Donde la literatura y la maldad se toman un té

jueves, 22 de octubre de 2015

Honrosas excepciones (5) (ó 6) (Me da igual): The Snow Child


Si hubiera sabido que existía esta versión
me la habría comprado en lugar de la que tengo,
pero para cuando Cicuta me avisó ya era tarde :C
Miau.

Hoy vengo a hablaros de una novela que me gustó más de lo que me pareció buena: La niña de nieve, La niña de las nieves, o como quiera que hayan traducido el título al castellano (que en inglés es The snow child). Escrita por Eowyn de Rohan Ivey. Atreveos a decirme que no se trata de un nombre encantador.

Os aviso desde ya de que esto no va a ser una crítica al uso, sino una fusión extraña con una reseña.

La idea era que yo escribiera esto nada más leer el libro (cosa que, en fin, sucedió hace meses), pero ya me conocéis. Así que con la colaboración especial de mi memoria voy a ver si puedo sacar algo en claro en esta entrada.

Tengo que admitir que ya de por sí me gustan mucho las historias que juegan constantemente con la fantasía y lo real conviviendo en el mismo entorno. Me gusta cuando hay un claro límite entre ambas, pero me encanta cuando el lector no conoce la lógica que mueve el mundo de la novela que está leyendo, cuando no sabe bajo qué prisma tiene que mirar la historia e interpretar lo que sucede (y me gusta aún más cuando nunca llega a saberse). ¿Rigen las normas de la magia? ¿Rigen las normas de nuestra realidad? Misterio. Lo que intento decir con esto es que empecé The snow child con mis calcetines gordos en los pies y una taza de té de frambuesa a mano (lo cual evidentemente quiere decir que empecé a leer este libro con unas ganas tremendas, incontenibles y absurdas).

Pero dejadme que os ponga en antecedentes. Dentro sinopsis:


Esta es la versión que yo tengo.
No hay zorros.
En los silenciosos bosques nevados de Alaska, la aparición de una niña misteriosa y salvaje cambiará la vida de una pareja que se había refugiado en ese paraje blanco huyendo de la tristeza y la monotonía de la ciudad. Una historia conmovedora sobre el amor, la ilusión, las segundas oportunidades y la capacidad de creer, ambientada en las hermosas y agrestes montañas de un país tan bello como duro, tan desafiante como inspirador.

Aborrezco la sinopsis. Ignoradla.

La trama está basada en un cuento ruso sobre una pareja que no puede tener hijos y moldea una niña en la nieve recién caída. De verdad, ¿qué podría no gustarme de esto? Me vienen reminiscencias de la película La princesa Kaguya y, cómo no, del mito de Pigmalión. Todo esto ambientado en los años 20 de una Alaska helada, feroz, en carne viva, con un aire como a cuento cruel, que en mi cabeza suena con la bso del videojuego Shelter. El punto de partida pinta maravillosamente, al menos para mí.

De hecho, el punto de partida es aún mejor. En el primer párrafo la voz narrativa nos dice que una tal Mabel había sabido que habría silencio. La voz narrativa nos describe a continuación todos los sonidos que Mabel esperaba que no hubiera en Alaska (todos relacionados con los niños de los vecinos). Y es maravilloso, porque en cinco líneas ya te haces una idea de cómo era el lugar donde antes vivía Mabel, cómo es el lugar donde vive ahora. Ya sabes las motivaciones del personaje, lo que le importa, lo que teme, y sabes además que ha huido (¿y no es siempre una huida mucho más interesante que una búsqueda? La respuesta es sí, Zarza. Las búsquedas son horribles, las búsquedas son comerciales. Jamás escribiremos sobre una búsqueda a no ser que en el fondo sea una huida camuflada o a no ser que podamos salvar la historia de otra forma o a no ser que queramos manipular salvajemente a nuestros lectores porque de hecho es nuestra intención escribir literatura comercial para hacernos ricos à la Meyer o a no ser que nos apetezca o a no ser que sea martes. Por favor, todos a una). Por supuesto, era demasiado bueno para ser cierto, y a continuación la autora decide mandarlo todo a paseo y añade una frase endemoniadamente explicativa sobre todo el fracaso y el arrepentimiento que Mabel esperaba haber dejado atrás.

Recuerdo cuando leí aquel primer párrafo. Mi memoria no me permitiría olvidarlo ni aunque quisiera, y recordemos que está siendo mi asistente y mi invitada especial para esta entrada. Deberíais saber que podría haber llorado en ese momento. Por qué. Por qué, Eowyn Ivey. Por qué me haces esto. Por qué me haces sentir como si me hubieran interrumpido al estornudar. Por qué me pones la zancadilla en plena carcajada.

En el siguiente párrafo la voz narrativa nos regala una desfamiliarización sobre el no-silencio de Alaska que nos habla sin deletrearnos todo de los intereses en conflicto del personaje, del problema que se ha llevado consigo y del que no puede huir a pesar de todo, y de su soledad: nos habla de los cacharros, que suenan como si fueran a romperse en mil pedazos cuando los limpia; nos habla de un cuervo que agita las alas para ir volando de un abedul sin vida a otro; nos habla de que no hay ruidos de niños. Nos habla de un bebé, y termina el párrafo siendo otra vez cruelmente explicativa. A continuación lo remata con un párrafo pequeño que sigue el mismo esquema.

Pero por qué. Maldita seas, Eowyn Ivey. Por qué me das agua ácida en el calor del desierto. Por qué te ofreces a rascarme la espalda si luego vas a quedarte obstinadamente a un centímetro de dónde pica. Pero por qué tienes un alma tan sádica.

Si no recuerdo mal, todo el libro es así. Todo muy melancólico y descarnado, imágenes maravillosas como la de una mujer caminando sobre la superficie quebradiza y crujiente de un río congelado junto a un precipicio, y mirando una hoja amarilla que arrastra la corriente bajo el hielo, e imaginándose junto a esa hoja, siguiendo ese camino, y preguntándose si la superficie del río aguantará su peso, y si antes de que el agua llene sus pulmones podrá ver el cielo desde debajo del hielo.

Para, a continuación, destriparlo todo y que al lector no le quede ni un ápice de duda de lo que está sucediendo. Mi reino por unas tijeras.

Aparte de este problema, hay otros. Por ejemplo, de capítulo a capítulo hay cambios del punto de vista de la voz narrativa (al principio entre la pareja protagonista, luego con un personaje secundario, si mal no recuerdo) y no parecen obedecer a nada más que al interés de la autora. No está justificado. A pesar de todo, la autoridad racional de la voz narrativa está bien establecida, en lo que a Alaska se refiere.

Uhm. Honestamente, no recuerdo si hay escenas que repitan justificación, pero si fue algo que me molestó durante la lectura, mi memoria ha decidido olvidarlo.

Esta es la portada lituana. Me mondo.
Los diálogos están bien. En general se reconocen las voces, hay silencios, se cuentan cosas que no se dicen (al menos hasta que la voz narrativa procede a echar todo su trabajo por tierra, si bien es cierto que con los diálogos se vuelve más comedida). Bastante bien. Hay un detalle que me encanta y es que cuando los personajes mantienen una conversación con la niña desaparecen las indicaciones de diálogo y lo que dicen los personajes está puesto así a las bravas en la narración (en inglés lo que se quitan son estas comillas ', en español supongo que habrán quitado las rayas de diálogo). Me recuerda a La carretera, pero no sólo me gusta por eso, sino por todo lo que implica en este caso (¿Ha sucedido realmente la conversación? ¿La niña existe? ¿Es un hada? ¿Una niña feral? ¿Una alucinación de Mabel?).

La selección de elementos en las descripciones también está bien (la del principio es una de mis favoritas: describir un lugar a través de sus sonidos. Lovely), aunque en cuestión de paisajes y su uso en la narración no supera a otras historias ambientadas en Alaska (ejem, Sukkwan island, Caribou island. Si no habéis leído a David Vann no sé a qué estáis esperando). A pesar de todo, tengo que admitir que a nivel personal las descripciones me tienen muy conquistada: es como si alguien me las susurrara al oído. Son bonitas de una forma triste y dolorosa. Hay algunas que me tienen muy enamorada, no sólo por la manera de describir, sino por el lugar o el personaje en sí: hay momentos que me dejaban con una sensación muy unsettling y que transmitían muy bien el ambiente de la novela y lo que se quería contar. Todo tiene cierto aire frágil y delicado, y al mismo tiempo cruel, violento.

Hay núcleo, y a Dios gracias no es el que dicen en la sinopsis. Más bien diría que apunta a lo salvaje. La magia que es que la vida y la muerte estén tan intrínsecamente unidas. Todo es feroz, todo es confuso, y no entendemos nunca el cómo ni el por qué, pero al final la vida sigue (sigamos o no nosotros). El mundo nace y muere cada día, y aun así sigue y es maravilloso. O algo por estilo creo recordar. En realidad se parece mucho al núcleo del videojuego Shelter.

Hay un par de momentos horteras, peor escritos (¡puntos suspensivos incluidos...!), pero que se acaban medio salvando. No sé, en general la novela decae a partir de cierto punto, si bien es verdad que el final logra levantar un poco la historia.

La memoria me está fallando con los personajes y no puedo perdonárselo. Sí recuerdo el contraste entre él y ella: él pragmático, ella idealista. Él cree en lo que puede ver y ella, en hadas. Ella es honesta y fiel porque se guía mucho por las emociones. Él en el fondo también, pero intenta ser más racional y eso hace que actúe más por presión social o por pudor (se puede palpar la vergüenza que le da que Mabel hable con los vecinos sobre la niña de nieve). Tienen una dinámica muy interesante sobre la que se ha construido su relación con los años, una especie de melancolía callada, de recriminaciones de puntillas, de desesperación. Me gusta cómo está construido lo que hay entre ellos. Cada uno tiene un par de tortas a su manera, pero son muy conmovedores. Tienen objetivos y son objetivos contradictorios. No recuerdo casi nada del cambio en los personajes, más allá de la aceptación de la pérdida, salvo en el caso de Mabel, y creo que ella misma en realidad no es muy consciente de que se produzca tal cambio. 

Oh, por cierto. Hay un momento en que personalmente adoro el personaje de Mabel, y es cuando acepta las cosas tal y como las cree. Empieza a guiarse entonces por una suerte de instinto o fe que le hace saber con certeza absoluta cosas que no son exactamente racionales, como hacen algunos críos y animales.

El personaje de la niña me parece a ratos un tanto inverosímil (desde cierto punto de vista, digamos. No me apetece hacer spoilers), aunque supongo que es parte de su encanto. Adoro el conflicto de intereses que tiene. Me rompe el corazón. Me hace sentir mucha rabia hacia Mabel.

Los vecinos, sobre todo la mujer, están bien (creo, creo recordar). El hijo pequeño de estos también, a veces, aunque lo recuerdo mejor construido al principio.

Lo que más me gusta de los objetivos de los personajes es que son todos muy primarios. Son objetivos con los que es fácil identificarse (no que esto sea un criterio de calidad, ni mucho menos), después de todo, porque los personajes de esta novela son como animales tristes: quieren tener descendencia, quieren sobrevivir en un entorno hostil, quieren ser libres y salvajes lejos de todo, quieren matar, quieren huir, quieren reproducirse con el más apto, quieren migrar, quieren abrazar la oscuridad. Como he dicho también tienen otros objetivos en conflicto, y estos son más crueles porque suelen tener que ver con el mundo civilizado: así los personajes en el fondo quieren creer sólo lo que se puede ver, quieren capturar lo salvaje, quieren encontrar una explicación razonable, quieren no perder la esperanza, quieren que no les abandonen, quieren fingir que no existe la oscuridad, quieren quedarse en la civilización, quieren ser domesticados. Son objetivos muy en consonancia con el mundo en el que se ambienta la novela, esa frontera entre lo salvaje y lo civilizado, así que en ese sentido, chapeau. Ayudan a la construcción del entorno.

Mi personaje favorito (y estamos hablando de gustos, no de calidad) es la niña. Por amor de Dios, por fin un libro que presenta un personaje pseudo mitológico que no es todo flores, purpurina y arcoíris. La magia que rodea a la niña proviene del misterio de su origen, el de su supervivencia y el de su crueldad. Es una niña de sangre y nieve. Tiene las uñas sucias, lleva pieles de animales. Pero también es delicada como la escarcha y tiene ojos de glaciar y pestañas blancas, y la sigue un zorro allá donde va.

Esto va a sonar muy típico, así que no me hagáis mucho caso. Pero, en serio, por fin un libro que habla con un amor visceral sobre la naturaleza y no te vende la película de que todos los animales son tiernos y sólo les falta un poco de cariño para querer ser amigos tuyos, y de que los paisajes idílicos son edenes perdidos donde sobrevivir es irte de vacaciones a un balneario. Gracias, Eowyn Ivey. Gracias por eso al menos.

En resumen, los fallos de esta novela me han fastidiado tantísimo en comparación con lo demás que se queda con la etiqueta de Honrosas excepciones, a pesar de que no es exactamente literatura juvenil. Si tuviera que describirlo (¿por qué tendría que describirlo?), diría que es un cuento para adultos. O no. Me molesta eso que he escrito. Es como si hubiera que especificar que es para adultos porque no puede haber cuentos para adultos, o no es lo normal (y no me refiero en el sentido de relatos). Me molesta tanto que no lo voy a borrar. Es horrible. En serio. Debería haber más cuentos que los adultos leyeran (y si a alguien, a una sola persona, se le pasa por la cabecita la feliz idea de proponerme una de esas adaptaciones juveniles de Caperucita Roja y compañía, os mataré a todos).

En fin, me encanta el libro, qué le vamos a hacer. Lo que más me ha enamorado es lo que se refleja en su núcleo y en el personaje de la niña. Sólo por eso me casaría con este cuento. Pero además está la soledad, y esa suerte de melancolía sigilosa, de desesperación como a tientas, esa magia que es todo colmillos y cosas bellas y cosas rotas, ese aura densa de silencio quebrado a susurros, como pasos en la nieve. Y sobre todo el frío.

No os quiere,

Z.

6 comentarios :

  1. Me gusta cuando criticáis sin parar, pero las entradas de Honrosas Excepciones son más geniales aún. No conocía el libro, pero voy a ver si lo encuentro y me lo llevo^^

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  2. Que alegría da leer las excepciones! jaja

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  3. Suena muy interesante. Ese aire agridulce me llama, pero no creo haberlo visto por las librerías (quizás ni ha llegado a Chile). Se une a la lista de libros que algún día serán míos.
    Saludos

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  4. Ay, yo que tengo mi montaña de libros pendientes. Cualquier día la biblioteca se me va a caer encima, en venganza por el lío que he hecho apilando cosas encima de los estantes xD Pero la dulzura mezclada con la crueldad me llaman, y soy de esas amantes de los animales que lloran con las películas de perritos, así que me parece que debería apuntarme esta historia. Me interesa eso de que haya un punto de vista más crudo de la naturaleza. Y el núcleo.
    Ay, mi pobre biblioteca. Queda apuntado.
    ¡Saludos!

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  5. Es que Disney y su edulcoración ha hecho mucho daño en ese sentido, yo también hecho de menos los cuentos más viscerales con su toque de terror. Esos en los que notabas que siempre se te escapaba algo y se te encogía el estómago porque veías que todo podía acabar mal. Si me pongo a reflexionar me resulta curioso lo muchísimo que han cambiado los cánones en unos años. En mis tiempos en Caperucita Roja había canibalismo y pedofília y Hansel y Gretel no tenía nada que envidiarle a Saw; ahora en cuanto sale algo más fuerte que un beso, un poco de sangre o la muerte fuera de escena de algún secundario sin importancia y califican un libro de maduro y adulto.

    Sip, ahora esto es adulto: http://manialibros.blogspot.com.es/2011/02/la-chica-de-la-capa-roja.html

    Hala, saca tu ira homicida Zarza. Especialmente al leer la parte de “adaptación nueva y mejorada” y la de que ya no será una historia “tan inocente como la recordábamos”. Muajajajaja.

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  6. Siempre me ha llamado muchísimo la atención este libro, pero ya se sabe, muchos libros pendientes poco tiempo y en mi caso mala memoria, vamos, que ni me acordaba de que quería leerlo. La verdad es que no me extraña que esté en las honrosas excepciones, siempre he creído que sería una lectura interesante. A ver si algún día de estos me pongo con ella =)

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