener/atacar a Harry con magia sería muy abusón por su parte como mago adulto y con experiencia. Mejor vamos a sujetarle con nuestras propias manos.

Wait… wut?

Al tercer día de que estén llegando cartas a casa de los Dursley, tío Vernon decide que lo mejor será tapiar el buzón. Todo el mundo sabe que los carteros no saben llamar al timbre. Su siguiente gran plan consiste en arrancarse medio bigote y llevarse a toda la familia en un roadtrip hasta un chamizo en un peñón pelado de la costa. Well that escalated quickly.

¿Sabíais que la misión específica de las budgers en quidditch es «tirar a los jugadores de sus escobas»? No lo digo yo, lo dice Wood. Menos mal que este deporte no se juega a quince metros sobre el suelo. Oh, espera. Shit [entre esto y el basilisco, yo diría que Rowling tiene un pequeño problema con el tamaño].

¿Os acordáis del trol que se «cuela» en las mazmorras [cómo cojones hizo para llegar hasta allí abajo]? Mide «tres metros y medio de alto» [ajam], pero eso no impide que Harry dé un salto y se le cuelgue del cuello. ¿...? ¿La cabeza del trol mide metro y medio?

Y ¿sabéis qué más cosas lógicas tiene el quidditch aparte de hacer prescindible la labor de todos los jugadores excepto Harry? Ron nos informa muy amablemente de que «esto no es fútbol» y que «no se puede echar a los jugadores en quidditch». Al margen de los grandes conocimientos de Ron sobre fútbol, pese a haberse sorprendido en una ocasión anterior de que se juegue sobre el suelo (aburriiiido), con razón siguen permitiendo jugar al equipo de Slythering, que, como son maaaaaalos, juegan mega sucio. Imagino que tener un árbitro es más cortesía que otra cosa.

En un plot twist no esperado por el lector, Harry por fin recibe un castigo por haber estado haciendo algo que no debía. A él, Hermione, Neville y Draco los mandan con Hagrid al Bosque Prohibido a hacer trabajos comunitarios para el colegio. Cuando ronda suelta una criatura no identificada pero previsiblemente muy maligna y peligrosa que anda cazando unicornios. Tiene todo el sentido. Quién no querría deshacerse de esta peña.

Esta criatura misteriosa (más adelante se revelará que era el profesor Quirrel poseído) hace un ruido horripilante y nunca antes escuchado antes por Hagrid (no lo digo yo, lo dice él): ¿el aterrador sonido de una capa arrastrándose sobre hojas secas? Nope, nunca en mi vida.

Pero bueno, el caso es que no es tan fácil acercarse a un unicornio [Zarza: salvo que seas virgen. Voldemort… ¿tienes algo que contarnos?]. Hagrid nos dice: «No es tan fácil cazar a un unicornio, son criaturas poderosamente mágicas. Nunca había oído que hubieran hecho daño a ninguno». Y, para hacer que lo de los trabajos comunitarios nocturnos en entornos potencialmente mortíferos no suene tan inapropiado en un centro educativo, también nos aclara: «No hay ningún ser en el bosque que os pueda herir si estáis conmigo o con Fang». Porque Hagrid podría cazar unicornios, si quisiera. Fang, pese a salir corriendo con el rabo entre las piernas a la menor señal de peligro, también. Y dividir al grupo en dos al entrar en el bosque suena, en mi opinión, a error de principiante de peli de terror. Lo único peor que eso es que te toque ser la rubia. Supongo que ahora entiendo por qué a Draco (y a Neville) le toca ir con el perro. Dejar al perro a cargo de menores de edad en estas circunstancias es sin duda una idea brillante. Pero, vamos, tampoco es como si Harry y Hermione estuviesen mucho más seguros yendo con nuestro encantador gigante bonachón, porque: «—¡Vosotros esperad aquí! —gritó Hagrid (va a socorrer a Neville y Draco tras haberse oído un ruido espeluznante no identificado)—. ¡Quedaos en el sendero! ¡Volveré a buscaros!». O… bueno, lo que quede de vosotros.

Y ya en último lugar para esta sección, tenemos el comentario de Hermione tras saltar por la trampilla que custodia Fluffy, el perro de tres cabezas: «—Debemos de estar a kilómetros bajo el colegio». El pasillo del tercer piso estaba, me arriesgaría a aventurar, en el tercer piso. Pasando por alto el hecho de que han atravesado varios techos y suelos (incluidas posiblemente las mazmorras), ¿cuánto tiempo han estado cayendo?

No es porque sea el prota. Es porque soy el elegido.

Que a Harry le castiguen en cierta ocasión con lo del Bosque Prohibido califica casi como milagro: ya nos hemos pasado el libro entero con el pipiolo danzando por donde quería y cuando quería y, le pillasen o no, saliendo airoso. ¡Qué digo airoso! Cuando Harry decide desobedecer la orden de la señora Hooch de permanecer en el suelo y se va por los aires a perseguir a Draco, McGonagal decide romper la «regla de primer año» y permitir que Harry sea buscador el equipo de Quidditch de Gryffindor. Lo de que el colegio le regale por la jeta la escoba más moderna y cara del mercado es ya solo por echarle sal a la herida. Para que todo el mundo se vaya haciendo a la idea con tiempo de que ese año la Copa de las Casas se la lleva Gryffindor. Dumbledore, ahí donde le veis, solo busca hacerles a sus alumnos más llevadero el hecho de que la vida real es injusta y llena de favoritismos.

También en este libro tenemos momentos en los que Rowling no tiene ni idea de cómo salir del atolladero en el que se ha metido: «Cómo se las arreglaron para llevar la jaula (con un dragón dentro, entre dos enclenques de once años) hasta la torre del castillo fue algo que nunca supieron (los propios Harry y Hermione)». Nunca lo supieron. Literalmente. Déjame adivinar… ¿Lo hizo un mago? [pero uno no muy listo: luego cogen los pimpollos y se olvidan la capa en la torre, por eso McGonagal les pilla y les manda al Bosque Prohibido. Harry tiene una tendencia preocupante a olvidar la capa por ahí en momentos críticos. Menos mal que siempre habrá alguien dispuesto a volver a dejársela primorosamente doblada sobre la cama con notas crípticas y misteriosas: «Por las dudas». Dudas, sin duda, las que yo tengo. Esta traducción es de lo más intrigante].

Ya de camino a por la piedra, Harry nos deja caer esta maravilla: «—Si algo me sucede, no sigáis. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a Dumbledore. ¿De acuerdo?». Fantástico plan A. Ah, no.

Aunque, vaya, una vez vistas las pruebas tampoco a mí me extraña que Dumbledore sea el plan B. Quiero decir: no hay una sola de ellas que requiera del uso o conocimiento más elemental de brujería. El lazo del diablo se acojona frente a una linterna, para atrapar las llaves ya nos han dejado amablemente unas escobas voladoras para que las utilicemos, el ajedrez no lo inventasteis vosotros (mendrugos), al trol se le vence con fuerza física, el juego de lógica solo requiere (duh) lógica y el espejo solo te pide que no seas un desgraciado con orejas. Hogwarts es el lugar más seguro del mundo: sólo los niños de once años pueden superar su sistema de seguridad. ¿Gringgots lo testean criaturas en pañales?

Cuando la alegre compañía (menos uno) está a punto de llegar a la piedra, Harry de pronto cae en la cuenta de que Snape es un mago adulto, así que le dice a Hermione: «Vuelve, busca a Ron y coge las escobas […]. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a Dumbledore, lo necesitamos. Puede que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad es que no puedo igualarlo». ¿Estás seguro? ¿Alguien ha testeado el sistema de seguridad de Snape? Nunca se sabe. O a lo mejor en el último momento se le olvida que es un mago.

Queridos hierbajos, acabamos ya. Esta conversación tiene lugar en la enfermería del colegio, cuando Harry ya ha recuperado la conciencia tras su enfrentamiento con Quirrel-Voldemort:
«—¿Crees que él (Dumbledore) quería que lo hicieras? —dijo Ron—. ¿Enviándote la capa de tu padre y todo eso?
—Bueno —estalló Hermione—. Si lo hizo… eso es terrible… te podrían haber matado.
—No, no fue así —dijo Harry con aire pensativo—. Dumbledore es un hombre muy especial. Yo creo que quería darme una oportunidad. Creo que él sabe, más o menos, todo lo que sucede aquí. Acepto que debía de saber lo que íbamos a intentar y, en lugar de detenernos, nos enseñó lo suficiente para ayudarnos. No creo que fuera por accidente que me dejó encontrar el espejo y ver cómo funcionaba. Es casi como si él pensara que yo tenía derecho a enfrentarme a Voldemort, si podía…». Dumbledore es sin duda un hombre muy especial que pone (o dejar ponerse) de manera deliberada en peligro mortal a menores de edad, sin conocimiento de los padres o, incluso, en ausencia de tales padres ni de ninguna otra figura adulta tutelar y responsable. Un hombre muy, muy especial.


Y con esto y un bizcocho…

Adiós :D
O.

3 comentarios :

  1. No quepo en mi alegria de tener estas jornadas, estos fueron de los primeros libros que pude leer completos (porque pude entenderlos), en esa época ya me parecía que tenía que haber algo raro, todo el mundo hablaba maravillas de los libros y de su gran calidad pero a mi no me cuajaban algunas cosas, la que mas recuerdo es una escena que quedaba un poco en el aire hacia el final del libro, cuando Harry les contaba a Ron y Hermione todo lo que había pasado y estos habían sido un "excelente publico, que hacía las expresipones apropiadas en los momentos justos de la narración" o el hecho de que en toda la saga el trío de protagonistas resultaran siempre en el lugar indicado, todo muy conveniente, desde ahí ya me sonaba un poco extraño todo XD
    Me encanta poder notar todos estos errores que se me habían escapado.
    Gracias Malas Hierbas :D

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  2. Rowling escribe a la carta según lo que va necesitando, así que en este libro la aparición no existía. A mi su escritura me recuerda cuando de peque jugaba a juegos inventados, me montaba una historia con amistades e íbamos inventado sobre la marcha según lo que queríamos que pasara. Quizá por eso tuvo tanto éxito en la infancia, era un mundo atractivo y con la misma lógica que se usa y disfruta en la edad a la que van dirigidos. Al menos los primeros.

    Sobre el mundo peligro, si lo piensas esa es la razón de que se tenga descendencia a tan poca edad. Visto que la gente mágica tiene toda la pinta de vivir más que la muggle, ya que hay gente que con los meno 80 tacos sigue trabajando y se ve normal, lo lógico sería que se esperara para procrear. Pero la gente se lía a tener descendencia en cuanto sale del colegio, antes de los 30. No es muy lógico, y menos viviendo tanto, que en plena juventud y en momento de terminar estudios básicos se quieran descendencia para complicarse la vida en lugar de dejarlo para más adelante y aprovechar para formarse. Explicación: viven más biológicamente, pero como tanta gente estira la pata debido al mundo peligrosísimo en el que viven se tienen que poner en faena rápido para no extinguirse. De ahí también que haya tan poquísima población mágica. ¿Cuánta gente llega a Hogwarts al año, 15-20 personas? ¡Menos de lo que había en mi clase en el cole de mi pueblo! ¡Y esa es la gente de todo Reino Unido e Irlanda!

    También, y enlazado con lo anterior, me fascina que la logopedia no sea un trabajo solicitadísimo y fundamental para la sociedad. ¿Qué hace el alumnado tartamudo y/o con problemas de vocalización? Por una sílaba puedes pasar de hacer un conjuro sencillo para levantar algo a terminar con un búfalo encima. ¡O sea que lo que para muggles es un problema secundario leve ahí es prácticamente una minusvalía incapacitante o una condena a muerte!

    Por cierto, no has mencionado el detalle fundamental de que en este libro Ron hace algo. Hasta el ultimo vivirá de las rentas de saber jugar al ajedrez y no volverá a ayudar en nada.

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  3. Me matas, Selenita xD

    Creo que debería cambiar de profesión y dedicarme a la logopedia mágica... Aunque, como tú bien dices, ya que parece ser que hay unos veinte magos de cada rango de edad en todo el país, ya tendría que tener mala suerte la pobre criatura para que le tocase ser tartamuda xP


    O.

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