Donde la literatura y la maldad se toman un té

martes, 13 de octubre de 2015

Las velas desgarradas, de Sergui Carballo Losada.

Título. Las velas desgarradas
Autor: Sergui Carballo Losada
«El verano en que Javi Roto recibió su primer beso comenzará su peregrinación en busca de la felicidad, la madurez y aquella isla de la serenidad a la que todos aspiramos.»

Quizá alguno se haya dado cuenta de que este autor es un reincidente. Tal vez también os hayáis dado cuenta de que he puesto la sinopsis del otro libro que critiqué de este autor. El motivo es que Sergui Carballo ha afirmado estar considerando incluir este segundo tomo directamente a continuación del anterior, como si fueran un único libro, así que me he tomado la libertad de reutilizar la sinopsis [si queréis saber lo que opino de ella tendréis que comprobar la crítica que ya hice: aquí no voy a hablar más de ella].

En fin, queridos hierbajos, tenemos un reincidente, como ya he dicho. Y el libro del que voy a hablar hoy es la continuación de la historia que ya critiqué.

Quiero avisaros, también, de que lo que voy a hacer a continuación NO es una crítica. Ni siquiera llega a reseña. Me ha vuelto a suceder: he dejado de leer a las 20 páginas. [Esto va a ser corto.]

Todavía recuerdo cuando podía contar con los dedos de una mano los libros cuya lectura había abandonado. En toda mi vida. Me sobraban dedos.

Ahora hace ya mucho que perdí la cuenta. ¿Lo peor? No me avergüenzo.

¿Por qué no he hecho el más mínimo esfuerzo por terminar de leer este libro en concreto? Sencillo: el anterior lo leí enterito, y lo mío que me costó; las primeras veinte páginas de este nuevo libro presentaban exactamente los mismos errores que el primer volumen. Así que no veo ningún motivo por el que debiera seguir malgastando mi tiempo y sufriendo. Porque sufro. Este es un libro que no puedo leer con recochineo: el narrador me pone demasiado de los nervios. Para que os hagáis una idea, esta ha sido la evolución de mi opinión del narrador desde el principio del primer libro hasta esta parte: «¡oh!, un narrador medio inteligente, qué majo», «mmm, no se calla», «virgen, no se calla ni bajo el agua», «…», «…», «…», «por Dios, que ALGUIEN lo CALLE». Así que no, no voy a volver a pasar por lo mismo, ni siquiera aunque el libro es bastante cortito (unas 120 páginas).


Como digo, los fallos son los mismos que en la anterior entrega, así que podéis daros otro voltio por allí para refrescar la memoria si estáis muy aburridos. Si no, aquí lo resumo: explicaciones a mansalva, monólogo interno y divagaciones gratuitas del personaje-narrador que no se calla ni a punta de pistola [TODA la primera página del libro es un monólogo interno en el que el narrador interpela al lector e intentar justificarle por qué nos está contando esta historia (no cuela): ya solo con eso el libro automáticamente no puede ser buena Literatura], resumen narrativo [el primer libro terminó con que el personaje de Antonio había sido el culpable de la muerte de la niña aquella que se la pegó con la moto; en este libro nos cuentan, en una carta, la versión resumida de cómo se descubre que al final esto no es cierto y el pobre Antonio no tiene culpa en el asunto], el texto necesita una corrección ortotipográfica [hay erratas por todas partes, faltan tildes…], todos los personajes siguen expresándose exactamente con la misma voz que utiliza el narrador [es decir: pedantes hasta lo asesinable], sigue habiendo menciones al sexo bastante repug [« Todos los chicos del grupo B que tenía por compañeros me envidiaron en secreto cuando el apellido Villar se apareó con la R de Roto y me senté con la chica que era el objeto de deseo sexual de un buen puñado de chavales.»], el autor se contradice [los abuelos supuestamente se quedan por ahí en una casa, pero luego los tenemos sacando maletas del coche; hay un recuento de pastillas haciendo referencias a sucesos del libro anterior que no se corresponde con los recuerdos que yo tengo], el narrador se dedica a hacer reflexiones recicladas e intentar darle lecciones al lector [con insufrible grandilocuencia y pedantería]Y venga a hablar de la misteriosa enfermedad, que no despierta intriga ninguna, sólo hace que yo quiera meterle a alguien una pistola hasta la campanilla.

Tengo guardados unos pocos fragmentos que me han parecido especialmente ofensivos por algún motivo y que querría compartir con vosotros. El problema es que la mayoría de estos fragmentos son bastante largos (y densos [jo-der, den-sos]), así que no sé qué hacer. Veremos.

Para empezar, os presento una de esas metáforas que tienen connotaciones… ¿no intencionadas? [quiero pensar que estas eran no intencionadas: lo contrario sería ligeramente preocupante]:
La abuela dice al niño: «–Todos los pajarillos emigran cuando llega la estación. Tus amigos son gorrioncillos y tú eres una pequeña águila. No te preocupes si has de volar solo durante un tiempo: es lo que tiene ser un águila, que vuelas más alto.» Las águilas se comen a los «gorrioncillos» te recuerdo [El Mentalista tendría mucho que decir sobre esta comparación, señora].

What.The.FFFFFFUCK?!: « El filósofo ama, y quien ama no está nunca satisfecho ni con su sentimiento ni tampoco con el objeto al que ama, pues siempre desea mejorarlo.» Dijo el profesor de filosofía. ¿Me estás tomando el pelo?

Este mismo profesor de filosofía se marca un monólogo de página y media para que el autor tenga la excusa de explicarnos «qué es la filosofía», es decir: soltar otro monólogo interno (del autor en este caso, no del narrador) en el que intenta vendernos su inteligentísima visión del mundo (y hay cada perla como la que os he puesto de muestra).

El caso, que este profesor dice a sus alumnos que para ser pensadores, filósofos, tienen que amar el conocimiento como si fuera una mujer. Y he de decir que este pobre hombre no tiene ni idea del monstruo que acaba de despertar:
«Cuando aquella tarde llegué a casa, le escribí (al ligue de verano ese con el que se enrolló en el libro anterior) una carta larga y llena de exclamaciones, de interjecciones, de deseos y de ruegos. La carta que un enamorado del siglo XVII le hubiera escrito a su amada platónica. Las figuras retóricas, las hipérboles, las comparaciones supuestamente ingeniosas e incluso alguna que otra rima se me escaparon en aquella carta, pero no iba a ser la única que escribiría. Durante años me avergonzaría de todas aquellas cartas, pero en aquel momento me hervía demasiado la sangre.
Aquella semana escribí una carta cada día [Ortiga: !!!!!!], como si fuera el mismísimo Cyrano de Bergerac escribiéndole a su Roxana. De hecho, así la llamé yo en un par de misivas [Ortiga: ¡¡la madre que lo…!!], insistiéndole en que me dejara amarla, venerarla, halagarla y alabarla como si ella fuera poco más que la razón auténtica de mi vida [Ortiga: oh, DIOS]. Estaba completamente imbuido de un sentir poético, de una euforia filosófica, de un veneno cruel y dulce del que no me llegaría a curar hasta diez años después de aquellos hechos que hoy recuerdo en estas líneas.»

Y todo esto, además, después de que el primo de la chica le dijese que no escribiese más cartas en una temporada, porque la iba a agobiar. ¿Dónde está la orden de alejamiento cuando se la necesita?

Total, que el primo en cuestión vuelve a enviarle una carta que el narrador describe como «breve pero clara». Y yo os digo: una polla como una olla. Una carta «breve pero clara» sería: «Maldito colgado: / Mi prima quiere que la dejes en paz de una puta vez. Si sigues enviándole cartas llamaremos a la policía.» En lugar de eso, el personaje envía una carta de media página larga en la que se pone grandilocuente, tal y como le gusta al narrador, y marea la perdiz. De esa carta sale este extracto: « Además –y que conste que esto lo digo desde mi propia experiencia–, no deberías confundir amar el conocimiento y amar a una persona. El conocimiento no puede quejarse.» Amén a eso. Ay, si pudiera…

Esta frase os la regalo: «el sufrimiento que se infiltró en mi ser como si fuera una lluvia de agujas que me penetrara en la carne». Agujas de incógnito.

Y aquí fue donde dije: ni hablar del peluquín. Se acabó. Lo dejo.
«No sé muy bien por dónde comenzar a explicar la situación en la que me encontraba en aquel año, pero creo que una breve enumeración del estado de mi situación mental y la de mi entorno es lo más adecuado para explicar el porqué de todo lo que me pasaría durante los años siguientes.» Más explicaciones ¡NO!



FIN.

7 comentarios :

  1. JAJAJAJAJA. Me ha encantado la cita de donde te rendiste, porque te puedo imaginar perfectamente (me puedo imaginar a mí en tu situación) gritando: "¡NOOOOO!" en plan momento dramático de película mala XD. Madre de Dios, qué cosa más pedante y más in-ten-sa de novela, a juzgar por las citas.

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  2. Para los fans de Gritos en el pasillo, ese fue mi momento de "¡NOOO! ¡CONDUCTOOOOOR!".

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  3. Ay, cómo me he reído con lo de las cartas a lo Cyrano y las agujas lloviendo del cielo. Felicitaciones al reincidente por la valentía y a Ortiga por la selección de gifs (me partí con el de Samuel Jackson, o fue muy gracioso o a esta altura de la semana mi cerebro ya no responde como debe).
    ¡Saludos!

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  4. Hay que reconocerle al muchacho el valor que tiene al reincidir con vosotras. ¡Eso es echarle narices y todo lo demás es cuento! jajaja

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  5. Otra crítica fabulosa. Me ha encantado. Y me he reído muchísimo. Sigue así.

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  6. Hola Ortiga.Llevaba tiempo queriendo contestar, pero es lo que tiene ser padre de gemelas.... En fin, veo que no he conseguido interesarte lo suficiente con esta continuación, y supongo que eso es fallo mío. Sólo diré en mi defensa que unas cuantas páginas después de donde lo dejaste es cuando realmente pasan cosas en la novela, así que si algún día te animas ya la tienes. Por otro lado tengo otra obra más trabajada entre manos, y si no estás aburrida de leerme me gustaría que le echaras un vistazo cuando la acabaras. Gracias por tu tiempo.

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  7. Y si, tienes toda la razón: a mí me importaba Edurne. Y a toda la humanidad debería haberle importado. Lo siento. De haber podido, no sé como, lo hubiera evitado. Por eso naufragué y volvería a hacerlo cuantas veces me lo pidiera mi real señora:mi mujer Sandra. Lo siento. No quiero cambiar ni ser cambiado puedo.

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