
Ortiga es tu amiga. En este jardín de locas, ella es probablemente la más colgada de todas, pero también es la más amigable, mientras te saca los ojos.
Crítica literaria, escritora de poca monta, cocinera en sus ratos libres. Le gustan las agujas y su tintineo. No sabe cantar ni bailar, pero lo hará de todos modos, porque es una forma de tortura muy divertida y difícilmente demostrable ante un tribunal.

Así que, si no lo sabías, ahora lo sabes: los pingüinos son unos pájaros adorables.
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En mi humilde opinión, tengo un humor urticante, ORTIGA. |
Kant
Kant es una cosita absolutamente adorable. En cuanto lo veas, querrás achucharlo y rascarle detrás de las orejas. Tu mero intento se verá recompensado por una mirada penetrante y un gruñido de advertencia. Si prosigues en tu empeño, pueden suceder dos cosas: perderás un dedo, o perderás dos dedos (dependiendo de cómo de morcillosos los tengas).
Firme detractor del imperativo categórico, Kant se pone contento cuando lee sobre masacres y destrucción masiva.

Reconoce la utilidad de la especie humana como medio para satisfacer sus necesidades primarias básicas, como comer (le gustan las latas de comida para perros, pero no de esas en las que pone «Sabor a buey [6% carne de vacuno garantizado]»). Para todo lo demás, la humanidad le hastía; cuanto más lejos, mejor. En especial, le hastían las personas que se creen inteligentes, y no lo son. No le gustan las cosas a medias y las cosas mal hechas: si, en contra de toda lógica, sigues obcecado en rascarle detrás de las orejitas (sé que es irresistible), al menos recuerda dejar en casa la redacción de lengua que te han pedido en el colegio.
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En esta era de apogeo de la literatura al alcance de todos, Kant quiere que sepas que No, you Kant write. |
Madre mía, no encontraba esta sección por ninguna parte. Lo que cuenta es que ahora sí.
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