Donde la literatura y la maldad se toman un té

viernes, 11 de marzo de 2016

Muérete ya, coño - Los Innombrables (17) tris (tras), digo tres, digo ter

Y… sep, vuelvo a seguir siendo una furcia. Pincha AQUÍ si te perdiste la entrega anterior.

De nada.


Total, que llegados a este punto los dos viejos verdes que quedan deciden que ya va siendo hora de contarle a la poli la interesantísima historia de sus vidas como ex asesinos, torturadores, traidores y otras lindezas varias durante la guerra. Y, para no quedarse con las ganas, nos van a contar tanto sus dos historias como las de los muertos. Durante más de veinte páginas. Todo esto me lo he saltado íntegro, ni me he molestado en hacer lectura diagonal. Teniendo en cuenta el resto de la narración, ya sabíamos todos que los viejos estos no eran precisamente unas hermanitas de la caridad, los detalles en este caso son irrelevantes a nivel narrativo, dado que nada tiene que aportar al inexistente núcleo. Saltarme esta parte solo me ha supuesto un problema de compresión MUY puntual de cara al resto de la novela: cuando aparecía finalmente el malo, yo no tenía del todo claros los detalles de por qué se la tenía jurada a los viejos verdes (aunque me hacía una idea bastante aproximada de por dónde iban los tiros). De todas formas, el malo se marca un monólogo malvado cuando aparece y tiene a bien resolverme mis escasas dudas, así que… bien está lo que bien acaba y yo me quedé tan contenta con veinte páginas menos de suplicio.

Bueno, a ver, vuelvo a la parte en la que los viejos deciden contar la historia de sus vidas. Resulta que se llevan a la poli a un… sitio, no sé dónde. Todo en plan chungo y misterioso, dun dun duuun, y a la poli la recogen unos gorilas que nunca antes habían salido [Zarza: del zoo] y la meten en un coche y se la llevan al sitio que nadie sabe dónde está. Y allí nos encontramos al hacker de los cojones, que nos dice que para entrar tienen que desnudarse todos y pasar un escáner (porque es una habitación limpia de micros y tal y él tiene que asegurarse de que nadie meta en la sala objetos no autorizados que comprometan la seguridad [por qué coño tanto teatro ya es una pregunta que no puedo contestar]). El caso, que se tienen que desnudar todos (quedarse en ropa interior). Y el hacker les pasa un detector y tal y, como es un pervertido repugnante (exactamente igual que el resto de personajes masculinos de la narración [salvo el albino chungolandés, que solamente está desquiciado perdido, el pobre]), ¿qué hace? Entre que pasa el escáner, aprovecha la oportunidad y le mete mano a la poli, así que se lleva una yoya. Toda esta escena tiene lugar en presencia de los dos viejos verdes (uno de ellos es el mentor de la poli, y nos venden que la considera como una especie de hija). También están ellos presentes (y me consta que la edad todavía no les ha dejado sordos) cuando el hacker admite que en realidad no hacía falta que nadie se desnudase (podría haberles pasado el escáner con la ropa puesta), pero ya que había una moza… pues por aprovechar. Quiero pensar que mi padre tendría algo que decirle a un subordinado suyo si el gilipollas en cuestión intentase gratuitamente y sin mi consentimiento meterme mano (con yoya o sin ella) en su presencia. Esto se llama acoso sexual, y me gustaría que el narrador dejase de intentar venderme cosas que sus personajes no sostienen.

Al siguiente viejo a por el que va el albino chungolandés es uno al que llamaremos el viejo verde ruso, que es un ex espía soviético. A este le envenenan, le cortan de un hachazo los dedos de una mano, le zarandean un rato… y el viejo (que además ya era cojo) todavía tiene arrestos para descolgarse por la ventana de la casa (con una sola mano) y saltar al callejón para huir (así es como se hace astillas los huesos de ambos pies, todos ellos, pero SOLO los pies [hemos quedado en que los viejos son unos sobrados, pues son sobrados hasta para esto]). En fin, como el viejo verde ruso se queda inconsciente (y de todas formas tampoco hubiera podido llegar mucho más lejos [Zarza: no le subestimes]), el albino chungolandés se lo lleva a una nave abandonada y le hace un par de remiendos a la espera de que el viejo vuelva a despertar para torturarle. Nos dicen que el viejo verde ruso está cao un par de días, y a mí me gustaría saber cómo hace para las funciones vitales básicas mientras está atado a una mesa de tortura esas 48h, ya sabéis: mear, cagar… beber. Cuando finalmente se despierta, el narrador no nos dice que el albino chungolandés le tenga precisamente conectado a una sonda (vamos, que los dedos amputados se los ha remendado con cinta adhesiva, así que os podéis hacer una idea). Bueno, el viejo verde ruso es un sobrado, confirmación número… err… 6627398. Okay. Pues el albino chungolandés le hace a nuestro viejo un montón de torturas chungas que aprendió en Chungolandia (le agujerea con ácido, básicamente [Zarza: y luego… ¿le pone un corcho para remendarlo? Los recursos médicos de este hombre parecen sacados de Art Attack]). El objetivo es interrogarle sobre cómo acceder a la pashta gansa que los viejos tienen guardada en mazo de cuentas opacas por el mundo. Por supuesto, toda la escena de la tortura tiene cero interés narrativo, pero a la gente le gusta el morbo, así que… why not?



¿Recordáis que os decía que los malos en esta historia son todos mu' malos y, sobre todo, mu' feos? Pues aparte del albino chungolandés tenemos a otro personaje (de esos que ni pinchan ni cortan, pero ahí están) al que llaman El Rata. El nombre ya te lo dice todo, pero por si queréis más detalles puedo contaros que es canijo y avanza con andares raros, tiene los dientes de debajo de oro y a la puta niña la manosea mazo (porque es un salido, característica añadida de todos los personajes masculinos). Y además su lugar favorito en el mundo es una especie de pantano radioactivo en el que el agua es tóxica, así que los pájaros la beben y la diñan y hay mosquitos y ratas alimentándose de los cadáveres. Todo entrañabilidad y profundidad narrativa.

Los viejos verdes, además de unos sobrados, se creen referencia moral. Recordáis que los viejos habían robado una pashta gansa a los rusos soviéticos, ¿no? Pues el muerto se lo cargan a un cabeza de turco (que es el que está detrás de toda la operación de venganza, claro), para que cuando los soviéticos se pispen de que les falta dinero le echen las culpas al otro tipo y no al viejo verde ruso (que es quien ha robado en realidad el dinero). Pues esto es lo que le dice el último de los viejos verdes a su pupila la poli:
«―Te consolará saber que Nikolái quería robar el dinero para evitar que se hiciera un mal uso de él [Zarza: joder, ¡qué excusa tan maravillosa! Voy a robar yo bancos: la gente no hace un buen uso del dinero], pero, además, para reparar el daño que había causado. De modo que aquella fortuna quedaría bajo su control [Ortiga: !!!] para asegurarse de que su destino era el correcto [Ortiga: porque me habéis demostrado ya que sois personas con una brújula moral infalible. Me quedo mucho más tranquila]. Con ese fin, nos seleccionó para ayudarlo [Ortiga: ¡¿no os conocía de antes?! Un tanto arriesgado por su parte, diría yo, a muchos niveles] y nos entregó cada mes lo necesario para alcanzar ese objetivo [Ortiga: el objetivo de ayudarlo, a él y su impecable sentido de la justicia]. Así pues, cada uno podría hacer con su parte lo que creyera conveniente [Ortiga: esto cada vez se pone mejor], siempre que tuviera carácter benéfico, y en caso de duda, debíamos consultarle [Zarza: ya, pero ¿y si tú no dudas en absoluto? Yo creo que sería benéfico comprarme una casa con piscina. No tengo ninguna duda. Soy una filántropa, aquí donde me veis]». Uff, menos mal que no se lo quedaron los rusos locos, ¿eh?

Por supuesto, al otro ruso ese al que el viejo verde ruso decidió usar como cabeza de turco (porque es así de majo) como que le tocó un poco las narices que le echaran a los leones a traición (por aquel entonces, es que el viejo verde ruso y el cabeza de turco ni siquiera se habían visto las caras nunca). Así pues, el cabeza de turco estuvo metido en mazo de líos con los soviéticos y estuvo atentando sistemáticamente contra la vida de los cinco viejos verdes y sus allegados hasta que alguien se lo cargó. Pero, por supuesto, en realidad no se lo cargaron: fingió su muerte y ahora regresará a la vida para consumar su venganza, MUAJAJAJA, y eso.

Rebobino ahora y vuelvo a la parte en la que el albino chungolandés está torturando al viejo verde ruso para sacarle cómo hacerse con el dinero. Resulta que el viejo le dice que se han inventado un super sistema de seguridad con varias llaves y movidas de estas que ves en las pelis de ladrones de bancos. El caso es que una de las llaves está dentro del bastón que el viejo verde ruso usa para caminar. Este bastón, el viejo lo tiró por la ventana cuando estaba intentando escapar del albino chungolandés (recordad que se tiró él también por la ventana) y el albino chungolandés pues como que no se molestó en recogerlo, porque no tenía pensado dejar que su prisionero se diese apacibles paseos por el parque, imagino. Así que el albino necesita una llave que no tiene y nos lo encontramos en su siguiente escena en el banco, donde nos regalan esta pésima muestra de resumen narrativo: el siempre socorrido «Fulanito recordó cuando había hecho algo que es necesario para continuar la trama, pero que en vez de narrar me lo voy a sacar de la manga y… ¡¡¡la la la, lo hizo un mago!!!». Atentos: «Pável (el albino) se sentó en él (sitio para sentarse [:D]) y se entretuvo recordando dónde había localizado el estilete de Nikolái. Había sido en el callejón, tras unas bolsas de basura cuyo contenido se encontraba desparramado por el suelo». Nunca hagáis esto. O juro que me apareceré en vuestra ventana con un cuchillo jamonero y os cortaré todos los dedos de ambas manos para que no podáis volver a escribir (y, ya puestos, de ambos pies, por no correr riesgos).
En todo caso, como duda razonable sobre este fragmento en particular: ¿cómo es que el bastón no lo encontró la policía cuando fue a investigar la escena del crimen? Y no me vengas con que la policía no podía saber que el viejo verde ruso había saltado por la ventana al callejón porque te ictio. Un tipo al que (literalmente) le acaban de amputar los dedos de un machetazo se descuelga por una ventana ¿y la policía no es capaz de seguir un simple rastro de sangre? Bite me.

En fin, el albino chungolandés está en el banco. Se hace pasar por el autorizado del viejo verde ruso para que le saquen el cofre donde supuestamente el ruso tiene guardada una parte del dinero robado. Dentro del cofre resulta haber un único billete que, cuando el albino chungolandés lo roza, le inyecta en la puntita del dedo con que lo toca una toxina chungolandesa. La solución es cortar, así que el albino se rompe la falange de un golpe y se corta el dedo con una navaja aprovechando el hueco. Y ¿qué hacer con el muñón? [atenta, Cardo, que esto te va a gustar], fácil: engancho la «piel sobrante» y la grapo. Y ¿cómo te quedas? Relaj'o, relaja'o, relaja'o.

Entre tanto, el viejo verde ruso se ha quedado abandonado en la nave aquella donde le tienen retenido. Está en mitad de otra tortura chunga que el albino chungolandés le ha hecho antes de largarse: una cosa que se llama no-sé-qué del cerdo y que consiste en atar juntos muñecas y tobillos unidos por una cuerda a un nudo corredizo en el cuello, al tener la espalda encorvada al cabo de un tiempo a la víctima se le empiezan a agarrotar los músculos y se estira sin poder evitarlo, así que se va asfixiando lentamente. El viejo está solo y es consciente de que el albino chungolandés va a volver mu', mu' cabreado por la trampa que le ha tendido. Aprovechando que no hay moros en la costa… ¿intenta escapar?, ¿intenta suicidarse, al menos, acelerando el proceso de asfixia para que cuando vuelva el loco no le pueda seguir puteando? No, padre. El hombre se pasa unas horitas primero intentando no acalambrarse antes de iniciar sus esfuerzos de huida. Si hubiese comenzado a intentar escapar antes, hubiera tenido demasiado tiempo sobrante y, ya sabéis, no tiene mucha emoción si el chungolandés no está ahí a punto de entrar por la puerta mientras el viejo se arrastra penosamente hacia la salida.

Bueno, pues el viejo se libera [consigue deshacer los nudos que le atan las muñecas con los pocos dedos que le quedan]. Como tiene ambos pies rotos, no puede caminar, así que se arrastra [Cicuta: vaya, yo pensaba que se los iba acortar. Esto es un fallo de coherencia], como os iba diciendo. Termina saliendo del almacén por un conducto de ventilación mientras nos van contando en escenas paralelas que, por un lado, su amigo el otro viejo que queda con vida está buscándole en ese mismo almacén (le ha guiado hasta ahí un perro [no preguntéis]) y, por otro lado, el albino chungolandés está atrapado en un atasco (true story). Cuando el viejo verde ruso sale finalmente del conducto de ventilación [para lo cual tiene que forzar la trampilla que cierra el conducto, de un puñetazo hace saltar los tornillos (sí)], se queda inconsciente en un charco (está lloviendo). No se ahoga (por desgracia). Cuando vuelve en sí, el albino chungolandés está ahí y le devuelve la inconsciencia de una patada. Solo que esta última parte luego es mentira. O no. O, la la la, lo hizo un mago. Lo único que sabemos es que, en la siguiente escena en la que aparece el viejo verde ruso, se encuentra en el hospital. Vivo.

A continuación nos siguen contando la historia que nadie había pedido sobre los avances del hacker stalker con la puta niña. Aquí tenemos al elemento en cuestión haciéndose el vecino amigable en el descansillo:
«(él) ―Igual he metido la pata con la pregunta. ¿Te puedo invitar a una cerveza para compensarte?
La chica lo miró con recelo.
―Tranquila, que no es en mi casa. Es en un bar. Conozco uno bastante agradable aquí al lado, junto a la iglesia del Redentor.
―¿Dejan entrar a menores?
―¿En la iglesia? Claro que no; sirven alcohol.
Ella no pudo evitar reírse por su desenvoltura y agilidad mental y le tendió la mano». Agili… whaat??

Explicaciones, explicaciones: «Para el Sr. Hooper (el haker stalker), había nacido una prometedora complicidad. De hecho, ya no veía a la chica como un simple objeto de deseo, un factor que a su vez le permitía otorgarle más naturalidad a la conversación. Así pues, los nuevos sentimientos le hicieron sencillo disipar los recelos de Valentina para caminar juntos hasta su moto y, desde allí, en un corto paseo con fuertes acelerones, llevarla al muelle número 1 del Brooklyn Bridge Park». Ajam. El personaje es un colgado. No hay nada que puedas explicarme que me lo vaya a vender.

Más conversación entre la puta niña y el stalker:
«(ella) ―¿Cómo sales adelante en la vida? A tu edad, no será fácil.
(él) ―Sé cómo conseguir lo que quiero.
―¿Con dinero?
―Con trampas. ¿Y tú?
―Fingiendo». Sois tal para cual, criaturas. Anda, ataos los tobillos a lo carrera a tres piernas, a ver si hay suerte y alguno tropieza y os caéis por un puente.

Esas conclusiones que… wtf? Resulta que el compañero de la poli está convencido de que el viejo verde mentor de la poli es en realidad el cerebro pensante tras los asesinatos y lo está investigando. Resulta también que la puta niña es en realidad una puta actriz rusa que dice haber sido contratada para interpretar el papel de Kayden Fox, que resulta a su vez haber sido una persona real que se encuentra actualmente en paradero desconocido [sí, con ese nombre]. Así pues, tiene lugar la siguiente conversación entre la poli y su compañero:
«―He investigado a Harry (el viejo verde mentor) ―prosiguió Christian― y he averiguado que el año pasado asistió a una convención de fabricantes de productos farmacéuticos en Kansas City.
―¿Y eso qué tiene que ver con…?
Él la interrumpió con brusquedad.
―Kayden era de Clinton, una localidad muy cercana, cuyos habitantes suelen acudir a la capital del estado vecino en busca de atención médica especializada por encontrarse más próxima que Jefferson City.
Alzó la voz para darle más convicción a su planteamiento [Ortiga: gracias por la explicación narrador, pero gritar no te da argumento de autoridad, por mucho empeño que le pongas].
―Kayden era paciente de la consulta de psicología del doctor Delaney, en el Saint John Hospital de Kansas City, y lo visitó el día que se celebró allí la convención.
―¡No!
―¡Sí! [Ortiga: *gasp*] Y aquel día, cuando Harry conoció a la verdadera Kayden Fox, se firmó su sentencia de muerte». ¡Kayden Fox y el viejo verde mentor estuvieron en la misma ciudad el mismo día! Esto evidentemente quiere decir que el viejo verde mentor se cargó a la niña y escondió sus restos [los suyos y los del resto de gente que coincidió con él en aquella ciudad O.O]. Es irrefutable. Cualquier jurado del mundo le condenaría.
Para colmo, la conversación que continúa termina degenerando en una de tipo amoroso absolutamente… absurda, cliché, paranoide, pateable, y cuyos turnos de habla están tan mal establecidos que he tenido que volver atrás y releer varias veces.

De pronto, la puta niña aparece en la torre escondida aquella perteneciente a la amante escondida del viejo verde nazi. Estos dos personajes no se han visto en la puta vida, pero a la amante escondida le parece muy bien que una colgada cualquiera se plante en su casa. Me pregunto cómo se habrá identificado la puta niña para que a la otra le parezca seguro dejar pasar a una completa extraña: hola, soy la mujer que está relacionada con las muertes de tu querido y dos de sus amigos, un placer, ¿puedo subir al ático?

El caso es que el viejo verde mentor va también a la torre escondida (coincidencias fortuitas y tal que no cantan nada) y allí se encuentra con la puta niña. A todo esto, la puta niña tiene puesta una escolta, pero los polis que le han asignado no parecen muy eficientes y les da esquinazo como quiere y cuando quiere (como en esta escena). Total, hablan un rato los dos personajes y luego cada uno se va por su lado. Al salir del edificio, el viejo verde mentor se encuentra con su pupila y otro par de polis, que vienen para arrestarle por los asesinatos de los otros viejos:
«(el viejo) ―¿De paseo por la ciudad?
Marian se encontraba en compañía de Christian. Los seguían los agentes Charyn y Anderson, escoltas de Valentina.
―¿Dónde está nuestra amiga? ―inquirió con sequedad.
―Imagino que camino de su casa.
Marian hizo una señal a Christian, y este se marchó a la carrera, en compañía de Anderson.
―Lo lamento, pero debes acompañarnos.
Le hizo entrega de un documento pulcramente doblado.
―Es toda una cortesía mostrar a un amigo su propia orden de detención.
Abrió el documento y retrocedió hasta el Cobra, apoyándose en él para leerlo, pero antes de que los policías se dieran cuenta, se había metido en el coche de un salto, aprovechando que no llevaba puesta la capota [Ortiga: antes de que nadie pudiera reaccionar, el viejo de setenta años pegó un ágil brinco y se montó en su descapotable. Entiendo].
―¡No lo hagas! ―gritó Marian, a la vez que Harry ponía en marcha el motor [Ortiga: la poli sigue sin moverse].
Echó a correr hacia el Cobra, pero solo para ver cómo se le escapaba por unos centímetros [Ortiga: a buenas horas, mangas verdes. Y… a todo esto, ¿a qué distancia está la poli del coche para que tenga espacio para correr y todo? Quiero decir, le acaba de dar la orden de detención al viejo, o bien tiene un brazo extensible (pero extensible una sola vez, para que luego se le pueda escapar el coche), o bien realmente esta pobre es un completo fracaso como policía que deja que su sospechoso se aleje de ella varios metros en dirección a una vía de escape sin hacer nada para detenerlo o perseguirlo. Es que es viejo, ¿vale? Hay que darle un poco de ventaja a la salida, que si no es muy abusón]. Entretanto, los agentes Ellis y Berling [Ortiga: ¡coño! ¿Y estos quienes son? ¡Me han cambiado a los agentes!] se colocaron en medio de la calzada a fin de cortarle el paso. Sin embargo, Harry logró esquivarles de un volantazo [Ortiga: los agentes Ellis y Berling (si es que se siguen llamando así), que corren más que el coche, deciden usar su supervelocidad para ponerse en medio en lugar de detener al conductor antes de que acelere demasiado]». En fin, persecución trepidante y tal durante la cual el viejo verde mentor consigue escapar (de alguna manera, salta de un metro en marcha, y los polis que van siguiendo al tren caminando por las vías no le ven tampoco [¡¡la la la, lo hizo un mago!!]).

La puta niña vuelve a su apartamento y al cabo de un rato, una vez que ya se ha quedado en ropa interior delante del espejo (y ha estado un rato masajeándose ella sola), el viejo verde ruso tiene a bien hacer notar su presencia en la estancia. Y el caso es que yo al principio de esta escena no me había enterado de que se trataba de este personaje, porque aparece en silla de ruedas (claro, ahora tiene los pies rotos, pero yo no recordaba a ningún personaje en silla de ruedas) y encima la puta niña le llama «Nick» con toda la familiaridad del mundo, pese a que jamás de los jamases habían cruzado palabra antes, así que yo al principio estaba muy descolocada (pensaba que igual era otro de los múltiples chulos de la niña y no sabía cuál). Whatever. La cosa es que, lo creáis o no, el viejo verde ruso no se ha colado en el apartamento de la otra para babear (no solamente, al menos): se ha traído una ruleta rusa consigo, calibre cincuenta [Zarza: hay un chaval que se llama Peter que sabe mucho de esto. Debería llamarle]. Al igual que hiciera páginas antes su amigo el viejo verde nazi, este también ha tenido la brillante idea del abuso físico para interrogar a la puta niña. Amenazas, respuestas bordes de ella, un policía de los encargados de proteger a la puta niña llamando a la puerta (este no es de los protas, así que no está chetado y no tiene los arrestos para tirar la puerta abajo y cortar por lo sano):
«El sudor corría por la frente y las manos de Nick. Eso hizo que las cachas de la empuñadura del revólver se volvieran muy escurridizas, con el consiguiente efecto de hacer muy pesados los casi dos kilos del arma.
Alivió esa carga golpeando con la culata la frente de Valentina (la puta niña, este es su nombre real). La chica cayó al suelo y permaneció sobre la moqueta [Zarza: ¡croqueta te amo!] revolviéndose de dolor [Cicuta: ¿revoliéndose... o rebozándose?]». Habíamos quedado en que el hombre está en silla de ruedas. Habremos de concluir, pues, que la puta niña es un gnomo [Zarza: a ver, ¡que a lo mejor se la lanzó! Ortiga: con razón se alivió el peso del arma. Zarza: y tampoco sabes cómo de alta es la silla de ruedas. A lo mejor es una trona de ruedas].

A continuación el viejo verde ruso dispara a la puta niña en una pierna y siguen rajando y rajando y… sí, rajando [por cierto, por cierto: el viejo verde ruso nos ha intentando vender antes que la pistola que se ha traído es made in Chungolandia y que, si le acierta a la puta niña en un hueso grande, la saca volando por la ventana del impulso; no obstante, cuando se produce de hecho el disparo, no sucede nada. Decepción. Zarza: ya, pero es que si le acierta a la niña se refiere a lanzándole la pistola]. El policía que había al otro lado de la puerta no tiene nada que decir al respecto del disparo, tampoco. Y este hecho no resulta sorprendente para nadie dentro del apartamento. Pasa casi página y media antes de que vuelva a haber noticias del exterior del piso:
«Una pequeña humareda blanca se filtró por debajo de la puerta. Venía acompañada de un intenso olor a quemado.
―¿Agente Etrich? ―preguntó Nikolái.
Se escuchó un ligero crepitar de llamas, que hizo que Nick tocara la puerta.
―No está caliente.
Ahora bien, eso no significaba que no hubiera un fuego al otro lado.
―¿Agente Etrich?
No recibió respuesta alguna, a pesar de que había gritado con fuerza. Extrañado, se guardó el revólver y sacó un móvil, conectado a un cable, que se perdía en el interior de su chaqueta». ¿¿Extrañado?? No te has extrañado cuando el hombre no ha dicho nada tras la detonación del disparo. O ha aparecido el albino chungolandés y se lo ha cargado en silencio o le has dejado sordo del disparo, pero ahora no tengas encima el descaro de sorprenderte, gilipollas.

Bueno, pues… levántate, Lázaro, y anda. Y, con dos cojones, el viejo de los huesos de los pies hechos papilla de alpiste se pone en pie y decide salir a pata del edificio (protegiendo con su cuerpo, a todo esto, a la niña puta del albino chungolandés que seguro que está al otro lado):
«Huyeron escaleras arriba [Zarza: ¿en serio? ¿Escaleras arriba en un incendio? Y, cuando lleguen al ático, ¿qué piensan hacer? Ortiga: eh... ¿saltar, espero?]. Sin embargo, Valentina, por su herida, que aparentaba ser bastante más grave que todas las de Nikolái juntas [Ortiga: aparentaba ser más grave que dos pies rotos, los dedos de una mano amputados, un agujero-quemadura química en una pierna…], se fue quedando rezagada». ¡Huyeron!, dice. Ella con una agujero de bala en la pierna y él os recuerdo que ha llegado al edificio en silla de ruedas, que ya era cojo de antes y ahora además tienen todas las heridas que ya os he relatado. «―No desfallezcas ahora ―le conminó Nick desde más arriba». Sí, esto es lo que le dices a alguien cuando estáis huyendo por vuestra vida por una escalera de incendios, ambos apenas capaces de caminar y con un loco energúmeno persiguiéndoos.



Y hasta aquí llega esta entrada, hierbajos.

Mañana más, pero no mejor. Y quién dice mañana dice… cuando me dé la real gana.



Adiós.

O.
HERE.

6 comentarios :

  1. ¿Y cuántas páginas de esto, dijiste? Y es un bestseller. Qué mundo generoso.

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  2. Muy fan de las imágenes de armas. La verdad es que menudos arsenales que tienen en la novela esta. Además, me parece que nadie sabe el límite de tolerancia del dolor... en fin.
    Por cierto, aún más fan de la "trona de ruedas" xDD

    Espero impaciente la siguiente parte! xD
    ¡Un saludo!

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  3. ¡Holi!

    A este libro le estoy cogiendo un asco... Como a "Ex libris". Pero como esto es un evento, me da más tiempo para odiarlo.

    Vale... a ver, este no es un libro realista. NO es normal que un viejo tenga los pies hechos papilla, quemadura radioactiva en la pierna y, además de vivir, vaya más rápido que una tía mucho más joven y que tiene, en comparación con él, un moratón. Yo hubiera hecho un grupo de todos los viejos verdes llamado "Los Viejos de Hierro" o algo parecido. Porque, encima, uno de ellos tiene el característico puño de hierro, que rompe tornillos con una sola mano y casi todos los dedos rotos. Es para matarlos yo misma.

    Luego tenemos a la niña superdotada (o subnormaloide), que confía en un hacker colgado asqueroso repugnante que debería estar en la cárcel y/o en el psiquiatra. En cuanto me hubiera tocado o hecho algo extraño le hubiera puesto una orden de alejamiento. ¡OH! ¡Que si no no hay emoción en la trama y no podemos ver como una niña pequeña e inocente sufre en sus torturas!

    SI yo hubiese sido una actriz rusa contratada para interpretar a una menor, a lo mejor hubiera firmado en el contrato "Usted puede ser interrogada, violada, torturada, disparada y puede morir en el intento". Pero tranquis, todo sea por dinero.

    Esta última parte del comentario va dirigida a vosotras y a la trona de ruedas. Menos mal que sois malas, porque si me hubiera leído este libro y este blog no existiera... me habría tirado desde una ventana y me habría hecho papilla los pies.

    XD,
    A.

    PD: este comentario no es sarcástico, ni nada, ¿eh?

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  4. no me podéis dejar así!! estas tres entradas han sido geniales y no puedo esperar a la siguiente. ¡Necesito saber más sin tener que leerme el libro, que sería más una tortura psicológica que una lectura de placer!
    Espero pacientemente la próxima entrada xDD
    ¡Un besín!

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  5. La niña gnomo y la trona de ruedas me han hecho reír. Me imaginé al viejo tirándole el revólver y acertándole. Pareciera que cada uno espera su turno para hacer las cosas, incluso reaccionar y darse cuenta de lo que pasa en plena persecución, al estilo de las obras de teatro del colegio. Me hace pensar que tiene que ser difícil escribir algo de este género y hacerlo bien. Es la única explicación que se me ocurre xD
    ¡Saludos!

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