He regresado. Ya podéis dejar de llorar.
¿Dónde estábamos?
A los polis el «experto» en idiomas aquel les había hecho una pregunta mazo de chunga, de esas que ni un cociente de 170 puede desentrañar. Pero bueno, al final los personajes se estrujarán las neuronas y decidirán que su siguiente objetivo debería ser encontrar a los dos pobres y desarrapados inmigrantes aquellos del lenguaje primitivo.
Bien, siguiendo esta nueva línea de investigación es como la poli amiga de los viejos termina haciendo una pirueta y enlazando de manera así como muy casual todo el tinglado de las muertes de los viejos verdes con una mafia de prostitución a la que ella había estado investigando al comienzo de la historia. Resulta que los de la mafia conocían al albino chungolandés (no sé cómo ni por qué), aunque esto carece en realidad de importancia porque: a) al albino aquí ya la ha diñado, b) estamos casi al final de la historia, c) esta mafia no ha intervenido en toda la novela y su papel en lo que queda de ella van a ser simplemente un par de escenas sin relación ni influencia alguna en el desenlace. Pero el caso es que la poli se mete en la guarida de los mafiosos, que la atan a una silla y comienzan a torturarla (la electrocutan con una porra eléctrica, le pelan la cabeza a navajazos haciéndole un montón de cortes…), hasta que ella se lanza un farol diciendo que es la novia del albino, cosa que también carece por completo de importancia o repercusión en la cadena de acontecimientos porque a continuación los mafiosos encuentran la placa de ella y se dan cuenta de que es poli. Como la poli todavía no puede morirse, porque entonces se nos acaba el libro y no hemos resuelto el «misterio», ¿qué hacen los mafiosos?, la dejan cao, la maniatan y la tiran a un pozo negro (que es básicamente un pozo lleno de mierda en el sentido más literal de la expresión, y que además se va a inundar porque está lloviendo).
Dadas las circunstancias, casi que ni merece la pena pararse a considerar el hecho de que la niña está cubierta de cortes y otras heridas, en los que sorprendentemente no se dan un festín la gangrena y todo tipo de infecciones cortesía de las aguas de cloaca del pozo (en este pozo, además, hay un cadáver humano ya en muy avanzado estado de descomposición [«No supo cuánto tiempo estuvo agitándose entre chillidos, pero, en ese plazo, terminó de comprender que los estúpidos gorilas del gimnasio (los mafiosos) la habían metido, casualmente, en el mismo agujero en el que Pável (el albino chungolandés) había escondido los restos descuartizados del novio de la chica (la puta niña)». Sí, se pone a chillar como una posesa. Un comportamiento muy lógico en una policía que se supone que está acostumbrada a tratar con asesinatos y tal]). Todo está okay. Seguimos adelante.
La poli decide ignorar los chamánicos consejos del indio y se vuelve al local de los mafiosos para vengarse. Para vengarse, sí, porque no es como si aprovechase para hacerles ninguna pregunta sobre los dos inmigrantes primitivos a los que se supone que está buscando, y que son el motivo que la llevó en primer lugar al local de los mafiosos, siguiendo Dios sabrá qué pista.
Pues ojo al gato: de los tres de la mafia que hay, uno acaba casi muerto porque la poli le arrea con una pesa de halterofilia en la cabeza [los cojones: ya me gustaría verte a ti arrojando un monstruo de esos, con lo que pesan, y además tener toda la puntería de acertarle a un tío dos por dos en plena frente], a otro le ha metido la porra eléctrica en la boca y la ha encendido tres veces, y al tercero de los mafiosos lo ha desnudado y le ha hecho cortes por todo el cuerpo y está casi muerto ya también desangrado. Y allí que los ha dejado, ni avisar a la policía de dónde está la mafia, ni llamar a una ambulancia, ni pollas… la muy desquiciada. Y luego se va al baño y se termina de rapar la cabeza para arreglarse un poco las greñas trasquiladas que le habían dejado.
Y aquí os dejo uno de trillones de ejemplos que hay del narrador haciendo un mal uso de su autoridad racional. Desde la conciencia del mafioso al que la poli ha electrocutado con la porra, nos dice cuando se encuentra con el cuerpo de uno de sus compañeros: «Sin embargo, sí reparó con facilidad en su baja temperatura corporal (la del compañero), por lo que concluyó que James Biff Ellison tampoco duraría mucho con vida si no recibía de inmediato cuidados médicos que lo sacaran de su estado hipovolémico69 [Cicuta: parece un alias. Hipovolémico69 se ha conectado]». Ese número de ahí es una nota del autor a pie de página, porque el amigo de James BestFriendsForever Ellison sabe lo que es un estado hipovolémico y le hace ilusión explicárnoslo, ¿vale?
Y a continuación, como está solo, el personaje del mafioso se vuelve dicharachero y empieza a hablar consigo mismo («―Zorra… Nos has pagado con nuestra propia moneda»…), esto tras habernos dicho que tiene los labios y el interior de la boca «ennegrecidos y requemados», pero no para de cotorrear como… bueno, como una cotorra [«Sacó la lengua por el hueco que quedaba entre los dientes rotos y se humedeció los labios para refrescarse las ampollas, causadas por la porra eléctrica. Los labios… Casi no podía ni hablar por su lamentable estado». Pues para casi no poder, no te callas ni bajo el agua, majo].
Pues este mafioso está muy cabreado y se quiere (re)vengar de la poli, claro. Así que mirad su siguiente paso:
«Por otra parte, Boston Pet Anderson (el mafioso) [Cicuta: en serio, ¿quién ha puesto los nombres? Panda de desgraciados] visitaba con cierta frecuencia el Triángulo de Hierro, donde compraba repuestos para la vieja camioneta en la que trasladaban a las chicas de burdel en burdel, y en una de sus visitas, había visto a Pável (el albino chungolandés) conduciendo un coche de alquiler [Zarza: ¿cómo sabía que era de alquiler?], pero ni lo llamó ni permitió que el otro lo viera, sino que se mantuvo parapetado tras el volante de su furgoneta y nunca se lo dijo [Zarza: te vi el otro día en un coche O.O]. Era información que podía resultar útil en el futuro [Zarza: por si... ¿quería alquilar un coche?], ya que nadie iba a Willets Point a buscar piezas de recambio para un coche de alquiler.
Así pues, para localizar a Marian, solo tenía que apostarse en un lugar discreto junto a uno de los accesos al Triángulo de Hierro [Cicuta: sigo pensando en el Triángulo de las Bermudas. Zarza y Ortiga: yo también. Cicuta: debe de estar por las Canarias. Zarza y Ortiga: ... Zarza: eso ha sido muy malo. Ortiga, ¿lo has oído? Ortiga: sí, pero lo he pillado tarde] y esperar a que la fortuna le permitiera cruzarse con ella». Una vez vi al loco albino (que no sé qué relación tiene con la poli) pasar conduciendo por aquí, así que si quiero encontrar a la poli solo tengo que esperar en este sitio. ¿Alguien me explica este razonamiento?
Pero, por supuesto, la poli va justo al sitio donde la está esperando el mafioso (por un motivo en realidad no relacionado con el albino, porque ella a los que está intentando encontrar ahora es a los inmigrantes primitivos aquellos, insisto). Así que tenemos a esta mujer paseando por… el sitio este, lo que quiera que sea, y:
«De repente se detuvo. Le había parecido ver a alguien caminando con torpeza por el extremo opuesto.
―¿Yuriy? (inmigrante primitivo número uno.)
La figura dejó de caminar.
―¿Yevgeniy? (inmigrante primitivo número dos.)
Quienquiera que fuese, no dio contestación alguna, y Marian, con la rapidez que da realizar un movimiento de forma instintiva, apuntó su Glock hacia el frente y disparó. Una vez, dos, tres… Apuntó al centro, a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo. Cuatro, cinco… No estaba dispuesta a dejar que sobreviviera por hacer un único impacto. Seis…». ¿Alguien me puede explicar qué coño está pasando? ¿No se supone que a los inmigrantes primitivos esos los necesita vivos para hacerles preguntas?
Otros polis llegan al sitio armados hasta los dientes (aunque no sabemos por qué están ahí). Ellos no saben que la poli amiga de los viejos está ahí, como tampoco saben las últimas peripecias que ha tenido la mujer, porque se nos ha vuelto rebelde y ha seguido con la investigación por su cuenta debido a que su jefe quería retirarla del caso por estar demasiado involucrada. Total, que aquí tenemos polis comunicándose entre ellos por radio:
«―Grayson, ¿qué has dicho que has visto? ―preguntó el sargento Winget―. Repite, por favor.
―Una figura humana en movimiento. Cojea, lleva ropa oscura y es calva. ¿Disparo?». Ostras, ¡la poli! ¡Dispara! ¡¡¡Dispara!!! «El proyectil pasó junto a la cabeza de Marian con un silbido muy característico [Ortiga: ¡ostras!], continuó su marcha hasta el fondo de la nave e impactó contra un objeto oculto en la oscuridad: la porra eléctrica que portaba Boston Pet Anderson [Ortiga: este es el mafioso, que está escondido en las sombras. No va a hacer nada útil en esta escena, pero ahí está, convenientemente situado para recibir la bala].
"¡Joder, qué mala suerte!", pensó este al sentir cómo reventaba la porra y se deshacía en multitud de pequeños pedazos de metal [Ortiga: eh… ya]».
« (la poli)―¿Dónde está Yevgeniy (el inmigrante primitivo joven)?
Marian había formulado la pregunta en voz alta aun siendo consciente de que no recibiría respuesta alguna.
―Ya no vendrá ―repuso él.
Y ella descubrió su error, su propio y fatal error, puesto que él no debería haber hablado en inglés, con un acento similar al de Nikolái; sencillamente, porque no sabía hablarlo [Ortiga: plot twist!!!]». Y entonces el viejo dispara. Because yes. «El siguiente disparo contra Marian fue también a quemarropa, pero, a pesar de la escasa distancia que los separaba, Yuriy erró y provocó que el proyectil solo atravesara su ropa [Ortiga: ¿cómo cojones es eso posible? La poli lleva una capa al viento]». A continuación nos cuentan que el inmigrante primitivo viejo es medio ciego, así que ha desarrollado super oído y se ha vuelvo un T-rex muy crack que te ve sólo cuando te mueves y te vuelve a disparar. Dun dun duuuuuun. Y es en este momento cuando el inmigrante primitivo viejo comienza a marcarse un monólogo malvado (malvadamente largo) en el que nos cuenta que en realidad él no es el inmigrante primitivo viejo: a ese y al joven se los han cargado él y el albino chungolandés (que es hijo suyo) para suplantar sus identidades. Este viejo es el cabeza de turco al que el viejo verde ruso le cargó el muerto del dinero robado para que los soviéticos tuvieran alguien a quien matar. Y sigue hablando y hablando, relatándonos las torturas chungolandesas a las que le sometieron los soviéticos (a él y a su hijo albino chungolandés).
Y hay varios momentos en los que el T-rex dispara: «El asombro de Marian (la poli) por el relato la indujo a moverse, y el consiguiente roce de la ropa contra su cuerpo resultó ensordecedor para Mijaíl, pero no tanto como la detonación que tuvo lugar justo después [Cicuta: no me digas]. El nuevo disparo lanzó un proyectil que la alcanzó en el hombro, causándole una rozadura y obligándola a realizar un esfuerzo para no chillar [Ortiga: balas que te hacen rozaduras, como los zapatos. Con lo que duele eso D: Cicuta: que se ponga un Compeed Ampollas]». A ella le duelen mucho los disparos así que tiene un pensamiento muy bonito: «"Christian (el compañero), ¿dónde estás? Sálvame, por favor, sálvame" [Zarza: creo que eso es un programa de Tele5. A lo mejor es que quería verlo con él]». ¡Qué bonito! No. Además, esto tendría más sentido si ella le hubiera dicho a alguien a dónde iba, pero que el enamorado esté de hecho ahí a puntito de salvarla no es más que otra de esas esquizoides coincidencias que se nos van apilando en esta historia.
Bueno, pues reaparece el mafioso, que ni pincha ni corta [Zarza: pero sobre todo corta, y si no que se lo digan a la poli], pero para añadir más páginas siempre sirve. Hace ruido y el T-rex le dispara, solo que falla el tiro y le da a un bidón de… uhmm… sustancia inflamable cuyo nombre no me importa. Y estalla en llamas: «Las llamas alcanzaron el rostro de Lébedev (el T-rex) y quemaron la parte que se había librado de la explosión del maletín, años atrás, agravando ahora su ceguera [Ortiga: joder, el mafioso debía de estar muy cerca para que las llamas les alcancen. Así que no deja de ser conveniente que el T-rex con súper oído no le haya escuchado acercarse]. Este, de forma instintiva [Ortiga: maletines con instinto], retrocedió de un salto para alejarse del calor, aunque sin comprender qué estaba ocurriendo [Ortiga: ya, es sorprendente cuando disparas una pistola a ciegas y algo estalla. Ya ves (wink wink)] y a la vez que se llevaba las manos a la cara y chillaba como un poseso [Ortiga: hay muchos personajes poseídos en este libro]».
Lo siguiente que tenemos es un listado de lo que hacen con los cuerpos de todos los fiambres: a quién entierran, cómo y dónde. Muy interesante y necesario todo, como seguro que os podéis imaginar. A esta parte pertenece el siguiente fragmento: «Little Mike y James Biff Ellison (los dos mafiosos que se cargó la poli), trofeos logrados por Marian Bennett (la poli) en el gimnasio Atlantic, se unieron a Boston Pet Anderson (el mafioso vengativo) en la misma fosa común que todos los demás». ¿Los tiran a una fosa común? Al cuerpo de policía le parece genial que sus agentes vayan por ahí torturando gente. Bien, bien.
A continuación la diña el viejo verde mentor, al que rescataron medio ahogado del río: «La herida de bala lo había dejado inconsciente y por ello había tragado sin darse cuenta agua, envenenada con alquitrán de hulla. Desde entonces, sufría ardor de garganta y dolor de estómago, sarpullidos en la piel, irritación de las vías respiratorias y quemaduras en los ojos, además de un cáncer [Cicuta: y SIDA, y tuberculosis...], diagnosticado a las pocas semanas de ser rescatado. Todo ello, sumado a su edad y la herida del disparo, le produjo la muerte por parada cardiorrespiratoria»; pero no sin antes marcarse un monólogo muy largo con sus últimas palabras en el que le explica a su querida pupila que huyó de la policía porque le creían sospechoso. Información, esta, relevante para la trama a estas alturas: nadie se lo esperaba. Plot twist!!
Blah, blah, blah, escenas y diálogos entre la poli y su compañero (que ya son pareja oficial) que oscilan entre lo vomitivo y lo ictiable [asimilaciones romanticismo-apetito sexual, celos de él hacia los difuntos viejos verdes por ocupar los pensamientos de la poli… Todo muy entrañable, ya veis]. También hay otra escena con uno más de esos multitudinarios personajes innecesarios: la poli tiene un vecino de descansillo que es otro pervertido colgado que la stalkea sin que nadie se moleste en hacer nada al respecto.
Total, la poli empieza a fisgar entre las pertenencias de su compañero-novio, que se va a mudar al apartamento de ella. Encuentra varios frascos con colonia y los abre para oler. Uno no huele a nada. Y eso es ¡¡SOSPECHOSO!!, así que se lo da a oler a la perra [este pobre animal no sé ni cómo sigue vivo, entre pasárselo de dueño a dueño y tirarse cientos de páginas sin que nadie se acuerde de él para darle de comer o sacarle siquiera a pasear]. La perra se espanta, así que «Para salir de dudas» (¿sobre qué coño?) la poli decide prenderle fuego al líquido. Como la cosa arde bien, la poli llega a la (esquizoide) conclusión (durante una conversación en voz alta consigo misma) de que ese es el líquido que el albino chungolandés utilizó para prenderle fuego al edificio donde vivía la puta niña, ese y específicamente ese, y eso significa que el novio es uno de los asesinos y planea matarla a ella también [yo le presto mechero encantada]. «―¿Cómo es posible? ¿Cómo has podido hacerlo? Yo te amaba», *sad face*.
Pues la poli y su compañero-novio se van juntitos al funeral de la puta niña, en un islote no sé dónde, donde entierran peña. Cuando llegan, están solos, y parece ser que el ataúd de la puta niña (cerrado) más un ataúd abierto (vacío) están en un hoyo lo bastante grande como para que quepan tanto los dos ataúdes como los dos pipiolos [yo no entendí el escenario en esta escena, si os digo la verdad]. Tiene lugar una conversación muy esquizoide entre la poli y su compañero-novio en la que ella le apunta con la pistola y le insta a meterse en el ataúd que (ella cree) iba a ser para ella. Esta disputa se salda con ella dejando cao al tío de un palazo (pero con el mango de la pala, para hacerlo más fácil [tampoco me explico cómo hace para darle un palazo al pipiolo sin soltar la pistola, dado que solo tiene una mano (recordad que la otra se la explotaron de un disparo)]). En fin, a nadie la importa y esto es un despropósito, porque la escena se vuelve más y más absurda con cada línea: a continuación la poli oye disparos y pasos, así que se esconde en el ataúd y lo cierra para fingir que no está, aparecen unos personajes que no sabemos quiénes son ni vuelve a saberse nada de ellos, pero que parece ser que habían venido a cargarse a los pipiolos (o al que quedase con vida de los dos); como la poli no está a la vista y el compañero está cao, los dos tipos se piensan que no tienen ya nada que hacer ahí y se van por donde han venido. La poli sale del ataúd y ya no está convencida de que su compañero-novio es de los malos, así que resuelve ir a buscar ayuda para sacarlo de allí.
Aparece la puta niña, que no está muerta (¿os había contado ya esto?): resulta que la que se quemó en el edificio, que la llevaron al hospital, que la diñó y que está ahora en el ataúd es la Kayden Fox de verdad, la chica aquella que había coincidido en la misma ciudad que uno de los viejos verdes un día de su vida hacía muchos años. Los malos parece ser que habían tenido a esta niña inocente secuestrada y guardada en algún zulo durante años y la sacaron para que el albino chungolandés le cortase un pie durante el incendio para tener algo que lanzarle al viejo verde ruso. Y el T-rex, que era el cerebro pensante tras toda la operación de venganza, y el que buscaba que le devolvieran el dinero, ya está fuera de juego, pero la puta niña sigue matando porque… ¡lo hizo un mago! Eso sí, no por mucho tiempo, porque a continuación [sí, esto es como la cabalgata: no para de pasar peña] aparecen un montón de presos y la matan de una paliza. La policía mira.
Como nadie se ha enterado de una puta mierda en las anteriores quinientas páginas, los siguientes capítulos están dedicados a explicarle al lector los pormenores de todo el elaboradísimo complot, las intrigas, los asesinatos y, en general, TODO lo que ha sucedido. Esto incluye no solo trabajo por parte del narrador, sino intervenciones de diálogo de páginas enteras. Tenemos el libro entero explicado en cincuenta páginas. Lo llego a saber y me leo esas cincuenta en lugar de las anteriores quinientas cincuenta. Hubiera sido mucho más rápido [por otro lado… nos hubiéramos reído mucho menos].
¿Hierbajos? Se acabó.
O.
Por fin!! Se acabó!!
ResponderEliminarCada vez que leía una estas entradas quedaba más y más confusa. Creo que me leeré el libro,solo por curiosidad y para encontrar el secreto de la inmortalidad de los viejos verdes.
Aissss... Voy a echar de menos este libro
ResponderEliminar¡¡Se murió!! *-*
ResponderEliminarOrtiga, Ortiga, ya que está muerto... ¿podrías hacernos más felices con una entrada explicando qué es ser explicativo, con ejemplos chachis? Te estaríamos agradecidos de aquí hasta más allá de la luna.
ResponderEliminarY nosotros, que te queremos mucho, sabemos que, aunque seas organizada, con estas cosas vas lenta (you said it once). Te comprendemos, of courssse. Pero solo, plz, dinos si será pronto o no... Muajajaja
Actually... I said it plenty of times O.O Because it's true O.O
ResponderEliminarEn todo caso, hay una entrada ya hecha con bastantes apuntes sobre ser explicativo y cómo evitarlo: está listada como Corrección de las primeras páginas de El fuego en el que ardo.
Para más información... no puedo dar fechas, lo siento. Me temo que esas entradas las escribo según me da la vena, soy asín de inconstante.
Con amorr,
O.
Tras leer todas tus entradas, necesito hacerte una reverencia: la paciencia que has tenido para tragarte todas esas palabras sin tirar el libro por la ventana es admirable.
ResponderEliminarHe estado siguiendo el evento fascículo por fascículo entre las sombras y... No puedo creerme lo tremendamente malo que es esto. Yo habría tirado el libro con mucho cuidado a la basura. Apuf, qué aguante, de verdad.
ResponderEliminarMis aplausos por las risas que me habéis sacado :D Confieso que me iba perdiendo entre tanto viejo que moría: ahí todo el mundo la palma o es torturado con una facilidad, oye... Demasiada chunguez para mí.
¡Besazos!
Puedo haceros una recomendación? Esta vez no hay maldad, sino ganas de cambiar conciencias. No se si alguna de vosotros sois catalanas o sabeis catalán, en abril sale a la venta Que sentir cuando no sientes nada, de Víctor panicello, escrito conjuntamente con pacientes de el centro Abb con trastorno de conducta alimentaria. En septiembre saldrá en castellano. La mitad de lo que se recaude ayudara a pacientes que no pueden financiarse el tratamiento, pues a pesar de que esta concertado cn seguros escolares, el precio sigue siendo muy elevado. También ayudaría a que la sociedad comprendiera mejor a estas personas que están enfermas ( enfermedad mental,ojo) y que no actúan así por capricho. Un saludo para todas!
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