Donde la literatura y la maldad se toman un té

viernes, 26 de junio de 2015

El verano de los náufragos, de Sergi Carballo Losada

Título: El verano de los náufragos
Autor: Sergi Carballo Losada
Este libro es por el momento inédito, por lo que no hay ni portada ni sinopsis disponible en internet. La sinopsis que os incluyo a continuación es una que me ha proporcionado el autor.
«El verano en que Javi Roto recibió su primer beso comenzará su peregrinación en busca de la felicidad, la madurez y aquella isla de la serenidad a la que todos aspiramos.»

En efecto, queridos hierbajos y hierbajas, llego hoy con una nueva víctima voluntaria. Así que aprovecharé para darle las gracias a Sergi Carballo por enviarnos su novela: querido autor, el helado es tu amigo, en tamaño industrial.

La verdad, no sé ni por dónde empezar con esta novela. No sé si podéis haceros una idea de hasta qué punto estoy decepcionada. Es más, puedo deciros con exactitud cuál fue la página en la que ya dejé de hacerme ilusiones y me resigné a no poder incluir este libro en la sección de Honrosas excepciones: fue la página 64. Hasta ese momento, había sido inmensamente feliz. No era perfecto, pero el título era tan bonito, y la voz narrativa… Ah.

En fin, voy a intentar no acelerarme. Seguiré el orden habitual.

¿Qué decir de la sinopsis? No veo la relación con la historia, honestamente. Primera noticia de que el protagonista se apellida Roto, no es importante para la narración; acabo de comprobarlo y veo que se menciona una única vez y tal que de pasada en el texto (a diez páginas del final, que yo ni lo había visto). Más cosas: la historia no narra la «peregrinación» del personaje, sino las peripecias de su verano hasta el momento del beso; lo que ocurra en la vida del personaje después del punto final ya es otra historia. Vamos, que no.

Veamos si puedo contaros de qué va el asunto. Esta es la historia de un chavalín que se va a pasar las vacaciones de verano al pueblo materno (una aldea diminuta en mitad de la verde y bella Galicia). Allí, va a fiestas de pueblo, monta en bici, conoce a una chavalina por la que se pilla y se acuerda de una chica que el año anterior murió en un accidente de moto durante las fiestas. Y ya.



El núcleo… Ni pajolera. Realmente tengo la impresión de que Sergi Carballo tenía algún tipo de intención comunicativa con todo este tinglado, pero ¡que me aspen si sé cuál es! No puedo saber si es que él mismo no lo tenía del todo claro al ponerse a escribir o si sencillamente no ha sabido reflejarlo de manera clara. A lo largo de la novela se tratan diversos temas (Dios, dilemas morales, [el poder del] amor…), pero ninguno de ellos con la constancia y profundidad suficientes como para constituir un núcleo firme (y tampoco parece que apunten todos ellos en una dirección concreta).

Curioseando por internet, he leído que por lo visto esta historia tiene tintes autobiográficos. No sé hasta qué punto el relato es fiel a posibles sucesos reales, pero he de decir una cosa: puede que en ocasiones «la realidad supere a la ficción», pero la realidad NO es ficción. Son dos cosas muy distintas. Por regla general, no se puede escribir buena ficción simplemente relatando sucesos reales, porque la realidad carece de justificación por sí misma; la literatura consiste precisamente en darle un significado a sucesos que podrían ser reales y seleccionar aquellos elementos de lo que en verdad sucedió para que se ajusten al mensaje que queremos que cuenten.

En todo caso, del núcleo-incógnita de esta novela quiero añadir algo más: la historia hace ciertas reflexiones religiosas (sobre todo al principio), el protagonista tiene una crisis de fe…, y todo esto, sumado al título, hizo que yo supusiera en un primer momento que el núcleo podría ir por ahí. El padre de Zarza tiene una reflexión al respecto de esto, que compartió conmigo hace algunos años; no recuerdo exactamente cómo va el asunto, pero es algo así como que los creyentes somos náufragos y Dios es el ancla que nos salva (no sé si esto es una idea original suya o si la sacó de algún otro autor). El caso, que yo estaba tan feliz al empezar a leer este libro y ver que hablaba de Dios y de náufragos, y estaba deseando ver cuál era el núcleo concreto de la historia en relación con esto. Como digo, la página 64 fue cuando vi mis esperanzas bajar por el sumidero. Parece que aquí lo de los náufragos va más por el desastre en sí, destrozarte la vida, dramatismo adolescente, y eso. Estoy tan triste.

Hasta que tu tío le robó las ruedas.
Paso a hablaros de la autoridad de la voz narrativa: una delicia (bueno, la mayor parte del tiempo, al menos). Este, de hecho, fue el punto principal que me llevó a hacerme ilusiones y a pensar que podría meter a una nueva víctima voluntaria en la sección de excepciones. El narrador es una primera persona singular que narra en pasado, la conciencia se encuentra claramente situada en un punto alejado en el futuro con respecto a la acción, de manera que el personaje narra los acontecimientos con la perspectiva que le dan los años acumulados, y eso se nota bien en el tono, la selección de elementos, las reflexiones que hace… Buena autoridad emocional, como digo: el narrador es claramente un adulto hablando de su yo adolescente, y ambos razonan de manera acorde a sus respectivas edades. La autoridad racional también es buena: utiliza vocabulario específico, incluye diálogos o detalles en gallego, habla de organización de concellos y otras cosillas que ayudan a que el lector se crea que Sergi Carballo sabe de lo que está hablando, por lo que confías en que te está contando la verdad. Muy nice, de verdad. Aunque también hay que decir que los personajes se marcan de vez en cuando cada monólogo que dices… tu tía, la del pueblo, en monociclo.

Más cosas: personajes. Bien caracterizados, en general. Sus acciones y reacciones cuentan cosas sobre su personalidad. Selección de elementos y escenas decente para retratarlos. Esto es, hasta que les da por abrir la boca y marcarse un monólogo, que entonces suenan todos igual: vocabulario culto, periodos oracionales largos y complejos, elaborada abstracción de pensamiento; exactamente como la voz del narrador, para que nos entendamos. En mi opinión, la que mejor parada sale es la niña que se mató el verano anterior en el accidente de tráfico, precisamente porque no tiene ocasión casi de abrir la boca.

En cuestión de objetivos, no obstante, los únicos que se salvan son la niña muerta y su hermano, que presentan un conflicto interno que queda bien reflejado en la narración (si bien es el típico conflicto de rebelde sin causa [ella] y culpable sin causa [él]). El resto de personajes (incluido el protagonista) sólo parecen tener objetivos conscientes sencillos (de Antonio, el autor quiere convencernos de que es un personaje complejo con un giro argumental al final, pero conmigo no cuela). El único personaje que parece evolucionar (aunque su evolución se intuya más que otra cosa) es, de hecho, Antonio; los demás mantienen la misma actitud y comportamiento al principio que al final de la historia. Se supone que el terrible «naufragio» y lo que hace que las cosas cambien para siempre es el final, solo que, cuando digo «final», me refiero literalmente al final, por lo que el lector no tiene oportunidad de comprobar si esa suposición es cierta, no está incluida en la historia.

Termino con la prosa. Hay descripciones que molan bastante y el empleo de la lengua me parece en general acertado. Eso sí, hay bastantes erratas, faltan tildes diacríticas en preguntas indirectas, la puntuación necesita un repaso… aunque nada que una buena corrección ortotipográfica no pudiera solucionar. Al margen de eso, he de decir que hay algunos terneros aprovechando los suculentos pastos gallegos y que la narración es explicativa hasta la saciedad. Santo Dios, al narrador le ENCANTA oírse reflexionar. Creo que si me pusiera a meter tijera y borrase todas las explicaciones y reflexiones que hace el autor al margen de la historia en sí misma, la obra pasaría de tener 149 páginas a tener 40 como mucho [me gustaría decir que estoy exagerando, pero… no las tengo todas conmigo]. Es más, entre unas cosas y otras, al final el lector se queda con la sensación de que la historia ni siquiera es importante y que el narrador podría haberse ahorrado el esfuerzo (o haber escrito una recopilación de ensayos breves en vez de una novela).

Tendréis que permitirme que haga una regresión al apartado de la trama, pero es que acabo de caer en que no he hablado de esto: esta historia parece ser que no necesitaba ser contada. El narrador se dedica a relatarnos la historia de sus vacaciones mega-importantes, solo que no son importantes en lo más mínimo: nos habla de la chica que se murió el año pasado (a la que él conocía, pero con la que ni siquiera se llevaba), y es una historia muy triste y tope-gore y que le crea una crisis de fe que se nos relata en resumen narrativo y se resuelve de un plumazo cuando el chico mira las verdes montañas; a continuación, nos habla de la nueva novia de un chaval del grupo (exnovio de la muerta), de la que el prota se pilla (pero no puede tenerla, tiene que ocultar sus sentimientos, porque es novia del amigo), y SPOILER al final del verano ella confiesa su amor por el prota y se morrean FIN DEL SPOILER, pero esto carece de importancia porque SPOILER ni siquiera llegan a salir, lo mismo ni vuelven a verse el pelo, tanta llorera para tan poca fiesta FIN DEL SPOILER. Lo único de importancia es la revelación final sorpresa-sorpresa que ni siquiera tiene que ver con prota y que, a pesar de ser una cosa muy seria, ningún personaje hace la más mínima reflexión moral al respecto (justo cuando venía haciendo falta…), ni se despeinan. Yo os prometo que terminé el libro completamente alucinada de la simpleza mental de los personajes implicados.

En fin, voy a quejarme de algunas cosas y a poner ejemplos concretos (atención spoilers):

Ejemplo de explicación innecesaria (porque las escenas seleccionadas ya hablan de esto por sí solas):
«Miré a aquel hombre de piel macerada, con el que hacía tantos años que pasaba las vacaciones, y pude ver en su mirada que ya se iba haciendo a la idea de que iba estar más tiempo fuera de casa que dentro. Mis abuelos tampoco me exigían que les hiciera compañía, pues ya se tenían el uno al otro y, a veces, incluso estaban mejor sin mi presencia. Me pedían, eso sí, que les informara siempre de a dónde iba y con quién, y, sobre todas las cosas, me imploraban que fuera con cuidado a la hora de montarme en el coche de alguien, especialmente si aquel alguien iba o venía de fiesta. Las carreteras de toda la zona eran pésimas, llenas de baches y asfaltadas por última vez hacía más de diez años, si bien desde hacía un par de veranos el alcalde de Porto se había empeñado en volver a asfaltar poco a poco todas las vías de su concello. Y, por encima de todas las cosas, estaba el terrible suceso del año anterior.»

Esta descripción me ha gustado mucho (no tiene subtext, pero es visible):
«Se podía decir que había dos pueblos diferentes: uno, el de siempre, el viejo y casi ruinoso pelotón de casas envejecidas por los años, con galerías acristaladas y cancillas de metal oxidado en las que habían vivido nuestros familiares ya difuntos; y otro, el nuevo, el de las casas que tenían menos de diez años, en el que vivían la mayoría de mis amigos y sus padres. Las casas se disponían sin lógica alguna alrededor de las dos únicas calles de Loura, la que se llamaba Rúa Maior – y que no era más que un camino pedregoso y muy empinado – y la Rúa do Pozo, que se juntaba con la primera en la pequeña plaza donde se levantaba la capilla y la fuente a la que se llevaba a abrevar a las bestias. La Rúa Maior seguía subiendo por el pueblo, con una inclinación cada vez más pronunciada, hasta llevar directamente a una fuente antigua que databa de la época romana, rodeada de arbustos y musgos que crecían entre la sombra y la humedad.»

Este es el final del primer capítulo:
«Estaba listo para volver a ver la tumba de Edurne y que el pasado no me hiciera llorar de nuevo.»
Y aparte de ser explicativo, quiero incidir en el hecho de que la relación del protagonista con esta chica era virtualmente inexistente. Que te lo ponen de una manera que parece que hubiesen sido próximos, estuviesen liados o sabe Dios, y no es el caso.

¡Oh! También están los momentos en los que al autor le da por ponerse estupendo, como yo digo [«ponerse estupendo» es, básicamente, mi manera de decir que la peña se flipa demasiado: el típico momento de «soy mazo de guay/culto/inteligente y te lo voy a demostrar aunque no venga a cuento»]:
«Caminando entre aquellas tumbas, uno se daba cuenta de la terrible condena que supone pertenecer a la estirpe humana: sentenciados a morir por el simple pecado de haber nacido. Y algunos cumplían la condena antes de tiempo.»
«Nos quedamos allí abrazados, durante unos breves segundos, mientras el cruel orbe continuaba girando, impasible, alrededor de nuestros cuatro brazos entrelazados que compartían un dolor tan antiguo como el mismo mundo.»

La incógnita:
«Bastante tiempo después de haber abierto por primera vez aquel libro (un libro chungo de los testigos de Jehová con imágenes horrorosas), un día en que salía de casa con mi padre para ir a jugar a fútbol en el descampado que había al lado de las Bombonas –unos antiguos depósitos de gas que los barceloneses habíamos bautizado como “los cojones de Porcioles”– mi progenitor se dio cuenta de que me había quedado parado mirando fijamente hacia aquel sitio milagroso donde creía que se encontraba el Dios que me traía la luz. Me preguntó: “¿Qué te pasa?” y yo, que con diez años todavía no confiaba en mis padres ni lo haría durante mucho tiempo aún, le respondí con un simple “Nada” sin saber como sé hoy que, de haberme atrevido entonces a haber hablado, muy probablemente hoy ya no tendría enfermedad de la que escribir.»
¿Enfermedad? No sé si esto es una metáfora de algo o va en serio. Nunca llega a aclararse.

Monólogo improbable del personaje de Antonio, al cual nos han presentado como a un chulito de poca monta y al que lo mismo le da pillarse una cogorza que darle a la coca:
«–Cuando volví a casa en septiembre casi no podía dormir por las noches. Fumaba marihuana para poder dormir, y por las mañanas no había quien me despertara. Casi no iba al instituto, y me pasaba todas las tardes por ahí, con gente que no me convenía. Cada vez que me iba de fiesta me metía mucha mierda, sobretodo farlopa, y no sé por qué razón me ponía violento cuando me metía tres o cuatro rayas. Estuve así todo el otoño, el invierno y el principio de la primavera. Un día le rompí un vaso de cristal en la cara a un tío que nos había mirado mal en una discoteca. Los seguratas me echaron del local y, como me resistí, me pegaron un par de patadas en el abdomen. Me quedé tumbado en el suelo lleno de vómitos del callejón de atrás del local, sin nadie que me socorriera. Llegué a casa vomitando sangre por la boca, arrastrándome y con los ojos salidos de las órbitas. Mi madre, muy alarmada, llamó a una ambulancia y me llevaron a un hospital. Me tuvieron internado durante varios días. Aquellos animales me habían reventado una de las venas del estómago. Tuvieron que operarme para parar la hemorragia. También me hicieron un análisis de sangre, y vieron que había esnifado cocaína y fumado hachís. Mi madre me suplicó que aceptara ingresar en As Touzas, el centro de desintoxicación más caro de Vigo. Al principio no acepté. Me negaba a admitir que tenía un problema.
“Al cabo de unos días me llamó Claudia y, como he dicho, me invitó a pasar unos días con ella y su primo en Madrid, y mi madre, que tenía muy buena impresión de ella, por lo lista y culta que es, me dijo que era precisamente lo que me convenía. Claudia no se ha metido nunca nada, es una chica muy responsable y mi madre estaba segura de que con ella no tendría oportunidad de hacer de las mías. Me fui para Madrid y pasé toda la Semana Santa con ella. Josetxu finalmente no vino y yo me alegré en secreto. Una noche que íbamos un tanto bebidos, Claudia me confesó que siempre había tenido celos de su prima Edurne, que yo siempre le había gustado y que siempre había deseado enrollarse conmigo. Yo no me lo podía creer. Durante varios años me había fijado en ella, pero como su prima se me había echado en brazos desde el primer día que la vi nunca pensé que pudiera tener nada con Claudia. Me di cuenta que era una persona especial, sensible, atenta, amable, inteligente, una chica con la que uno podría tener un futuro más que feliz. Necesitaba alguien con las ideas claras, y en vez de encontrarme a una chica triste y ausente por la pérdida de un ser querido me encontré con una chavala llena de vida. No paramos en casa durante toda la semana. Conocí todos los locales de Madrid y ella se las apañó para que permaneciera sobrio durante toda la semana. Me hizo prometer que le haría caso a mi madre, y me puso como condición para que continuáramos lo nuestro este verano que yo aceptara ir al centro de desintoxicación. Acepté y ella me llamó casi cada día mientras estuve internado. Me apoyó como nadie, ni siquiera mi madre y no digamos ya mi padre, me había apoyado nunca. Fue como si hubiera encontrado un ángel que se hubiera apiadado de mí y me hubiera dado una parte de su bondad y sabiduría para ayudarme a salir del pozo en el que estaba metido. Si salí de las drogas fue gracias al amor que Claudia sentía por mí, única y exclusivamente por ella.»

Más estupendos:
«Sus ojos eran pequeños y redondos, brillando con la misma luz que el ángel caído debía de tener en sus ojos cuando se convirtió en príncipe de los demonios.» Esta es hablando de un chaval que por lo visto es la releche de mala pieza.
«Era el racimo de uvas más dulce y tierno que había tocado nunca. Pasé mis dedos por encima de la frambuesa erecta que se erguía solitaria en mitad de la flor nívea.» Descripción de un pecho. Tócate un pie. [Zarza: yo no tengo el pecho en racimo. Yo sólo tengo dos. Ortiga: hija, si aquí el amigo tiene papilas gustativas en las yemas de los dedos Yo me creo cualquier cosa.]

Cuando me di cuenta de por dónde iban los tiros realmente con el título y abandoné toda esperanza:
«“Rocé la cima de espuma,
pude robar el fruto amado,
pero todo mi mundo,
todo mi mundo fue naufragio.»
Este es el poemilla que el prota escribe con quince años a la chica que se deja tocar un pecho [Zarza: uno de todo su racimo. Que no solo se lo deja tocar, se lo deja mangar, por lo visto: toma, quédatelo, que tengo muchos].

Cheating at narration: el prota se sabe al dedillo historias que supuestamente le han contado otros personajes, pero hasta el límite de lo ridículo.
Se sabe, por ejemplo, la historia de soltera de la madre de la novia de Antonio, sabe incluso la cara que se le quedó a la mujer tras perder la virginidad. «Cuando Narcisa perdió su virginidad en su lecho de estudiante, una sonrisa de difícil disimulo iluminó su rostro durante las dos semanas siguientes.»
Se sabe hasta las preguntas que se hacen internamente personajes que el protagonista probablemente ni ha visto en su vida (y se permite hacer juicios de valor al respecto). «En la cabeza de Sor Luisa bullían las preguntas inútiles: ¿Por qué habrá venido desde Roma Sor Araceli? ¿Por qué ha insistido tanto en que la niña le hiciera compañía?»

Ejemplo de ternero:
«El piano estaba situado en medio del escenario rectangular del auditorio, negro e impávido, semejante a un elefante de dientes infinitos.» Y con un par (de elefantes).

Cada x páginas, el prota vuelve a recordarnos que a los adolescentes en las fiestas del pueblo lo que le apetece es darse el lote y buscan lugar y oportunidad para ello. Cada vez que esto sucede, el narrador vuelve a ofrecernos alguna frase estupenda como esta: «Cada año repetíamos los mismos rituales de apareamiento y regocijo púber en el descubrimiento del sexo aún inocente. La mayoría de nosotros no tenía ninguna relación afectiva durante el año escolar, pero, al llegar el verano –y con él el tiempo cálido y húmedo de las tardes llenas de libertad que nos proporcionaba el pueblo paterno–, las hormonas de nuestras compañeras de cuadrilla se aceleraban hasta límites insospechados. Cada año caían en las redes de unas y otras pececillos inexpertos y tímidos con los cuales estas pescadoras formaban parejas temporales que se deshacían durante el curso, volviendo a formarse al año siguiente.»

Más monólogos improbables. La chica que le mola al prota se pone a llorar delante de este a traición. Aquí, el amigo, que tiene dieciséis añitos y aparentemente cero experiencia con las mujeres, se marca el siguiente soliloquio:
«–Para Antonio tú no has sido una desgracia, sino el acicate que necesitaba para cambiar de vida. A veces no hay que buscarle sentido a las desgracias de otras personas, sino que uno tiene que intentar que no le afecten demasiado. En esta vida aliviar el sufrimiento humano es la única acción que no carece de sentido. Y tú has hecho mucho por acabar con el sufrimiento de un chico al que quieres de verdad, así que puedes darte por satisfecha. Si él no es capaz de ver todo lo que has hecho por él, todo lo que has aguantado y sufrido para ayudarle, quizá lo pueda apreciar más adelante. Y si no es capaz de darse cuenta nunca, entonces quizá es que no te merece –dije en un tono severo y sereno, como si de repente supiera mucho más de la vida de lo que realmente sabía.»

Más estupendos:
«Se darían un profundo beso que los elevaría a los altares de la concupiscencia y el deseo cumplido».

Esta metáfora me gusta, no parece que tenga intencionalidad, pero me gusta (Zarza la odia):
«Las noches parecían sábanas de terciopelo negro que, extendiéndose hasta el infinito, arroparan nuestras travesuras y las despreocupaciones de quién no tiene nada más en la cabeza que un sinfín de sueños que el tiempo irá podando como ramas de un viejo roble.»

Reciclaje filosófico:
«Por las noches, en la taberna de O Couto, unos a otros nos contábamos historias, reíamos, nos burlábamos de la vida que llevábamos en nuestras ciudades, olvidábamos que sólo éramos unos críos y creíamos que el mundo nos pertenecía exclusivamente, que habíamos nacido para cumplir grandes metas que el tiempo nos revelaría, y nos negábamos a asumir que acabaríamos llevando la misma vida rutinaria y monótona que nuestros mayores.»

La declaración de amor (no planeada [no, para nada]) de Javi. Alucina, vecina:
«–Quiero preguntarte una cosa, y quiero que me seas totalmente sincero. Necesito saber la verdad. ¿Qué sientes por mí?
Yo me estremecí. Nunca me habría esperado que me hiciera una pregunta así, y menos en un momento como aquél. Tragué saliva.
–No sé qué quieres que te responda.
–La verdad. Simplemente la verdad –dijo con voz dulce–. No tienes que avergonzarte de nada.
La miré a los ojos, intentando mantener fijas mis pupilas en las suyas. Con todo el valor del que era capaz mi pequeño corazón le dije de una tirada:




–Si quieres que te diga lo que siento, deberías saber que me he enamorado de ti. Me avergüenzo de ello, pero es así. Cuando estoy contigo las horas pasan más rápido, como si siempre fuera primavera cuando estoy contigo y continuara siéndolo incluso cuando te has ido. Siento celos cuando te veo abrazar a Antonio, cuando os veo a los dos quedaros por la noche en la taberna de O Couto después de que los demás ya nos hayamos ido a casa. Esas mismas noches, cuando llego a casa, me entran ganas de llorar y de volver tras mis pasos y decirle a Antonio que se aparte de ti, que no te merece, que no te merecerá nunca, que tú eres un ángel que no debería intentar ayudar a un aprendiz de demonio como él. Pero, en vez de volver a la taberna, me quedo en cama, suspirando e imaginándome cómo sería si me quisieras, si sintieras por mí lo mismo que yo siento por ti, si me dejaras besarte, morderte la oreja como hace Antonio, si nada ni nadie me impidiera consumar todos mis deseos, que de tan secretos que son me parece a veces que son los de otra persona, un ser que jamás tendrá lo que busca y que puede ir despidiéndose de todo lo que ama. Tú no me quieres, ni siquiera te intereso más que como amigo. Te irás en enero para Londres si apruebas tu condenado examen y con un poco de suerte te veré el próximo verano, todavía cogida de la mano de Antonio, y no te importará ni lo que yo he sentido por ti ni nada de lo que te estoy diciendo ahora, porque siempre que me he enamorado de una chica ésta me ha dejado de lado, me ha tratado como un apestado, como si no valiera la pena dirigirme la palabra. Ahora me dirás aquello tan manido de “No quiero perderte como amigo” y ya nada volverá a ser lo mismo entre tú y yo. Eso es lo que siento por ti. Ni puedo evitarlo ni quiero seguir ocultándolo por más tiempo –sentencié, vaciando mi alma en un momento en que ya no me importaba fingir por más tiempo.
Después de haberla salvado de ser arrastrada por la corriente me sentía con el derecho a decirle todo lo que sentía, y me importaba bien poco lo que pudiera pensar de mí al revelarle que estaba enamorado de ella, o que se mofara de alguna de las expresiones que había utilizado. De hecho, al escribir ahora las palabras que le dije me digo a mí mismo que los libros que había pasado años y años leyendo me habían servido para poder decir todo lo que sentía de manera elocuente [Zarza: modestia aparte] y concisa [Zarza: xDDD La madre que lo...], e incluso me servirían años después para poder escribir esta novela, pero no me iban a servir de mucho más.»
En otro orden de cosas... sigo sin haber decidido qué me sorprende más: que dijese esa monstruosidad o que se acuerde de todo palabra por palabra años después.

Cuando el narrador admite que la historia de amor que nos está contando carece de importancia:
«Aún hoy, después de tantas cosas que me pasaron después, y de tantos desamores y sinsabores, alegrías y éxitos, a pesar de tener ahora un hijo y dos gemelas, y una mujer que no tienen nada que ver con Galicia ni con aquel verano, no puedo evitar estremecerme y recordar aquel momento como el día en por primera vez me sentí amado por una chica. Claudia sólo era una chavala unos pocos años mayor que yo, pero yo la consideraba un ser superior. Hoy miro aquel momento con ternura, y con la comprensión que me dan los años me digo que ni siquiera llegó a ser un rollo de verano, pero para mí, en aquel momento, no había nada ni nadie tan importante, ni sentimiento que se le pudiera comparar. Desde la isla de la serenidad en que me encuentro, no puedo evitar darle las gracias por aquel momento que, durante muchos años de travesía por el Egeo, sería para mí como el faro que me indicara la costa y me salvara de los escollos. No me evitaría el vagar a oscuras, sin rumbo y preso del miedo, pero evitaría que acabara por hundirme para siempre en el mismo mar en que tantas veces naufragara Ulises.»
Y, digo yo: si no es importante, ¿cuál es la justificación de escribir esta historia?

Dilemas morales... ¡conejito! *-*
El final:
Claudia, Antonio, Josetxu y Javi están en casa de Josetxu. La familia se va a dormir y les dicen que no hagan mucho ruido. Josetxu empieza a increpar a Antonio y termina pegándole, Claudia grita. Nadie se despierta.
Y el sorpresivo giro argumental resulta ser que la niña que se mató en el accidente de tráfico iba drogada por unas pastillas ilegales que le había dado Antonio y por eso tiene el accidente. Los otros tres, que acaban de descubrir el pastel, se lo echan en cara y le delatan a la policía por tráfico de drogas y no sé qué de homicidio por imprudencia. El narrador habla del náufrago Antonio, cuya vida acaba de irse por el sumidero (como mis pobres ilusiones de 100 páginas atrás), pero sin que la situación les haga reflexionar lo más mínimo. Y la novela termina con: «Pero no sería el único que naufragaría aquel verano. Yo estaba a punto de partir desde mi Troya particular y perderme durante veinte años en el Egeo. No lo sabía aún, pero tú, lector real o imaginario, acabarás por leer la historia de mi travesía y naufragio algún día, si dicha historia merece ser contada.» A lo que me veo obligada a resaltar: tú naufragas con posterioridad a esta historia, y no nos cuentas cómo; si nadie más que Antonio naufragada ese verano en concreto (lo del accidente es del verano anterior), ¿no debería esta novela llamarse El verano del náufrago?


Chichómetro: sólo Dios sabe.

Potabilidad: se hace difícil de leer con tanta disgresión pseudofilosófica.

Carcajadas: 0/10

Como esta novela es inédita, no hay otras críticas ni reseñas, pero os dejo un par de links: entrada sobre la novela que el autor tiene en su blog, crítica de otra novela del autor en La pluma insolente (no deja de asombrarme que este blog tenga tan poquitos seguidores, lo admito).

13 comentarios :

  1. No sé si ha quedado constancia de mi comentario, así que lo repetiré: tienes razón, es inútil, esta novela es inútil y no tiene justificación, por más que sea la primera de una serie de novelas que algún día, cuando mis niñas sean mayores, acabaré.

    Fue la primera que escribí, y durante mucho tiempo me dio vergüenza releerla. Ahora me es igual, quizá porque escribo probablemente para no sentir vergüenza, o simplemente por pasarlo bien, no lo sé.

    Si estás interesada en leer las siguientes partes, deberás darme algo de tiempo, porque aún las tengo a medias. Y sí, el naufragio existió, pero lo explico en "Las velas desgarradas"

    En fin, gracias por tu tiempo. Siento haberte decepcionado, pero gracias por decir que mi voz narrativa es una delicia.

    Por lo demás, mis novelas, como la mayoría de cosas que hago en esta vida, son inútiles. Por eso me divierten.

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  2. Hum, pues no me llama mucho, la verdad. Estos libros de amores de verano en el pueblo suelen parecerme aburridillos, muy a lo Verano Azul, y los estupendos son muy estupendos para mí.

    Y sobre la metáfora polémica, ¿te gusta completa, la parte de la sábana o la del tiempo que poda sueños? A mí esta última imagen del tiempo podando los sueños como un roble sí que me gusta, pero en todo lo anterior estoy con Zarza.

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  3. La idea del roble podado me gusta a mí también, Jorge, pero me parece explicativa (al menos así puesta).

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  4. Lo del racimo de uvas me ha dejado muerta xD

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  5. Jeje. Sí, lo del racimo de uvas creo que me salió un tanto deformado. Ahora pienso que quizá me salió una metáfora anatómica medicalizada (los senos galactóforos en que se forma la leche materna sí que tienen una forma arracimada), pero bueno, eso es un tanto paranoia mía, supongo.

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  6. Por otro lado, es una obra que me produce cierta vergüenza, por ser demasiado personal. En las siguientes ya no soy tan estupendísimo, supongo que porque fui aprendiendo a hacerlo mejor u no meter tantas pajas mentales.

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  7. ¡Anda! gracias por la mención. Justamente, según iba leyendo, estaba pensando en proponeros esa misma obra, " El hombre bicéfalo". La Guadaña terminó con una sensación de amor/odio hacia ese libro, y nos estuvimos planteando hacer una relectura, que finalmente terminó en nada. Nos encantaria ver otras opiniones, así que os lo dejamos como sugerencia, a ver si cuela.

    Desde luego, de Sergi no se puede decir que no sea un tio valiente para estas cosas. Un saludo y pedos de unicornio para vuestro jardín.

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  8. Hola, plumíferas unicornianas

    Por mi ningún problema si le pasáis mi engendro bicefálico a estas adorables hierbajas. Soy partidario de aquello que decía Dalí: "Que hablen de mí, aunque sea mal".

    Ahora bien, debo advertiros que "El hombre bicéfalo" es una obra bastante asquerosilla, Es un poco como las películas de Torrente: un esperpento que pretende criticar, precisamente, a aquellos que más se ríen con la obra. Y me es igual si es un chico o una chica quien la lea, porque la cuestión que me interesa no es si gusta o si el lector se ríe, sino si la historia tiene valor literario o no.

    Por todo ello, hierbajos deleznables y plumíferas unicornianas, me parece de puta madre si os enviáis mi novelilla, o, si lo preferís, puedo enviaros un código para descargar gratis desde la página de la editorial.

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  9. Lecturas gratuitas asquerosas... uh, creo que por el momento voy a pasar. No me siento especialmente masoquista últimamente.

    Con amorr,

    O.

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  10. XDD ¡Ayy, Sergi! anda que se lo has acabado de vender.

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  11. Bueno, plumífera unicorniana, no pasa nada. Si quiere un poco de porno del malo, pues ya sabe qué leer, y si no, pues a otra cosa.

    Eso sí, de aquí a unas semanas me voy a poner con "Las velas desgarradas", ese bodrio que tengo como borrador y segunda parte de "El verano de los putos listillos que la cagaron y ahora van de escritorcillos por la vida". Esa segunda parte se la pienso enviar como víctima voluntaria, y que sea lo que el de arriba quiera.

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  12. Tenías razón en todo. El error fue mio por precipitarme. Gracias por recordame que las cosas se han de hacer despacito. Nunca os lo podré agradecer suficiente. Os considero mis amigas y espero que, como creo que os dije alguna vez, nadie más os vuelva a hacer perder el tiempo leyendo porquerías como las mías. Porque si algo he aprendido es que la vida es tiempo. Y el tiempo no es dios, el tiempo es necesario para vivir la vida que nos es dada. De todo corazón, gracias, señoras y señores de mi alma. Espero poder devolveros el favor. Para mí, sois la polla en vinagre.

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