Posdata: Te quiero (2)

Así que yo abro el correo y me encuentro con el siguiente email:

«Muy buenas,

Soy una joven de 22 años que acaba de lanzarse a un proyecto de crowdfunding literario. A través de este proyecto pretendo publicar la que sería mi primera novela, pero para ello necesito el apoyo de cuantas más personas mejor.

Quisiera preguntar si sería posible crear algún tipo de reseña o entrada con mi libro. Puesto que el asunto del crowdfuniding es algo complejo, te adjunto el link donde aparece todo bien detallado junto a mi vídeo promocional: http://libros.com/crowdfunding/prevision-24h/ Si además de la reseña quieres contribuir en el proyecto, comentarte que la aportación más pequeña es de solo 6€ y que me supondría una gran ayuda.

Muchas gracias,

Ainoa»


Hola, hierbajos, vengo hoy a seguir hablándoos de mecenazgos. Para los que estéis perdidos y os falte contexto, podéis pasaros por la anterior entrada que publiqué sobre este tema.

Bien, pues esto es lo que yo llamo un «email tipo»: un texto completamente blanco e impersonal que redactas con la intención de poder reutilizarlo el mayor número de veces posible. Si os fijáis, no hay ni una sola referencia al destinatario (ni general ni específica) lo cual hace de este email un candidato perfecto al copypaste.

Si tu intención es llegar al mayor número de personas con el menor esfuerzo posible (y probablemente tal era el objetivo de esta persona) este es tu email. No obstante, algo falla… Mi sentido arácnido se ha puesto como loco. Puede que sea porque, claro, me están pidiendo dinero, pero ¿por qué iba yo a querer dárselo?

Este email es una carta de presentación, hierbajos. Si alguna vez tenéis que mandar un email con un objetivo de este estilo, os recomiendo muy mucho no olvidar que las primeras impresiones son importantes.

Imaginaos el siguiente escenario: vais paseando por la calle y veis, pegado en una farola, un cartel que dice «Dame dinero para publicar mi libro. Entra en esta página web donde te explico por qué esta es una idea chachipiruli». ¿Os llevaríais el flequito? Peor aún, imaginad que alguien os ha metido el papel directamente en vuestro buzón de casa: personalmente, yo lo tiraría a la basura sin pensármelo dos veces, sin remordimientos.



Para pedir dinero a alguien, tenéis que convencer a esa persona de que quiere daros el dinero. Y eso no se consigue simplemente diciendo «dame». En la página esa donde te explica el proyecto puede haber toda la información del mundo, pero a mí este email lo que me dice es que esta persona ni sabe quien soy ni le importa lo más mínimo: me ha buscado en un directorio, ha cogido mi dirección y ni se ha molestado en echar un vistazo alrededor. Si lo ha hecho conmigo, lo ha hecho con otras doscientas. Pues que alguna de esas otras doscientas se lo dé.

Este email califica como spam. Y eso por no mencionar que además contiene una errata («crowdfuniding») [Zarza: me gusta esta palabra. Suena exótica]. La única ventaja que tiene es que al menos es corto [:D].

Está bien, olvidemos que esta persona claramente se ha metido en un Jardín y entremos a echar un vistazo en ese link suyo. Por concederle el beneficio de la duda. A ver qué encontramos.

La página en cuestión inicia con un vídeo. Ahí, en primera plana. Y… Señor, ¿cómo se puede ser tan sosa? Mira que son dos minutos, pero es que se hacen de largos como quince. Y esta chica dice que ha estudiado Publicidad. Me hubiera esperado que supiera vender mejor un producto.

Lo que me cuenta no despierta mi interés en absoluto, pero es que además si me lo dicen con esa voz de lectura en voz alta en clase apaga que yo me largo [Zarza: o déjalo encendido que yo me largo igual]. Y, para terminar de completar el cuadro, se nos ofrecen frases sacadas de la obra: quien sea que las haya elegido, no sé qué tendría en la cabeza, pero hacerle un favor al libro seguro que no.

«<<El cartero, o quien fuera que se las trajese, era implacable: la carta aparecía invariablemente en su buzón (el único que no estaba lleno de telarañas en kilómetros a la redonda) cada mañana.>>» Aparte de esos signos de mayor y menor ahí puestos, que eso ni son comillas ni son nada (para ese par de narices usa las inglesas y no te compliques la vida), yo sobre todo quiero decir una cosa: #textusinterruptus. Si vais a poner citas de vuestra obra, aseguraos de que presentan una muestra favorable de vuestra escritura, por favor [Zarza: o que dejan con intriga. O algo].

Total, que esta es la historia de un hombre que recibe cartas. Apasionante, lo sé. Pero por si eso todavía no nos ha convencido, la autora nos asegura que lo importante de este libro son su intención reflexiva y de crítica social y su humor. Bien: lo primero no se puede saber realmente sin echarle un ojo al texto, pero lo segundo… Una persona aparece en pantalla y me asegura, de la manera más aburrida y anodina posible, que su obra tiene un tono de humor. Esto hace que yo ponga automáticamente en tela de juicio todo lo demás que me haya dicho o me vaya a decir esta persona. Lo siento, pero es así. El movimiento se demuestra andando.

«<<—Una pastilla verde que nos quita las ganas de huir de la rutina, una pastilla roja que nos calla las ganas de hablar de cosas serias, una amarilla para las ganas de esforzarnos en crear relaciones sociales sólidas [Ortiga: y la del suicidio ¿dónde está?] —empezó a enumerar la mujer. Suspiró y continuó—. Una morada para las ganas de cuestionar lo que nos dicen, una azul para [Zarza: ahí la tienes] […].>>» Lo dicho: me mondo. Si es que hasta el propio personaje está claramente aburrido; y, al tratarse de un fragmento tan descontextualizado, tampoco sirve para ejemplificar esa supuesta crítica social de la que habla la autora. Así pues ¿cuál es el objetivo de poner este fragmento?

Está bien. Ahí se acaban mis quejas sobre el video. Echemos un ojo ahora al texto que aparece a continuación.

La autora nos jura y perjura que su novela pertenece al llamado «realismo mágico», pero he de admitir que yo no lo veo. Creo que manejamos diferentes ideas de lo que el término «realismo mágico» significa:
«Pero aunque hasta este punto pueda parecer una novela puramente costumbrista, Previsión 24h pertenece al género del realismo mágico. El protagonista trabaja en un taller de reparación de robots, los documentales sobre dragones son algo recurrente en televisión y existen empresas curiosas, como las que ofrecen citas en los trayectos de avión o las que hacen regalos a los usuarios que consiguen aprender un nuevo idioma.» No veo que tiene de mágico trabajar en un taller de robots, los regalos aleatorios o las empresas de matchmaking [oh, ¡la magia del amorr! **arcoíris, unicornios**].

Hay también un apartado bajo la rúbrica «Sobre la autora». Queridos hierbajos, aceptad un consejo de Mala Hierba: no escribáis sobre vosotros mismos en tercera persona a menos que vuestro objetivo sea de hecho reíros de vosotros mismos. Queda insoportablemente pedante [si sois personas insoportablemente pedantes y queréis que el mundo lo sepa, entonces, by all means, escribid sobre vosotros mismos en tercera persona].

Otra cosa que tampoco deberíais hacer sería escribir con tanta seriedad sobre cosas que son claramente ridículas [«Parte de su último año de universidad lo ha pasado de erasmus en Lisboa, lugar que la ayudó a madurar personalmente», esta niña tiene 22 años, anda que no le queda por madurar]: debéis asumir que seguramente el 90% de lo que os ha pasado en la vida es perfectamente anodino y carece por entero de interés para un lector objetivo. Para vosotros es importante, por supuesto, porque es vuestra vida y todas esas pequeñas cosas os han ido configurando como personas, pero no os engañéis: a nadie más le importan. Porque no son importantes. Escribir una autobiografía al final se parece mucho a escribir cualquier historia: la selección de elementos es increíblemente importante. La pregunta es: ¿qué es lo que queréis CONTAR?

Más cosas que deberíais evitar: no escribáis autobiografias de colegio. Me llamo María, tengo 25 años, he estudiado Periodismo y trabajo en una estación de radio. Hola, aspirante número 2389: hay veinticinco millones de personas que se llaman como tú, tienen tu misma edad y se han graduado en tu carrera. Si te presentas como una edad y una profesión, eres un número, tú misma te presentas como carente de interés. Insisto: ¡aprended a venderos! No sois especiales, no sois únicos ni irremplazables, vuestros padres os mintieron. Pero podéis hacerle creer al mundo que sí lo sois: ahí está la magia del asunto [realismo mágico **winkwink**].

Y, ya por acabar: en el siguiente apartado se nos quiere convencer de por qué deberíamos darle dinero a esta niña, así que se vuelve a insistir en eso de que el libro es muy profundo y en todos los fantabulosos temas de los que habla, porque ¿para qué dejar hablar al texto por sí mismo pudiendo afirmar las cosas sin aportar pruebas?

La autora procede a continuación ¡a compararse con Terry Pratchett! Ya hay que tenerlos bien puestos.

Francamente, nada de lo que pueda decir a partir de este momento superará lo que ya se ha dicho ella sola. I rest my case.


Con amorr,

O.